Por qu¨¦ nos gusta la pintura figurativa
Que nadie se lo tome como una falta de respeto porque no pretende serlo y que nadie se sienta ofendido porque la comparaci¨®n que propongo es fruto de la admiraci¨®n genuina frente a una capacidad de convocatoria poco habitual y s¨®lo comparable a la de los Rolling, Lady Gaga o Madonna en un concierto esperad¨ªsimo. El Papa ha estado en Madrid y ha congregado a una asombrosa cantidad de seguidores marchosos, l¨²dicos, encantados, a ratos en pa?os menores, capaces de esperar su llegada a pleno sol y en plena lluvia. Y ¨¦l, carism¨¢tico, con sus ropas rituales -nada m¨¢s fascinante que la liturgia cat¨®lica, por cierto- y esos zapatos rojos que las malas lenguas dicen que son de Prada, ha arengado a los numeros¨ªsimos seguidores entre rayos como hubiera podido hacerlo el mejor Freddie Mercury en Central Park un d¨ªa de tormenta de verano a punto de tener que suspender un concierto. Cualquiera le hubiera podido seguir. Hasta el fin del mundo, incluso. Tras el acontecimiento me ha dado por pensar en algo que me intriga: por qu¨¦ hay cosas o circunstancias que arrastran y atrapan m¨¢s que otras. Qu¨¦ hace de un actor una estrella, de un disco un superventas, de un libro serio un best seller inesperado, de una exposici¨®n sofisticada un ¨¦xito de masas... Por qu¨¦ Picasso, Dal¨ª, Goya... Antonio L¨®pez. De hecho, las colas de la Fundaci¨®n Thyssen de Madrid para ver la muestra de nuestro m¨¢s reputado pintor vivo, el que siempre atrae p¨²blico como ocurri¨® con aquella exposici¨®n m¨ªtica del Reina hace a?os -si bien las colas son ahora m¨¢s modestas-, se confund¨ªan en estos d¨ªas con los "peregrinos" agolpados en cualquier lugar ins¨®lito para coger agua o cambiar vales por comida. Y me pregunto por qu¨¦ somos capaces de hacer cola horas enteras para ver unas cosas y no otras; por qu¨¦ hab¨ªa colas en el Prado para ver un Renoir mediocre y el magn¨ªfico Chardin pasaba casi desapercibido. Aunque quiz¨¢s y al hablar de arte contempor¨¢neo habr¨ªa que plantear la pregunta sin tapujos, qu¨¦ caramba: por qu¨¦ nos gusta tanto la pintura figurativa, habr¨ªa que decir. Siempre me ha parecido pintoresco ir a ver una exposici¨®n donde se transcriba la realidad palabra por palabra, como lo hace y de forma mucho m¨¢s eficaz la fotograf¨ªa, y a menudo pienso que lo que vamos buscando en esa pasi¨®n reiterada hacia la pintura figurativa y la m¨ªmesis que plantea es la destreza de la mano, cierta habilidad casi artesanal muy encomiable, desde luego, pero a veces a punto de ser sosa. Pues buscamos sobre todo esa fuerte noci¨®n de no ruptura con la tradici¨®n cl¨¢sica. Nos sigue gustando mucho "entender" lo que vemos, que no nos anden contando milongas: esto es una nevera y aquello una se?ora. La cosa est¨¢ clara: es esencial buscar un remedo, incluso muy tenue, de los grandes maestros que son pintores figurativos... y masculinos. Quiz¨¢s por eso la portuguesa afincada en Inglaterra Paula Rego no ha alcanzado la fama de Lucian Freud y tal vez por estas mismas razones al morir Cy Twombly, un artista no figurativo, no tuvo tanta prensa como el citado Freud. Pero m¨¢s importante a¨²n y como dijo el abuelo de este ¨²ltimo, el padre del psicoan¨¢lisis, si en cada cosa encontrada vamos buscando cada cosa perdida -el seno materno, comenta el doctor, donde todos hemos estado pese a no recordarlo- quiz¨¢s la pintura figurativa ofrece la tranquilidad ¨²ltima del reconocimiento, una impresi¨®n de realidad. Y, pese a todo, nada hubo m¨¢s "real" que los cuadros del maravilloso Twombly presentados en el Prado. Ninguna representaci¨®n de Lepanto ha sido nunca tan elocuente. En fin, que eso se pierden los de "s¨®lo neveras".
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