El plan 'Merkozy-Sarkel'
Tanto monta, monta tanto. ?O no? Angela Merkel y Nicolas Sarkozy decidieron en pleno mes de agosto hacer valer la potencia del eje franco-alem¨¢n para lanzar (?por fin!) un Gobierno econ¨®mico para salvar el euro. La idea, de entrada, no parece mala, pero contiene dos grandes errores que ponen en riesgo el proyecto. En primer lugar, la dureza de las condiciones a los pa¨ªses m¨¢s endeudados parece olvidar la benevolencia que tuvo la Uni¨®n Europea entre 2000 y 2004, cuando Alemania y Francia se saltaron el Pacto de Estabilidad europeo sin sufrir sanciones. Y, en segundo, la negativa a emitir eurobonos, que mantiene la inestabilidad financiera en el ¨¢rea euro.
El resto de las medidas propuestas tienen, desde mi punto de vista, todo el sentido del mundo. Sobre todo, la creaci¨®n de un Consejo Europeo y la inclusi¨®n en las Constituciones de los pa¨ªses miembros la disciplina fiscal (siempre y cuando se haga de forma flexible). Espa?a ha asumido esta ¨²ltima propuesta, consiguiendo un consenso important¨ªsimo entre el PSOE y el PP. Si ambos partidos hubieran mostrado esa misma responsabilidad pol¨ªtica durante los ¨²ltimos cuatro a?os, nuestra econom¨ªa no habr¨ªa estado al borde del colapso tantas veces en tan poco tiempo.
Ayudar¨ªan a devolver la tranquilidad la emisi¨®n de eurobonos y ampliar el fondo de rescate
Las medidas tienen todo el sentido, sobre todo la inclusi¨®n de la disciplina fiscal en las Constituciones
Merkozy o Sarkel (como prefieran) se convirtieron en una sola persona el 16 de agosto. Despu¨¦s de dos horas de reuni¨®n en el parisiense palacio del El¨ªseo, los jefes de Gobierno de Francia y Alemania comparecieron ante la prensa solemnemente para declarar su voluntad de crear un aut¨¦ntico Gobierno econ¨®mico europeo "que devuelva la confianza en los mercados europeos".
Por fin, se planteaban medidas de corte estructural para solucionar una crisis que se intentaba atajar con acuerdos coyunturales que hab¨ªa que cambiar cada cierto tiempo. Aunque para ello hizo falta que el efecto contagio pasara de Espa?a a Italia y B¨¦lgica y empezara a amenazar seriamente a la todopoderosa Francia.
La duda que surgi¨® entonces, y se mantiene ahora, es c¨®mo se instrumentar¨¢ ese nuevo Gobierno europeo (?acaso no exist¨ªa ya un Gobierno econ¨®mico de los 17?), qu¨¦ poder real tendr¨¢ para hacer cumplir sus decisiones a los pa¨ªses del euro y qui¨¦n mandar¨¢ realmente en ese Ejecutivo: todos los pa¨ªses, o el eje franco-alem¨¢n. Tampoco quedaba claro qu¨¦ papel debe jugar en el futuro el Banco Central Europeo (de hecho, desde Alemania siguen criticando la decisi¨®n de Trichet de comprar deuda espa?ola e italiana).
Esas dudas llevaron a que la euforia de los pol¨ªticos europeos no se viera correspondida por la respuesta de los mercados, que recibieron a la baja la propuesta franco-alemana. Si a eso unimos los posteriores malos datos de crecimiento econ¨®mico de la mayor¨ªa de los pa¨ªses ricos (el fantasma de una segunda recesi¨®n ha vuelto a aparecer), las Bolsas europeas han sufrido un sever¨ªsimo castigo durante el mes de agosto.
Pero vayamos a las propuestas concretas. La primera de ellas consiste en crear un Consejo europeo, formado por los jefes de Estado y Gobierno de los 17 pa¨ªses miembros de la eurozona, que contar¨ªa con un presidente permanente (inicialmente Herman Van Rompuy). Se trata de elevar el rango del m¨¢ximo ¨®rgano de decisi¨®n econ¨®mica de la Europa del euro, hasta ahora formado por los ministros de Econom¨ªa y Finanzas. Bienvenida sea la propuesta, siempre que el Consejo sea efectivo y eficaz.
La segunda medida es el establecimiento solemne de la llamada "regla de oro" del equilibrio presupuestario. Se trata de incluir en las Constituciones de los 17 un compromiso firme de disciplina fiscal, al estilo del alem¨¢n (l¨ªmite de d¨¦ficit fiscal del 0,35% del PIB a partir de 2016). La propuesta parece correcta, por lo que supone de mensaje potente a los mercados de que los pa¨ªses del euro van a sanear de una vez para siempre sus finanzas.
El problema es c¨®mo se materializan esas cl¨¢usulas en las distintas Constituciones europeas, sin que suponga un cors¨¦ excesivo para las pol¨ªticas fiscales de cada pa¨ªs; sobre todo, para los pa¨ªses m¨¢s endeudados, que necesitan volver cuanto antes a la senda del crecimiento econ¨®mico. Guillermo de la Dehesa llegaba a decir el 21 de agosto en estas mismas p¨¢ginas que esta medida "solo ser¨ªa viable si el ¨¢rea euro fuese un Estado federal, en el que sus Estados miembros est¨¦n sujetos a d¨¦ficit cero, siendo el Estado federal el que hiciera una pol¨ªtica fiscal contrac¨ªclica". Claramente, tiene raz¨®n, teniendo en cuenta la asimetr¨ªa entre los 17.
Por eso, el planteamiento consensuado en Espa?a, por el que la Constituci¨®n recoger¨ªa el compromiso general de estabilidad presupuestaria y la cifra del tope de d¨¦ficit se establecer¨ªa en una ley org¨¢nica posterior, dota a los Gobiernos sucesivos de una flexibilidad suficiente para poder plantear su pol¨ªtica econ¨®mica y fiscal.
Otras medidas m¨¢s discutibles son el establecimiento de un impuesto sobre las transacciones financieras (una especie de tasa Tobin a la europea, dif¨ªcil de explicar a los mercados si no se plantea de forma global), la armonizaci¨®n del impuesto de sociedades y un control estricto sobre los pa¨ªses de reciben fondos comunitarios, que podr¨ªan ser "requisados" si no cumplen sus compromisos fiscales. Sobre esta ¨²ltima medida, parece claro que la retirada de esos fondos a los pa¨ªses intervenidos supondr¨ªa su hundimiento definitivo.
Lo que olvidaron Merkozy y Sarkel en su agenda de trabajo fueron dos acciones que ayudar¨ªan, sin duda, a devolver la tranquilidad a los mercados mientras se van asentando los cambios estructurales en el modelo de Gobierno europeo: la emisi¨®n de eurobonos y la ampliaci¨®n del fondo de rescate europeo. Volvemos a la idea de los bomberos que antes de echar agua al fuego se ponen a discutir las causas del incendio, mientras este se propaga con fuerza.
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