El mundo homenajea a Steve Jobs como el revolucionario de la era digital
El adi¨®s del cofundador de Apple a los 56 a?os, v¨ªctima de un c¨¢ncer, provoca en Estados Unidos una conmoci¨®n similar a la muerte de un presidente
La desaparici¨®n de Steve Jobs es para Estados Unidos una p¨¦rdida nacional cuyo ¨²nico antecedente comparable es el de John Kennedy, por la emoci¨®n que ha generado y su trascendencia universal. Nunca un hombre de empresa hab¨ªa significado tanto en una naci¨®n cuyo car¨¢cter se ve perfectamente reflejado en la obra de Jobs, un visionario de la era digital, y en lo que ¨¦sta representa de aventura, innovaci¨®n y ¨¦xito. Los productos de Apple son mucho m¨¢s que un objeto comercial atractivo, son los s¨ªmbolos de una cultura popular cuya influencia se dejar¨¢ sentir durante d¨¦cadas. De ah¨ª la conmoci¨®n actual, extendida a todo el mundo, que desborda al dolor por la muerte de un sabio.
La muerte de Jobs, aunque previsible debido a la gravedad de la enfermedad que sufr¨ªa, sorprende a un mundo en medio de una crisis econ¨®mica e institucional que ha convertido a los banqueros y a los millonarios en objeto general de repudio. Tambi¨¦n en Estados Unidos, pese que ¨¦ste sea el pa¨ªs donde con m¨¢s naturalidad de puede hacer dinero.
Nunca un hombre de empresa hab¨ªa significado tanto en EE UU
Jobs es la otra cara del capitalismo financiero que irrita a la poblaci¨®n
Ning¨²n empresario ha sido capaz de conectar con sus clientes como ¨¦l
Cuando dej¨® la universidad, cre¨® un universo propio desde un garaje
Simpatizaba con causas progresistas, pero nunca hizo pol¨ªtica
La empresa sobrevive, pero la leyenda en torno a ella muere con Jobs
Jobs era un multimillonario y un ambicioso hombre de empresa que hab¨ªa triunfado en Wall Street, donde llev¨® las acciones de Apple de los 10 a los 400 d¨®lares. Ese no era, sin embargo, el objetivo de su labor. Jobs no trabajaba para obtener beneficios y tener satisfechos a sus accionistas; Jobs trabajaba para demostrar que era capaz de convertir sus visiones en realidad.
Jobs no va a pasar a la historia porque sus productos fueron un ¨¦xito comercial, que lo fueron, sino porque hicieron felices a la gente. No hay m¨¢s que recordar las caras con las que sal¨ªan de las tiendas los compradores del primer iPhone o el primer iPad para comprender hasta qu¨¦ punto eso era as¨ª.
La muerte de Steve Jobs se produce en un momento en que el capitalismo sufre la crisis m¨¢s grave en ochenta a?os y quiz¨¢ sirva de oportunidad para recapacitar sobre los pecados y las virtudes de este sistema econ¨®mico. Como record¨® ayer el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, un amigo de Jobs, esta crisis es el fruto de la codicia de empresas que, en lugar de cumplir con su funci¨®n de prestar y contribuir a crear riqueza, "se dedicaron a hacer dinero f¨¢cil con derivados y otros mecanismos incomprensibles". Cuanto m¨¢s oscuros los productos, mejor se esquivaban las regulaciones y m¨¢s dinero se hac¨ªa.
Jobs es la otra cara de ese capitalismo. Jobs es lo contrario de Lehman Brothers, Goldman Sachs y todas esas firmas que dominaban o siguen dominando el arte de hacer fortunas de la nada, sin generar algo tangible que lo justifique. Quiz¨¢ por esa raz¨®n, mientras los ejecutivos de esas compa?¨ªas han tenido que tomar medidas de seguridad para protegerse de las iras de la poblaci¨®n irritada, Jobs muere como un h¨¦roe popular.
?Qu¨¦ llamativo contraste que el movimiento de protesta contra el capitalismo generado en los ¨²ltimos d¨ªas en Nueva York se desarrolle, en parte, gracias a los inventos de una de las empresas que ha aparecido durante a?os a la cabeza entre las de mayores beneficios en este pa¨ªs! ?Qu¨¦ gigantesco m¨¦rito de este hombre el de ser objeto de la admiraci¨®n de los humildes, no por su sacrificio, sino por su triunfo!
"Jobs hizo lo que un consejero delegado deber¨ªa hacer: contrat¨® e inspir¨® a grandes personas, dirigi¨® con la vista puesta a largo plazo, no a la evoluci¨®n de las acciones en el pr¨®ximo trimestre, hizo grandes apuestas y tom¨® grandes riesgos. Jobs insisti¨® en productos de alta calidad y en construir cosas que dieran satisfacci¨®n y poder a quienes las compraban, no a los intermediarios o a sus directivos. Como a ¨¦l le gustaba decir, viv¨ªa a medio camino entre la tecnolog¨ªa y el arte", ha recordado Walter Mossberg, el especialista del diario The Wall Street Journal, que lo entrevist¨® en varias ocasiones. "Nunca nos han importado los n¨²meros", declar¨® el mismo Jobs en una ocasi¨®n, aunque sus n¨²meros de ventas, m¨¢srgenes, beneficios o revalorizaci¨®n en Bolsa de las acciones son la envidida de cualquier otra empresa.
Aunque se le ha comparado con Thomas Edison y con Henry Ford, ninguno de ellos consigui¨® conectar emocionalmente con los ciudadanos como lo ha hecho Steve Jobs. como muestran los homenajes de ayer en internet y en las tiendas de la empresa de millones de sus seguidores y clientes. No hay duda de que poner al alcance del p¨²blico la electricidad o el autom¨®vil son avances gigantescos. Pero Jobs facilit¨® progresos de similar trascendencia consiguiendo, al mismo tiempo, una vinculaci¨®n sentimental con ese producto. Por mucho que necesitemos el autom¨®vil, nadie se siente parte del universo cultural de General Motors. En cambio, un cliente de Apple es un militante de Apple.
Jobs es tambi¨¦n un precursor y, en ese sentido, su p¨¦rdida tiene igualmente un alto valor simb¨®lico en Estados Unidos. Jobs es uno de esos genios que despreci¨® el saber institucional de las escuelas de negocios. Dej¨® la universidad y cre¨® un mundo particular en un garaje de California. Otros hicieron gestas parecidas en su ¨¦poca, particularmente Bill Gates. Y otros le sucedieron en sus enso?aciones y gloria, entre ellos Mark Zuckerberg, el fundador de Facebook, o Larry Page y Sergey Brin, los creadores de Google.
Todos son parte de un mismo prop¨®sito transformador que convirti¨® a Silicon Valley en el centro del mundo y permiti¨® a Estados Unidos un liderazgo tecnol¨®gico sobre el que hoy se apoya una parte de su liderazgo pol¨ªtico, econ¨®mico y militar. Jobs y su obra han hecho m¨¢s por la imagen y el poder norteamericanos que miles de pol¨ªticos, diplom¨¢ticos o generales.
Su desaparici¨®n se produce precisamente cuando surgen s¨ªntomas preocupantes de que ese liderazgo se desvanece y de que nadie posee hoy en este pa¨ªs la credibilidad suficiente como para convencerle de la existencia de un futuro mejor.
Jobs no era un pol¨ªtico ni hizo nunca pol¨ªtica. Simpatizaba con causas progresistas, como la defensa del medio ambiente, y lleg¨® a hacer a amistad con Obama, como dec¨ªamos, o con el exvicepresidente Al Gore, a quien sum¨® a su consejo de administraci¨®n. Pero no eran los pol¨ªticos los que hac¨ªan fuerte al empresario, como ocurre en otras circunstancias y en otros pa¨ªses. Era Jobs, con su presencia, quien le daba poder a los pol¨ªticos, un hecho ins¨®lito en una democracia. La sola participaci¨®n de Jobs en un proyecto era la garant¨ªa de la solvencia de ese proyecto. Jobs contribuy¨® a hacer de Obama un pol¨ªtico cre¨ªble.
Es muy improbable que algunos de quienes les sucedan al frente de Apple alcancen alg¨²n d¨ªa semejante influencia. La empresa seguramente sobrevivir¨¢, pero la leyenda en torno a ella muere con Jobs.
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