Trajes para afrontar la que est¨¢ cayendo
La semana de la moda masculina de Par¨ªs apuesta por el pragmatismo para abordar las necesidades de una industria cada vez m¨¢s global
En dos d¨ªas, la semana de la moda de Par¨ªs ha mostrado casi 40 colecciones de una decena de nacionalidades (cuando la marca es francesa, tiene un dise?ador estadounidense, otro brit¨¢nico y su colecci¨®n se inspira en Jap¨®n... ?a qui¨¦n le damos los puntos?). Quedan otras dos jornadas y otras 40 colecciones para completar las presentaciones de la temporada masculina oto?o / invierno 2012. Una bonita ensalada en la que, antes de alcanzar el ecuador de la cita, ya se plantean algunas cuestiones. La primera es una reflexi¨®n sobre c¨®mo abordar las necesidades cada vez m¨¢s globales de esta industria. Pocas cosas resultan tan evidentes como que las casas europeas miran hoy a China, la gran esperanza para mantener sus cifras de crecimiento. El grupo Richemont, el segundo de lujo del mundo, subray¨® hace unos d¨ªas que su crecimiento de m¨¢s del 20% en el tramo final de 2011 est¨¢ impulsado por el fuerte desarrollo del mercado asi¨¢tico. Y es de suponer que habr¨¢ que fijarse en una realidad situada a muchos kil¨®metros de Par¨ªs para entender que una firma como Louis Vuitton, con la que est¨¢ cayendo, sue?e con vender algo tan extravagante como unos zapatos de astrac¨¢n.
De hecho, el segundo desfile de Kim Jones para Vuitton pone ¨¦nfasis en la moda como escenario de una quimera: el di¨¢logo creativo entre culturas. "Empec¨¦ observando el impacto de los extranjeros en la moda francesa", explica en sus notas el dise?ador brit¨¢nico, que reporta a Marc Jacobs, director art¨ªstico de la casa. "Particularmente, el mito de los americanos en Par¨ªs. Eso me llev¨® a pensar en las influencias cruzadas que han ocurrido desde el siglo XIX. Me interes¨® el impacto de los dise?adores japoneses en los a?os ochenta y c¨®mo empez¨® a desarrollarse la industria de la moda global".
Paul Poiret ya so?aba con Oriente en 1910 y en los a?os sesenta y setenta la moda en Par¨ªs se desmarc¨® como un veh¨ªculo para viajes imaginarios (como los de Andr¨¦ Courreg¨¨s o Saint Laurent) o biogr¨¢ficos (como el de Kenzo). En los ochenta, la ciudad se abri¨® a sensibilidades de otros lugares, con menci¨®n especial a los japoneses y los belgas. Pero la vocaci¨®n planetaria, que en origen era una forma de promover el intercambio cultural, ha terminado por quedar reducida a la imposici¨®n mercantil de unas mismas pautas para un ¨²nico y gigantesco mercado. Tiene su gracia que sea la m¨¢s global de las casas, Louis Vuitton, la que abogue por recuperar una cierta utop¨ªa, siquiera est¨¦tica, en la concepci¨®n de la moda como escenario de intercambio.
Desde posiciones menos dominantes, los dise?adores abordan el asunto de una forma distinta. Para empezar porque la profunda incertidumbre en la que viven les ha generado un irrefrenable deseo de proteger a sus consumidores. O, tal vez, piensan que eso es lo que los hombres les demandan hoy: un abrigo tan literal como metaf¨®rico. Metros y metros de tela envuelven a los modelos de Jean Paul Gaultier (que llevan sombreros para que ni sus cabezas est¨¦n desprotegidas), Rick Owens y Yohji Yamamoto. Adam Kimmel y Viktor & Rolf son m¨¢s obvios en su anhelo de amparo, ya que procuran a sus clientes trajes acolchados, hombreras y materiales resistentes hasta para las prendas de interior. La referencia a un sentido de la defensa m¨¢s rom¨¢ntico corre a cargo de Olivier Rousteing y el ej¨¦rcito de la Rusia imperial que convoca en Balmain.
Con permiso del amor, tal vez no haya nada m¨¢s universal que el miedo. En un momento en que somos m¨¢s conscientes que nunca de nuestra fragilidad, hay cierto consenso entre los dise?adores para ofrecer una respuesta simple y pragm¨¢tica ante la incertidumbre. Se llama traje. Se quiera sucumbir a la locura relativa de los estampados, como Dries Van Noten, o se entregue uno al nihilismo del negro, como Stefano Pilati en Yves Saint Laurent, el traje articula muchos de los discursos. Escasean las concesiones al vestir menos formal hasta el punto de que cuando Junya Watanabe saca a desfilar a hombres con camisa de cuadros y tirantes produce extra?eza. Hay que admitir que la imposici¨®n del uniformador traje implicar¨ªa el triunfo de la versi¨®n menos idealista de la moda como un escenario global. Pero ya veremos qu¨¦ pasa en las pr¨®ximas 40 colecciones.
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