1,38 millones de familias en paro, pero con hijos, hipotecas, deudas...
Una pareja de Torrej¨®n de Ardoz, ambos desempleados, cuentan c¨®mo es su d¨ªa a d¨ªa con cinco bocas que alimentar
Entre otras muchas sensaciones -a cual m¨¢s desagradable- la crisis en Espa?a ha generado, para buena parte de la poblaci¨®n, una zozobrosa sorpresa. Maria del Carmen Monsalve y Sergio Mart¨ªn nunca hubieran imaginado hace cuatro a?os, cuando ganaban casi 3.000 euros al mes, que tendr¨ªan que recibir comida de la caridad. Hoy no les queda m¨¢s remedio que hacerlo y todav¨ªa no se explican muy bien c¨®mo se ha llegado a esta situaci¨®n. Mantienen a tres hijas de 15, 13 y 10 a?os, respectivamente. Pagan una hipoteca y un coche. No tienen trabajo. Son una de las 1.386.000 familias con todos los miembros en paro que hay en Espa?a.
Pero era muy dif¨ªcil sospecharlo. Sergio trabajaba en la construcci¨®n y sol¨ªa ganar entre 1.500 y 2.000 euros al mes; Mari Carmen, en una agencia de viajes, aportaba alrededor de otros 1.000. Con algo m¨¢s de 20 a?os se casaron y se hipotecaron y poco despu¨¦s empezaron a pagar tambi¨¦n un coche. El banco se lo pon¨ªa f¨¢cil. No hab¨ªa motivos para tener miedo y las hijas no tardaron en llegar. "Claro, ?porque es que antes sobraba! Antes te echaban de alg¨²n sitio, o te ibas t¨², y en tres o cuatro d¨ªas estabas trabajando otra vez", dice Mari Carmen, exagerando. En 2008, sin embargo, despidieron a Sergio y nadie volvi¨® a contratarle. Algo llamado burbuja inmobiliaria acababa de estallar.
La todav¨ªa joven pareja (38 y 37 a?os) se acerca a una iglesia evangelista de Torrej¨®n de Ardoz (Madrid) para recoger un paquete de alimentos b¨¢sicos que les suministran a cambio de un euro. Hay misa y una especie de concierto en el que un grupo chileno canta dando gracias a Dios. Los alimentos se repartir¨¢n cuando la celebraci¨®n concluya. Mientras esperan, Sergio y Mari Carmen se plantean qui¨¦n ha tenido la culpa de todo, qui¨¦n deber¨ªa haber controlado esa burbuja, para que no estallara. "Los bancos, que han hecho lo que les ha dado la gana. Concediendo los cr¨¦ditos como los han concedido, vendiendo los pisos como los han vendido... pisos de segunda mano que se vend¨ªan por 50 millones y no los val¨ªan. Y el Gobierno, que lo ha permitido", afirma Mari Carmen.
Personas de diversa raza y edad dan palmas al ritmo de la m¨²sica del grupo que toca en la iglesia. Afuera, Sergio a?ade otro culpable a la situaci¨®n de paro y crisis: "La juventud, que no lucha". Surge inevitablemente la comparaci¨®n con otros pa¨ªses europeos en los que los j¨®venes han salido a la calle a reivindicar que ellos no son responsables de lo que les est¨¢ tocando pagar. Se habla tambi¨¦n del norte de ?frica, del mundo ¨¢rabe en ebullici¨®n. "El lunes hicimos aqu¨ª una manifestaci¨®n. ??ramos 40 personas! Es una verg¨¹enza; la gente est¨¢ sentada en su casa esperando a soportar lo que le venga", se queja Mari Carmen. "Por eso te doy graciaaaas... poooor hacerme inmortaaal", cantan los del grupo chileno. Poco despu¨¦s empieza el reparto de espaguetis, arroz, lentejas, yogures, mantequilla. Y se deposita en una hucha el euro de rigor.
Mari Carmen y Sergio regresan a casa. Ella suele cocinar mientras ¨¦l recoge del colegio a la hija m¨¢s peque?a. Las otras dos vuelven solas del instituto. Hora de comer y el paquete de macarrones, a la olla: con cinco bocas no se puede con menos. Adem¨¢s de lo que reciben en la iglesia, C¨¢ritas les da otro paquete mensual de alimentos. Pero esa ayuda solo dura seis meses, y ya est¨¢ a punto de terminarse. Entre los dos cobran 840 euros (cada uno los 420 que da el Gobierno a los parados que han acabado la prestaci¨®n por desempleo). La hipoteca, el coche, la luz, el agua y el resto de la comida que tienen que comprar se lo llevan casi todo. Se han olvidado de las vacaciones, pero tambi¨¦n de salir a tomar una copa o de llevar a sus hijas de vez en cuando a un restaurante. "No me siento nada bien d¨¢ndole cinco euros a mi hija de 15 a?os para el fin de semana. Pero ella sabe que las cosas est¨¢n muy mal y no se queja demasiado. Las tres son muy conscientes siempre y nada ego¨ªstas", dice su padre.
Al llegar la tarde, la madre se va al parque con la ni?a de 10 a?os; las otras dos hacen deberes o salen por el barrio con sus amigos. Sergio coge el coche (solo lo vender¨¢n cuando ya no les quede otro remedio), conduce 20 minutos hasta Coslada (Madrid) y asiste a un curso de formaci¨®n para manejar camiones, de cuatro de la tarde a diez de la noche. Por la ma?ana, a estudiar y a echar curr¨ªculos. Aunque no quedan muchas puertas a las que llamar. "Te sientes un fracasado, te sientes con depresi¨®n... lo pasas muy mal. No se lo quieres transmitir a tu familia, pero lo llevas dentro", asegura el padre. ?Alguna esperanza? "Claro que s¨ª, hay que sacar a la familia adelante. Pero la esperanza no es Esperanza Aguirre... ni Zapatero. Estos pol¨ªticos no nos van a sacar de aqu¨ª", insiste. ?Y qu¨¦ hay que hacer? "Unirse, movilizarse. Lo han hecho nuestros padres, nuestros abuelos", dice Sergio. Y a?ade Mari Carmen: "pero ahora ser¨¢n nuestros hijos o nuestros nietos los que tengan que recuperar los derechos que hemos perdido".
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