Brasil no es para principiantes
Los precios se disparan cada vez que hay un evento en Río de Janeiro
Si usted tiene previsto visitar Brasil en 2014 con motivo de la Copa del Mundo, organice el viaje cuanto antes o ahórrese el susto. La pauta la dio el pasado junio la Conferencia de la ONU sobre Desarrollo Sostenible Rio+20. Durante esos días, el sector hotelero carioca dio inequívocas se?ales de estar escasamente preparado para recibir los eventos que se avecinan (Mundial de 2014 y Juegos Olímpicos de 2016, aparte de una visita papal y una Copa Confederaciones en 2013). Es público y notorio que la mayoría de los hoteles de la ciudad más turística de Brasil no ofrece una buena relación calidad-precio: a menudo causa estupor el hecho de que unas instalaciones poco modernas y mal cuidadas se cobren al precio de los mejores hoteles de las capitales europeas.
El problema es que, aparte de los precios exorbitados, el oportunismo está a la orden del día. A tan solo unas semanas del reciente cónclave mundial (viajaron a Río más de cien jefes de Estado y de Gobierno con sus respectivas delegaciones, que, junto a organizaciones invitadas, empresarios y periodistas, sumaron un total aproximado de 50.000 visitantes) se confirmó la existencia de un cartel hotelero que cuando se lo propone puede convertir a Río de Janeiro en uno de los destinos turísticos más hostiles del planeta.
Todos quieren sacar partido del buen momento que vive la ciudad
El Gobierno brasile?o tuvo que intervenir drásticamente para deshacer los términos de una licitación ganada por la operadora turística Terramar que en la práctica suponía un monopolio en la venta de las plazas hoteleras de la ciudad durante los días del evento. La consecuencia del cuestionable concurso público fue que una habitación estándar de cualquier hotel de cinco estrellas se cobraba a una media de 750 euros por noche… ?con una reserva mínima de 10 noches! Fue entonces cuando estalló la bomba y la delegación del Parlamento Europeo, entre otras, amenazó con no asistir a la cumbre si el Ejecutivo de Brasilia no tomaba cartas en el asunto.
La actuación del Gobierno para desmontar el chiringuito de Terramar (que por ejercer de mero intermediario se embolsaba una comisión del 25% por noche vendida) provocó una caída automática de las tarifas hasta niveles más o menos digeribles (aunque aún excesivamente elevados).
Hay mucho que cambiar con vistas al Mundial y a los Juegos Olímpicos
El disparatado aumento de los precios de los hoteles cuando se avecinan eventos de asistencia masiva no es más que el reflejo de un cáncer extendido en la capital turística de Brasil: todo el mundo quiere sacar partido del buen momento que vive la ciudad, de la imagen de Río como nuevo punto candente del planeta, de la metrópoli tropical y paradisíaca de belleza indescriptible donde muchos querrían vivir. Lo comprobé el otro día buscando una nueva vivienda. La agencia inmobiliaria me informó de un precio y cuando visité el lugar, su propietaria reparó en mi acento extranjero. Sobre la marcha quiso aumentarme un 20% el valor dado previamente por el agente. Y cuando le pregunté el motivo obtuve esta respuesta: “Amigo, los precios en Río de Janeiro suben cada día”. El celebérrimo compositor Tom Jobim tenía una extraordinaria frase para explicar estas situaciones: “Brasil no es para principiantes”.
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