Tener un beb¨¦ sin volverse ?o?o y cursi es posible
"La ?o?er¨ªa es un mal end¨¦mico, un virus que busca los entornos con beb¨¦s igual que los piojos buscan las melenas", seg¨²n Ata Arr¨®spide, autor de "Padres no ?o?os", un manual did¨¢ctico para no volverse cursi ante la llegada de un hijo.
Esta obra, editada por Planeta, relata de manera divertida la aventura de tener hijos desde una perspectiva actual y paterna -el autor es padre de dos ni?os- y cuenta situaciones t¨ªpicas como los regalos "putada", la ropa empalagosa, las conversaciones monotema o hablar en bobo...
Arr¨®spide es un fen¨®meno en las redes sociales, y a ra¨ªz de su blog "el Patuco Feo" surgi¨® este libro como recopilaci¨®n y ampliaci¨®n de sus post m¨¢s desenfadados.
Todo comienza cuando los padres empiezan a hablar raro, con cosas como "bubububu" o "cuuuuchicuchicuchi" o t¨¦rminos del lenguaje com¨²n, pero pronunciados con un irritante tono cantar¨ªn, imposible de reproducir por escrito: "Pero qu¨¦ pas¨®¨®¨®¨®", "D¨®nde est¨¢ lo m¨¢s guapo de la cassssa", "Ay que me lo coooomooo"...
Adem¨¢s, comenta el escritor, en cuanto tienes hijos las conversaciones sobre ellos sustituyen a todos los dem¨¢s temas recurrentes y "uno empieza a sentirse como miembro de una secta".
A quienes se esmeran en ense?arles un vocabulario selecto, les advierte de que los cr¨ªos tienen una sospechosa tendencia a aprender las palabrotas mejor que las palabritas, y que si a un peque le repites cien veces la palabra "impresora" y una sola vez la palabra "puta", ser¨¢ esta ¨²ltima con la que se quede.
Arr¨®spide se?ala que "la opini¨®n" de los ni?os "no siempre coincide con la de los pedagogos" y, as¨ª, entre un peluche y un mando a distancia el beb¨¦ elige siempre esto ¨²ltimo.
En cuanto a los regalos, se refiere a cosas cursis y molestas como "cachivaches que emiten sonidos supuestamente relajantes", peluches de dimensiones desproporcionadas que "no caben en casa" y ropa que no "se la pondr¨ªas ni para ir a un casting de figurante en un cuadro de Vel¨¢zquez".
Por m¨¢s vueltas que le da, no encuentra "argumentos l¨®gicos que justifiquen la man¨ªa de llevar a los cr¨ªos disfrazados de pajes pijos".
El regalo "putada" estrella son, en su opini¨®n, las esclavas o "terribles pulseritas de oro", pese a que la Declaraci¨®n Universal de los Derechos Humanos proh¨ªbe todo tipo de esclavitud.
La actitud de las abuelas con los nietos es "la sublimaci¨®n de todas las ?o?er¨ªas", alega Arr¨®spide, quien esgrime que si esto fuese una disciplina acad¨¦mica, ellas ser¨ªan las decanas.
La est¨¦tica de g¨¦nero tambi¨¦n tiene cabida en el manual, porque si el beb¨¦ es ni?a, hay un recurso infalible que se resume en cuatro letras: "rosa", del que se ti?en los peleles, las capotas, los chupetes, el arrullo, los cubrecapazo, las cenefas, las guirnaldas, las camisitas y los canes¨²s, y otras cosas innecesarias.
Con los ni?os, el tema del color no es tan evidente, pero es fundamental aplicar la norma anterior a la inversa, nada de rosa, y, adem¨¢s, hay un icono que garantiza la masculinidad: el coche.
Por otra parte, analiza los cambios que parece exigir la presencia de un peque?o en casa. "Est¨¢ muy bien que, quien pueda, aproveche la excusa del beb¨¦ para cambiar el apartamento de 50 metros cuadrados por un chalet de 400. Pero una criatura de 50 cent¨ªmetros no justifica los 350 metros de m¨¢s", ironiza.
Otra de las infraestructuras blanco habitual de los progenitores tremendistas, seg¨²n el escritor, son aquellas referidas a medios de transporte, en concreto, al imprescindible monovolumen.
Arr¨®spide arremete contra quienes tienen la man¨ªa de regar a los beb¨¦s con perfume, es decir, echarles 5 litros de Nenuco que recuerdan al asfixiante "Chanel n?5" de una se?ora en el ascensor.
Importante es no dejarse influir por muchas necesidades creadas artificialmente y alude a excentricidades como el term¨®metro con GPS, el pijama que avisa si el beb¨¦ est¨¢ despierto, el capazo con airbags, el chupete de la NASA, el pelele con olor a placenta o el esterilizador de esterilizadores.
En el ¨¢mbito de la m¨²sica, bromea con que a los beb¨¦s, incluso cuando est¨¢n en el vientre materno, hay que ponerles Mozart -ni Bach, ni Liszt, ni Wagner- y cuando van creciendo, el paradigma musical son los Cantajuegos. En su opini¨®n, "pasar de Mozart a Cantajuegos es como dejar el convento para pasarse al porno".
"No cambi¨¦is, no cambi¨¦is", es el consejo estrella del escritor, quien argumenta que algunos parece que estaban esperando a tener hijos para sufrir una repentina metamorfosis que los transforma en personas mayores, y "abandonan con ella todo atisbo de sex appeal y coqueter¨ªa". Almudena Domenech
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