La perplejidad ante el populismo
Los dem¨®cratas deben hacer autocr¨ªtica, no fingir que radicalizar su mensaje resolver¨¢ sus problemas
Hillary Clinton gan¨® las elecciones del pasado d¨ªa ocho por m¨¢s de dos millones de votos, y probablemente ser¨ªa presidenta si el director del FBI no hubiese desvirtuado tanto las elecciones, tan solo unos d¨ªas antes de que se celebraran. Pero la votaci¨®n ni siquiera debi¨® haber estado re?ida; lo que le dio una sorprendente ventaja a Donald Trump fue el apoyo mayoritario de los blancos sin educaci¨®n superior. ?Qu¨¦ pueden hacer los dem¨®cratas para volver a ganarse al menos a algunos de esos votantes?
No hace mucho, Bernie Sanders daba una respuesta: los dem¨®cratas deber¨ªan "trascender la pol¨ªtica de la identidad". Lo que hace falta, seg¨²n ¨¦l, son candidatos que "planten cara a Wall Street, a las empresas aseguradoras, a las farmac¨¦uticas, y al sector de los combustibles f¨®siles".
Pero ?hay alguna raz¨®n para creer que esa estrategia funcionar¨ªa? Perm¨ªtanme exponer algunos motivos para dudarlo. Primero, una reflexi¨®n general: cualquiera que afirme que cambiar de postura servir¨¢ para ganar elecciones da por sentado que los ciudadanos conocer¨¢n esas posturas. ?C¨®mo va a ocurrir eso, si la mayor¨ªa de los medios de comunicaci¨®n se niegan a informar sobre asuntos pol¨ªticos fundamentales? Recuerden que, en el transcurso de la campa?a de 2016, las tres cadenas de noticias (CNN, Fox News y MSNBC) dedicaron, entre todas, un total de 35 minutos a asuntos pol¨ªticos. Por otra parte, dedicaron 125 minutos a los correos electr¨®nicos de Hillary Clinton.
Aparte de eso, el hecho es que los dem¨®cratas ya han intentado sacar adelante medidas que son mucho mejores para la clase trabajadora blanca que cualquier otra cosa que ofrezca el otro partido. Piensen en el este de Kentucky, una regi¨®n con mucha poblaci¨®n blanca que se ha beneficiado enormemente de las iniciativas de la era de Obama. F¨ªjense, en concreto, en el caso del condado de Clay, declarado hace unos a?os por el New York Times el lugar de Estados Unidos donde m¨¢s dif¨ªcil era la vida. Sigue siendo muy dif¨ªcil, pero al menos ahora la mayor¨ªa de sus habitantes tienen seguro m¨¦dico: seg¨²n c¨¢lculos independientes, el porcentaje de personas sin seguro se ha reducido del 27% en 2013 al 10% en 2016. Eso ha sido fruto de una ley que Clinton promet¨ªa preservar y ampliar, pero que Trump prometi¨® destruir.
Trump consigui¨® el 87 % de los votos en el condado de Clay.
Ahora bien, me podr¨ªan decir que los seguros m¨¦dicos est¨¢n bien, pero que lo que la gente quiere es un buen trabajo. Hay varias cuencas carbon¨ªferas en el este de Kentucky, y Trump, a diferencia de Clinton, ha prometido recuperar los puestos de trabajo del sector minero. (Adi¨®s a la idea de que los dem¨®cratas necesitan un candidato que plante cara al sector de los combustibles f¨®siles).
Sin embargo, es una promesa sin sentido. ?Ad¨®nde se han ido los puestos de trabajo de las minas de carb¨®n de los Apalaches? No se han perdido por la competencia desleal de China ni de M¨¦xico. Al contrario, van erosion¨¢ndose desde hace d¨¦cadas a medida que la producci¨®n carbon¨ªfera estadounidense ha pasado de las minas subterr¨¢neas a las explotaciones a cielo abierto (que requieren muchos menos trabajadores). El empleo en el sector del carb¨®n alcanz¨® su punto m¨¢ximo en 1979, pero cay¨® r¨¢pidamente durante la ¨¦poca de Reagan, y en 2007 se hab¨ªa reducido a menos de la mitad. Nada de esto es reversible.
?Es el caso de esta antigua regi¨®n carbonera una excepci¨®n? Lo cierto es que no. A diferencia del declive del carb¨®n, parte de la ca¨ªda del empleo en el sector manufacturero puede atribuirse al aumento del d¨¦ficit comercial, pero incluso en este caso, se trata solo de una peque?a parte de la historia. Nadie puede prometer de manera cre¨ªble la recuperaci¨®n de los antiguos puestos de trabajo; lo que s¨ª se puede prometer ¡ªy Clinton lo hizo¡ª son cosas como una asistencia sanitaria garantizada y un salario m¨ªnimo m¨¢s alto. Pero los blancos de clase trabajadora han votado mayoritariamente a pol¨ªticos que prometen destruir esos logros.
?Qu¨¦ es lo que ha pasado aqu¨ª? En parte, puede que la respuesta sea que Trump no ha tenido reparos en mentir sobre lo que pod¨ªa lograr. De haber sido as¨ª, es posible que se produzca una reacci¨®n violenta cuando los puestos de trabajo en los sectores del carb¨®n y la industria no regresen, y los seguros m¨¦dicos desaparezcan. Pero puede que no. Tal vez, el Gobierno de Trump logre conservar a sus seguidores, pero no mejorando su calidad de vida, sino alimentando su resentimiento.
Porque, seamos serios: no se pueden explicar los votos de sitios como el condado de Clay diciendo que son una respuesta a las discrepancias en materia de pol¨ªtica comercial. La ¨²nica forma de encontrarle un sentido a lo que ha pasado es ver el voto como una expresi¨®n de, bueno, la pol¨ªtica basada en la identidad; una mezcla de resentimiento blanco contra lo que los votantes consideran favoritismo hacia los no blancos (aunque no lo sea) y c¨®lera de los menos cultos hacia las ¨¦lites progresistas que, seg¨²n creen ellos, los miran por encima del hombro.
Para ser sincero, no comprendo del todo ese resentimiento. En concreto, no s¨¦ por qu¨¦ un desd¨¦n progresista imaginado inspira mucha m¨¢s c¨®lera que el muy real desd¨¦n de los conservadores, que ven la pobreza de sitios como el este de Kentucky como un reflejo de la ineptitud personal y moral de sus habitantes. Sin embargo, una cosa est¨¢ clara: los dem¨®cratas tienen que averiguar por qu¨¦ la clase trabajadora blanca acaba de votar mayoritariamente en contra de sus propios intereses econ¨®micos, y no fingir que un poco m¨¢s de populismo resolver¨¢ el problema.
Paul Krugman es premio Nobel de Econom¨ªa.
? The New York Times Company, 2016.
Traducci¨®n de News Clips.
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