El socialismo de los tontos
M¨¢s de una generaci¨®n de crecimiento desigual ha creado una fuerte necesidad de encontrar chivos expiatorios
Seg¨²n la teor¨ªa econ¨®mica convencional, la globalizaci¨®n tiende a ¡°beneficiar a todos¡±, y tiene escaso efecto en la amplia distribuci¨®n de ingresos. Pero ¡°globalizaci¨®n¡± no es lo mismo que eliminaci¨®n de aranceles y otras barreras a las importaciones que confieren ventajas de captaci¨®n de renta a productores dom¨¦sticos pol¨ªticamente influyentes. Como frecuentemente se?ala el economista Dani Rodrik de la Universidad de Harvard, la teor¨ªa econ¨®mica predice que eliminar los aranceles y las barreras no arancelarias efectivamente produce ganancias netas; pero tambi¨¦n se traduce en grandes redistribuciones, donde eliminar barreras m¨¢s peque?as genera redistribuciones mayores en relaci¨®n a las ganancias netas.
La globalizaci¨®n, para nuestros fines, es diferente. Se la deber¨ªa entender como un proceso en el cual el mundo se vuelve cada vez m¨¢s interconectado a trav¨¦s de progresos tecnol¨®gicos que hacen bajar los costes del transporte y las comunicaciones.
Sin duda, esta forma de globalizaci¨®n permite que los productores extranjeros exporten bienes y servicios a mercados lejanos a un coste m¨¢s bajo. Pero tambi¨¦n abre los mercados exportadores y reduce los costes para la otra parte. Y, a fin de cuentas, los consumidores reciben m¨¢s por menos.
De acuerdo con la teor¨ªa econ¨®mica est¨¢ndar, la redistribuci¨®n s¨®lo se produce cuando las exportaciones de un pa¨ªs exigen factores de producci¨®n inmensamente diferentes de sus importaciones. Pero, en la econom¨ªa global de hoy, esas diferencias no existen.
En Estados Unidos, un excedente de la balanza de pagos en las finanzas significa que m¨¢s norteamericanos ser¨¢n empleados como obreros de la construcci¨®n, productores de bienes de capital, enfermeros y asistentes de salud a domicilio. De la misma manera, un excedente en los servicios significa que m¨¢s norteamericanos trabajar¨¢n no s¨®lo como consultores con un alto nivel educativo (y bien remunerados) en nidos de acero y cristal, sino tambi¨¦n, por ejemplo, como porteros y personal de limpieza en moteles a las puertas del Parque Nacional Yellowstone.
Al mismo tiempo, un d¨¦ficit en la manufactura puede crear m¨¢s empleos industriales en el exterior, en pa¨ªses donde los costes de mano de obra son bajos en relaci¨®n al capital; pero destruye relativamente pocos empleos en Estados Unidos, donde la manufactura ya es una industria de utilizaci¨®n muy intensiva de capital. Como ha venido se?alando el economista Robert Hall de la Universidad de Stanford durante tres d¨¦cadas, hay m¨¢s norteamericanos que se dedican a vender coches que a fabricarlos. Las materias primas que Estados Unidos importa del exterior representan una cantidad significativa de mano de obra relativamente no cualificada, pero no desplazan mucha mano de obra en Estados Unidos.
De modo que, al menos en teor¨ªa, el giro en el empleo de Estados Unidos de las l¨ªneas de montaje a la construcci¨®n, servicios y cuidado de la salud puede haber tenido un impacto en la distribuci¨®n general del ingreso en t¨¦rminos de g¨¦nero, pero no en t¨¦rminos de clase. ?Por qu¨¦, entones, ha habido semejante resistencia pol¨ªtica a la globalizaci¨®n en el siglo XXI? Percibo cuatro razones.
La primera y principal: a los pol¨ªticos les resulta f¨¢cil culpar de los problemas de un pa¨ªs a los extranjeros e inmigrantes que no votan. En 1890, los pol¨ªticos en el Imperio de Habsburgo sol¨ªan culpar a los jud¨ªos de varios males socioecon¨®micos. El disidente austr¨ªaco Ferdinand Kronawetter sentenci¨®: ¡°Der Antisemitismus ist der Sozialismus der dummen Kerle¡±, el antisemitismo es el socialismo de los tontos. Lo mismo podr¨ªa decirse de la antiglobalizaci¨®n hoy.
Segundo, m¨¢s de una generaci¨®n de crecimiento econ¨®mico desigual y m¨¢s lento de lo esperado en el Norte global ha creado una fuerte necesidad pol¨ªtica y psicol¨®gica de encontrar chivos expiatorios. La gente quiere un discurso simple que explique por qu¨¦ no se est¨¢n beneficiando con la prosperidad que alguna vez les prometieron, y por qu¨¦ existe una brecha tan grande y creciente entre una clase cada vez m¨¢s rica y todos los dem¨¢s.
Tercero, el ascenso econ¨®mico de China coincidi¨® con un per¨ªodo en el cual el Norte global se esforzaba por alcanzar el pleno empleo. Contrariamente a lo que siempre han dicho los seguidores de Friedrich von Hayek y Andrew Mellon, los reajustes econ¨®micos no suceden cuando las quiebras provocan una salida de mano de obra y capital de industrias de baja productividad y baja demanda, sino m¨¢s bien cuando las ¨¦pocas de bonanza introducen mano de obra y capital en industrias de alta productividad y alta demanda.
En consecuencia, el neoliberalismo no s¨®lo requiere de mercados abiertos y competitivos, cambio global y estabilidad de precios. Tambi¨¦n depende del pleno empleo y de los per¨ªodos de bonanza casi permanentes, como hab¨ªa advertido el economista John Maynard Keynes en los a?os 1920 y 1930. En las ¨²ltimas d¨¦cadas, el orden neoliberal no logr¨® ofrecer ninguna de estas condiciones, muy probablemente porque hacerlo habr¨ªa resultado imposible inclusive si se hubieran implementado las mejores pol¨ªticas.
Cuarto, los responsables de las pol¨ªticas no hicieron lo suficiente para compensar esta deficiencia con una redistribuci¨®n econ¨®mica y geogr¨¢fica y pol¨ªticas sociales m¨¢s agresivas. Cuando el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, recientemente les dijo a los neoyorquinos del norte del Estado que deb¨ªan irse de la regi¨®n y buscar empleos en otra parte, se hizo eco de lo que dec¨ªan pol¨ªticos de centro-derecha de la generaci¨®n pasada en el Norte global.
Los actuales dilemas pol¨ªticos y econ¨®micos del Norte global no son tan diferentes de los de los a?os 1920 y 1930. Como Keynes observ¨® entonces, la clave es producir y mantener el pleno empleo, y en ese momento la mayor¨ªa de los otros problemas habr¨¢n desaparecido.
Y, como sosten¨ªa el economista austro-h¨²ngaro Karl Polanyi, es responsabilidad del gobierno garantizar los derechos socioecon¨®micos. La gente cree que tiene derecho a vivir en comunidades saludables, tener ocupaciones estables y ganar un salario decente que aumente con el tiempo. Pero estos supuestos derechos no surgen naturalmente de los derechos de propiedad y de los recursos cada vez m¨¢s escasos ¡ªlas monedas del reino neoliberal¡ª.
Ya han pasado diez a?os desde la crisis financiera global y el inicio de la Gran Recesi¨®n en el Norte global. Los gobiernos todav¨ªa no han sabido reparar el da?o generado por esos acontecimientos. Si no lo hacen pronto, los ¡°ismos¡± de los tontos seguir¨¢n causando estragos en las pr¨®ximas d¨¦cadas.
J. Bradford Delong, ex subsecretario adjunto del Tesoro de Estados Unidos, es profesor de Econom¨ªa en la Universidad de California en Berkeley y socio de investigaci¨®n en la Oficina Nacional de Investigaci¨®n Econ¨®mica.
? Project Syndicate, 2017. www.project-syndicate.org
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