Que coman papel de cocina
El tratamiento que Trump y los republicanos dan a Puerto Rico es extremadamente bochornoso
La situaci¨®n en Iowa sigue siendo espeluznante. M¨¢s de la tercera parte de la poblaci¨®n carece de agua potable desde hace tres semanas, y las enfermedades transmitidas por el agua contaminada parecen estar propag¨¢ndose. Solo la sexta parte de la poblaci¨®n dispone de electricidad. El sistema sanitario est¨¢ en ruinas, y el hambre pura y dura podr¨ªa ser un problema en algunas zonas aisladas.
Por fortuna, las autoridades federales hacen todo lo posible por ayudar a estos ciudadanos afligidos. El presidente ha dado m¨¢xima prioridad a la ayuda humanitaria, elogiando al mismo tiempo los heroicos esfuerzos de los residentes de Iowa para ayudarse unos a otros. Y la generosa ayuda, promete, se mantendr¨¢ mientras sea necesario.
Vale, he mentido. La terrible situaci¨®n que acabo de describir se est¨¢ dando en Puerto Rico, no en Iowa (que tiene aproximadamente el mismo n¨²mero de habitantes). Y mi optimista retrato de la respuesta federal ¡ªque podr¨ªa haber sido as¨ª si esta pesadilla estuviese teniendo lugar efectivamente en Iowa¡ª es lo opuesto a la verdad. Lo que estamos viendo en realidad es traicionar y abandonar a tres millones y medio de nuestros compatriotas.
Es dif¨ªcil evaluar con exactitud la respuesta de emergencia inicial al hurac¨¢n Mar¨ªa, aunque hay varios indicios de que fue tristemente insuficiente, muy por debajo de la respuesta dada a desastres naturales en otras partes de Estados Unidos. Lo que est¨¢ claro, sin embargo, es que la recuperaci¨®n ha sido dolorosamente lenta, y que la vida de muchos residentes empeora de hecho a medida que los efectos de la escasez de energ¨ªa el¨¦ctrica, de agua y de alimentos empiezan a pasar factura.
Y parece que el Gobierno de Trump trata cada vez m¨¢s esta tragedia como una cuesti¨®n de relaciones p¨²blicas, algo de lo que hay que sacar partido pol¨ªtico ¡ªculpando en parte a las v¨ªctimas¡ª?y no como un problema urgente que hay que resolver.
Desde el principio, Donald Trump ¡ªque literalmente parece creerse digno de elogio por arrojarle unos cuantos rollos de papel de cocina a una multitud¡ª ha dado a entender que Puerto Rico es responsable de su propio desastre, y ha menospreciado sistem¨¢ticamente los esfuerzos de sus ciudadanos por ayudarse unos a otros.
A comienzos de semana, por ejemplo, tuite¨® un video que daba una imagen positiva de los esfuerzos de recuperaci¨®n, muy distinta a la que ofrec¨ªa la mayor parte de las informaciones independientes, y en el que aparec¨ªan muy pocos puertorrique?os. Y como se?alaba The Washington Post, la edici¨®n del v¨ªdeo es de lo m¨¢s reveladora: un segmento mostraba a trabajadores del Servicio Forestal de Estados Unidos limpiando una carretera, pero la cinta se interrump¨ªa justo antes de que el agente entrevistado elogiase los esfuerzos de los residentes: ¡°Los ciudadanos de Puerto Rico han realizado un trabajo extraordinario a la hora de limpiar las carreteras para que pudiese llegar la ayuda necesaria¡±.
Por lo visto, el que los puertorrique?os se porten como es debido no encaja con la narrativa oficial. Por otro lado, desde que sucedi¨® el desastre, Trump tard¨® casi tres semanas en pedir ayuda econ¨®mica al Congreso, y lo que solicit¨® fueron pr¨¦stamos, no subvenciones, algo que, teniendo en cuenta que el territorio est¨¢ de hecho en quiebra, provoca estupor.
Y est¨¢ tambi¨¦n lo del jueves por la ma?ana, cuando Trump volvi¨® a culpar a Puerto Rico de su propio desastre y pareci¨® amenazar con cortar la colaboraci¨®n de la Agencia Federal de Gesti¨®n de Emergencias y del Ej¨¦rcito.
Para que quede claro: Puerto Rico atravesaba graves dificultades financieras y econ¨®micas antes incluso del hurac¨¢n, y parte de esas dificultades reflejaba una mala gesti¨®n. Pero la mayor parte era tambi¨¦n reflejo de los cambios en la econom¨ªa mundial ¡ªpor ejemplo, la creciente competencia de los pa¨ªses latinoamericanos¡ª reforzada por las pol¨ªticas impuestas por Washington, como el fin de una exenci¨®n fiscal fundamental y la aplicaci¨®n forzosa de la Ley Jones, que obliga a depender exclusivamente de las caras empresas de transporte estadounidenses.
Y Puerto Rico no es ni mucho menos la ¨²nica regi¨®n de Estados Unidos que sufre dificultades debido al cambio econ¨®mico mundial, y estas regiones cuentan normalmente con el apoyo federal para ayudar a paliar el problema. ?C¨®mo creen que estar¨ªa Virginia Occidental si los sistemas de Medicare y Medicaid no atendiesen al 44% de la poblaci¨®n? Aparte de los miles de personas que afrontar¨ªan la ruina econ¨®mica o la muerte prematura, ?qu¨¦ ocurrir¨ªa con los puestos de trabajo en la sanidad y la asistencia social, que emplean al 16% de la poblaci¨®n activa del estado, muchos m¨¢s que la miner¨ªa del carb¨®n?
En cualquier caso, todo esto deber¨ªa ser irrelevante. El hecho simple es que millones de compatriotas est¨¢n soportando una cat¨¢strofe. ?C¨®mo podemos abandonarlos en tiempos de necesidad?
Buena parte de la respuesta reside, sin duda, en la habitual palabra de cuatro letras: raza. Sin duda, los puertorrique?os recibir¨ªan mejor trato si fuesen, digamos, de ascendencia noruega.
Pero seamos justos: mientras usted lee esto, Trump trabaja tambi¨¦n para destruir la atenci¨®n sanitaria a millones de estadounidenses m¨¢s, muchos de ellos blancos no hispanos de clase obrera, los mismos que lo votaron tan abrumadoramente. Yo no llegar¨ªa a llamarlo un monstruo de la igualdad de oportunidades ¡ªclaramente tiene una animosidad especial contra las minor¨ªas¡ª pero su egocentrismo y su completa falta de empat¨ªa se prodigan de manera muy general.
Sea cual sea la mezcla de motivos, lo que est¨¢ ocurriendo en Puerto Rico es extremadamente bochornoso. Y todo aquel que permita el r¨¦gimen que perpet¨²a esta verg¨¹enza tiene parte de la culpa.
Paul Krugman es premio Nobel de Econom¨ªa.
? The New York Times Company, 2017.
Traducci¨®n de News Clips.
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