Empresas con prop¨®sito (y rentabilidad)
Los despidos masivos son, en muchos casos, la soluci¨®n f¨¢cil adoptada por malos directivos, bien pagados
?Deben los directivos tener como ¨²nico objetivo de sus empresas aumentar la riqueza de sus accionistas, o han de considerar a otros actores (stakeholders) interesados en la sostenibilidad a largo plazo de la empresa: empleados, proveedores, clientes, comunidad en que se inserta la empresa? De la respuesta a esta cuesti¨®n no s¨®lo depende el futuro de la empresa, sino tambi¨¦n de la sociedad y la democracia, porque no son piezas aisladas.
La visi¨®n dominante es la ¡°doctrina Friedman¡±, en recuerdo del conocido economista norteamericano Milton Friedman: ¡°El ¨²nico prop¨®sito social de las empresas es aumentar sus beneficios¡± (¡°the one and only social purpose of business is to increase its profits¡±).
La rentabilidad es indispensable, dado que sin ella no se pueden perseguir otros objetivos ni hacer sostenible la empresa. Pero la derivaci¨®n de esta doctrina consistente en ¡°maximizar el valor para los accionistas¡± est¨¢ detr¨¢s de los esc¨¢ndalos corporativos de las ¨²ltimas d¨¦cadas. No s¨®lo esc¨¢ndalos en el sector financiero y bancario, sino en sectores industriales y de servicios. Esc¨¢ndalos que incluyen la proclividad de algunos altos directivos y gobiernos corporativos a abordar los necesarios cambios y ajustes empresariales mediante despidos masivos que, en muchos casos, son la soluci¨®n f¨¢cil adoptada por malos directivos, bien pagados.
Es tentador pensar que estos esc¨¢ndalos son casos aislados, debidos a negligencia profesional o corrupci¨®n. Pero como analizaba con acierto hace poco The Economist, un medio nada sospechoso de veleidades anticapitalistas, no es as¨ª, sino que se trata de una pr¨¢ctica que se ha convertido en una enfermedad del capitalismo contempor¨¢neo. Y como tal hay que tratarla.
Directivos y empresarios han de reconocer que esos esc¨¢ndalos y la b¨²squeda de la rentabilidad mediante soluciones que hacer recaer el coste sobre los empleados y la comunidad est¨¢n detr¨¢s del malestar social. La frustraci¨®n causada por los salarios estancados, las elevadas retribuciones y pensiones de los directivos, los despidos masivos, el miedo a los efectos de la tecnolog¨ªa sobre el empleo y la incertidumbre respecto al futuro est¨¢n avivado el resentimiento y la ira de la poblaci¨®n. La derivada pol¨ªtica de ese malestar social es el populismo, el nacionalismo y la xenofobia.
No estoy planteando una causa general contra las corporaciones. Sin duda, han hecho grandes contribuciones a la prosperidad y al crecimiento. Pero hoy se las asocia al aumento de las desigualdades sociales y al deterioro de las comunidades locales. Las corporaciones no han estado a la altura de lo que se esperaba.
Pero no todo es negativo. Por un lado, la ecolog¨ªa del capitalismo es variada. Como en la selva, hay depredadores, pero tambi¨¦n actores cooperadores que buscan conciliar el inter¨¦s particular con el inter¨¦s general. Hay, adem¨¢s, movimientos de renovaci¨®n moral, tanto desde dentro del capitalismo como desde fuera. Me sorprende gratamente ver como los conservadores brit¨¢nicos debaten sobre ¡°el buen y el mal capitalismo¡±. Y ver como desde ¨¢mbitos acad¨¦micos, en algunos casos muy pr¨®ximos al liberalismo econ¨®mico, como la escuela de econom¨ªa de Chicago, se defiende la reinvenci¨®n de las corporaciones para ¡°salvar al capitalismo de los capitalistas¡±.
La sociedad, angustiada por la incapacidad de los gobiernos para dar soluciones adecuadas, vuelve la vista hacia las empresas esperando que aborden asuntos sociales y econ¨®micos apremiantes como el cambio clim¨¢tico, la desigualdad de g¨¦nero y racial, la formaci¨®n de los trabajadores o la prosperidad de las comunidades en que las empresas desarrollan sus actividades.
Necesitamos directivos con liderazgo capaces de responder a las demandas de los ¡°stakeholders¡± para incorporar asuntos sociales y pol¨ªticos sensibles que hasta ahora estaban fuera de sus modelos de gesti¨®n. Necesitamos un nuevo contrato social de la empresa que permita ver estos objetivos sociales no como una carga que penaliza la rentabilidad sino como una v¨ªa para fortalecer el compromiso de los empleados y la comunidad con la empresa. Una encuesta de la consultora Deloitte a los ¡°milenials¡±, que constituyen el 35 % de la fuerza laboral, dio como resultado que un 63 % quiere trabajar en empresas cuyo prop¨®sito sea ¡°mejorar la sociedad¡± y no s¨®lo ¡°generar rentabilidad¡±.
Este prop¨®sito, en palabras de Larry Fink, fundador y presidente de BlackRock, uno de los mayores fondos de inversi¨®n del mundo, ¡°no es un simple eslogan o una campa?a de marketing, es el motivo fundamental de la existencia de la empresa, lo que esta hace todos los d¨ªas con el fin de crear valor para sus stakeholders (...). El prop¨®sito no es ¨²nicamente la b¨²squeda de la rentabilidad, sino la fuerza que impulsa a lograrla¡±.
Se trata de cambiar el principio de ¡°maximizar el valor para los accionistas¡± por el de ¡°maximizar el valor para la sociedad¡±. Hay muchas empresas que ya han incorporado ese prop¨®sito social a sus modelos de negocio. Y son muy rentables. Las necesitamos para construir una sociedad decente y una democracia estable.
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