Senderos que se bifurcan
Nuestro elevado ¡ªy creciente¡ª nivel de desigualdad tiene su origen en el equilibrio pre-distributivo
En 1941 Jorge Luis Borges escribi¨® El jard¨ªn de los senderos que se bifurcan, un cuento en el que uno de sus personajes nos recuerda que cuando se elige entre diversas alternativas se renuncia al resto de futuros que hubieran podido existir. En el cuento hay otro protagonista ¨Cel sabio Ts¡¯ui Pen¡ª capaz de retener siempre todas las opciones, creando infinitos escenarios en los que, como en un laberinto, se entremezclan hasta el infinito el pasado, el presente y el futuro. Una forma de leer el cuento es que si las decisiones del pasado no condicionan ni el presente ni el futuro, para salir del laberinto lo ¨²nico que hay que hacer es empe?arse lo suficiente y persistir todo el tiempo que sea necesario. En alg¨²n momento, lo que buscamos emerger¨¢.
En econom¨ªa esta creencia es falsa o, como dir¨ªa Borges, cuanto menos incompleta. Tomen el caso de la productividad y la desigualdad. Buena parte de las propuestas que se hacen para mejorar el crecimiento o reducir la desigualdad en los pa¨ªses desarrollados parecen descansar en la convicci¨®n de que para cualquier nivel de desigualdad existe una combinaci¨®n de transferencias monetarias e impuestos que, sin afectar el crecimiento, permite restaurar el nivel deseado de cohesi¨®n. Impl¨ªcitamente parece asumirse que primero se produce y luego se redistribuye. Aunque esta visi¨®n secuencial de la econom¨ªa puede resultar muy ¨²til para tranquilizar conciencias, no es lo que ocurre en la econom¨ªa real. La eficiencia y la equidad se determinan conjunta y simult¨¢neamente. Adem¨¢s, la pre-distribuci¨®n que surge del mercado ¡°libre¡± solo se puede alterar parcialmente con impuestos y transferencias monetarias.
Se puede medir esa limitada capacidad de reducci¨®n de la desigualdad v¨ªa redistribuci¨®n comparando los ¨ªndices de Gini antes y despu¨¦s de impuestos. En la OCDE el promedio en 2014 de reducci¨®n de la desigualdad que esas pol¨ªticas consiguieron fue de un 27%, pero con una gran dispersi¨®n: en Irlanda la redujeron un 41% mientras que en Chile apenas se lograba un 5%.
Parte de las diferencias se explican por el tama?o del gasto social ¡ªque en, promedio, es el responsable del 80% de la mitigaci¨®n de la desigualdad¡ª, si bien en los pa¨ªses en los que se redistribuye poco ¡ªEE UU, Jap¨®n o Israel¡ª los impuestos tienen un protagonismo mayor. Seg¨²n los datos del Observatorio sobre el reparto de los impuestos y las prestaciones monetarias entre los hogares espa?oles, un estupendo trabajo de Julio L¨®pez Laborda, Carmen Mart¨ªn y Jorge Onrubia para Fedea en base a los datos de las Encuesta de Presupuestos Familiares y de la Encuesta de Condiciones de Vida, las prestaciones monetarias redujeron el ¨ªndice de Gini un 29%, el IRPF en un 7%, y tanto los impuestos indirectos como las contribuciones sociales fueron regresivos, en el ¨²ltimo caso por la existencia de bases m¨ªnimas de cotizaci¨®n. De hecho, seg¨²n el estudio, el tipo medio efectivo total del 20% m¨¢s pobre de la poblaci¨®n s¨®lo es superado por el que soporta el 10% de los espa?oles m¨¢s ricos.
La importancia de dise?ar las pol¨ªticas usando la evidencia disponible y no el voluntarismo se pone a¨²n m¨¢s de manifiesto cuando se advierte que, con el mismo nivel de inversi¨®n social, se puede acabar teniendo tasas de desigualad muy distintas ¡ªpor ejemplo, Italia y Dinamarca invierten el mismo porcentaje del PIB, un 28%, pero la desigualdad de renta disponible en Italia es un 30% superior a la danesa¡ª y, sobre todo, cuando se constata que desde hace dos d¨¦cadas en la mayor¨ªa de pa¨ªses de la OCDE est¨¢ cayendo la capacidad de estas pol¨ªticas para reducir la desigualdad entre la poblaci¨®n en edad de trabajar.
En Espa?a, la reducci¨®n de la prestaci¨®n media por desempleo y el peso reducido que por dise?o tienen las restantes transferencias monetarias se est¨¢n aliando con la demograf¨ªa para convertir a las pensiones en las responsables del 80% de la redistribuci¨®n que somos capaces de lograr con nuestras transferencias monetarias netas.
Obviamente, las pol¨ªticas p¨²blicas de salud y educaci¨®n, entre otras, contribuyen tambi¨¦n a la redistribuci¨®n, pero si realmente queremos ser una sociedad m¨¢s igualitaria no deber¨ªamos seguir olvid¨¢ndonos de que nuestro elevado ¡ªy creciente¡ª nivel de desigualdad tiene su origen en el equilibrio pre-distributivo. En un mercado de trabajo que en tres d¨¦cadas no ha sido capaz de reducir la tasa de desempleo por debajo de los dos d¨ªgitos, en unos salarios reales que para el 40% m¨¢s pobre de la poblaci¨®n siguen por debajo de los niveles previos a la crisis, en un sistema educativo con evidentes debilidades, en una pol¨ªtica de innovacion poco desarrollada y, en general, en una econom¨ªa en la que los objetivos de mejora de la productividad y aumento del crecimiento se perciben como inalcanzables, cuando no sospechosos. Quiz¨¢s por eso nunca acabamos de salir de laberinto.
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