Plutocracia y econom¨ªa
La primera tarea ser¨ªa preguntarse: ?qu¨¦ voces reciben m¨¢s atenci¨®n de la que merecen y cu¨¢les no se escuchan nada
?Por qu¨¦ las medidas para responder a la Gran Recesi¨®n solo reflejaron en parte las lecciones aprendidas tras la Gran Depresi¨®n? Hasta hace poco, la sensatez financiera estaba en las respuestas del comentarista del Financial Times, Martin Wolf, y de mi colega de Berkeley Barry Eichengreen. Cada uno argumentaba que, si bien hab¨ªa en el aire recuerdos suficientes como para impedir que el shock de 2008, del tama?o de la crisis de 1929, produjera otra Gran Depresi¨®n, un cambio ideol¨®gico hacia la derecha en los a?os posteriores a la crisis hizo que se prestara poca atenci¨®n a varias lecciones importantes. Y despu¨¦s, el hecho de que ya hubiera pasado lo peor sirvi¨® como coartada para un statu quo por debajo de lo ¨®ptimo.
Hoy el premio Nobel de econom¨ªa Paul Krugman ofrece una explicaci¨®n alternativa: la plutocracia. A comienzos de la d¨¦cada de 2010, el 0,01% m¨¢s rico de la humanidad, cerca de 30.000 personas (la mitad de ellos en los Estados Unidos) no estaban muy preocupados del desempleo, que no parec¨ªa afectarles, pero sent¨ªan gran alarma por la deuda p¨²blica. Comenzaron a exigir austeridad y, como plantea Krugman, ¡°el sistema pol¨ªtico y los medios de comunicaci¨®n internalizaron las preferencias de los extremadamente ricos¡±.
?Habr¨ªa sido diferente en lo material la econom¨ªa estadounidense si la proporci¨®n de la renta total del 0,01% m¨¢s adinerado no se hubiera cuadruplicado en las ¨²ltimas d¨¦cadas, desde un 1,3% a un 5%? Ciertamente, Krugman piensa que s¨ª. ¡°Si bien la vigilancia puede mitigar hasta qu¨¦ punto los ricos definen la agenda pol¨ªtica¡±, escribe, ¡°el gran capital acabar¨¢ por encontrar un camino¡ a menos que haya menos gran capital desde el comienzo¡±. En consecuencia, una alta prioridad para Estados Unidos ser¨ªa limitar la plutocracia.
En realidad, el gran capital no siempre encuentra un camino, ni su influencia necesariamente aumenta a medida que ese 0,01% percibe una proporci¨®n mayor de la renta total. El que el plut¨®crata promedio gane 1.000 o 50.000 veces m¨¢s que el trabajador promedio es poco importante a este respecto. M¨¢s en concreto, el gran capital no fue el determinante principal de si las autoridades atendieron o descuidaron las lecciones de la Gran Depresi¨®n.
Por ejemplo, una lecci¨®n de ese episodio es que un alto desempleo es extremadamente perjudicial para una econom¨ªa y su sociedad; una depresi¨®n no es, como una vez declar¨® el economista de principios del siglo XX Joseph Schumpeter, ¡°una buena y saludable ducha fr¨ªa¡± para la econom¨ªa. Una camarilla de fan¨¢ticos olvid¨® esta lecci¨®n, y algunos de ellos llegaron a sugerir que se necesitaba la Gran Recesi¨®n para sacar a trabajadores de algunos sectores sobredimensionados como el de la construcci¨®n de viviendas.
En cuanto a las lecciones olvidadas, una es que la persistencia de tasas de inter¨¦s muy bajas es una se?al de que la econom¨ªa sigue careciendo de reservas seguras y l¨ªquidas de valor, y por tanto necesita una mayor expansi¨®n monetaria. Durante y despu¨¦s de la Gran Recesi¨®n, negar esta verdad evidente y llamar a poner fin al est¨ªmulo econ¨®mico se volvi¨® una prueba de fuego para cualquier republicano que buscara un cargo. Peor, a estos pol¨ªticos se les uni¨® una cantidad sorprendentemente alta de economistas conservadores, quienes convenientemente parecieron olvidar que las tasas de inter¨¦s a corto plazo son un buen term¨®metro de la econom¨ªa.
No hay duda de que el ¡°gran capital¡± jug¨® un papel aqu¨ª, al insistir en que la Fed intentaba con este comportamiento alejar el valor de los tipos de inter¨¦s de los ¡°fundamentales de la econom¨ªa¡±, incluso si los fundamentales econ¨®micos son por lo general lo que sea que diga la Fed. Pero un culpable incluso m¨¢s obvio fue el h¨ªper-partidismo.
Otra lecci¨®n es que imprimir o endeudarse con dinero para comprar cosas es un medio eficaz con que los gobiernos dan respuesta a un desempleo preocupantemente alto. Despu¨¦s de 2009, en la pr¨¢ctica la Administraci¨®n Obama rechaz¨® esta lecci¨®n, a favor de una l¨®gica de austeridad, incluso con un desempleo que era todav¨ªa de un 9,9%. Una lecci¨®n vinculada es que los altos niveles de deuda estatal no tienen por qu¨¦ llevar a la inestabilidad de precios o a una espiral inflacionaria. Como argument¨® John Maynard Keynes en enero de 1937: ¡°El auge, no la ca¨ªda, es el momento correcto para la austeridad en el Tesoro¡±. Lamentablemente, a principios de la d¨¦cada de 2010, quienes recordamos esa lecci¨®n fuimos relegados a los m¨¢rgenes del debate.
Pero incluso aqu¨ª la influencia del gran capital era un problema secundario en comparaci¨®n con la rendici¨®n general del Partido Dem¨®crata al neoliberalismo, que comenz¨® con el presidente Bill Clinton pero lleg¨® a su apoteosis en la era Obama. Despu¨¦s de todo, la plutocracia misma gana terreno cuando el dinero es barato y es f¨¢cil endeudarse.
El mayor problema es, entonces, la ausencia de voces alternativas. Si la d¨¦cada de 2010 hubiera sido la de los a?os 30 del siglo pasado, la Asociaci¨®n Nacional de Fabricantes (National Association of Manufacturers) y el Conference Board habr¨ªan llamado m¨¢s proactivamente a invertir en Estados Unidos, y sus argumentos habr¨ªan llamado la atenci¨®n de la prensa. Los sindicatos habr¨ªan tenido una voz prominente como promotores de una econom¨ªa de alta presi¨®n. Ambas partes habr¨ªan tenido voces muy poderosas en el proceso pol¨ªtico a trav¨¦s de su apoyo a candidatos.
?Puso el 0,01% alguna sustancia en el agua para hacer que los medios apagaran esas voces despu¨¦s del 2008? ?Crearon los s¨²per ricos nuestro sistema moderno de financiaci¨®n de campa?as, en el que las redes sociales de las elites y los operativos puerta a puerta son menos importantes que los totales de recaudaci¨®n de fondos de un candidato? El problema no es tanto el que la plutocracia se haya hecho m¨¢s fuerte, sino la desaparici¨®n de sus contrapartes. Despu¨¦s de todo, existen donantes y fil¨¢ntropos adinerados de izquierdas adem¨¢s de derechas, y algunos multimillonarios incluso han comenzado a pedir que se les haga pagar m¨¢s impuestos.
Por supuesto, las implicaciones pol¨ªticas de la plutocracia son peligrosas y destructivas. En Estados Unidos el dinero de Olin ha capturado el poder judicial, el dinero de los Koch ha desinformado al p¨²blico sobre el calentamiento global y el dinero de Murdoch ya ha hecho una rutina de sembrar el p¨¢nico en los jubilados sobre los inmigrantes. Pero el hecho de que la esfera p¨²blica est¨¢ contaminada y sesgada por la influencia plutocr¨¢tica no tiene por qu¨¦ implicar que sea imposible la determinaci¨®n de pol¨ªticas de un modo m¨¢s racional. Una vez seamos conscientes el problema, podremos comenzar a buscar maneras de solucionarlo.
Para los periodistas, acad¨¦micos, pol¨ªticos y ciudadanos en general, la primera tarea ser¨ªa preguntarse cada d¨ªa: ?Qu¨¦ voces reciben m¨¢s atenci¨®n de la que merecen, y cu¨¢les no se escuchan para nada? A fin de cuentas, es la ciudadan¨ªa la que decidir¨¢ el destino de la esfera p¨²blica.
J. Bradford Delong es ex ex subsecretario adjunto del Tesoro de Estados Unidos
? Project Syndicate Traducci¨®n: David Mel¨¦ndez
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