El deseo femenino pide paso en la industria del sexo
Empresarias menores de 40 a?os apoyadas en la tecnolog¨ªa y en la reivindicaci¨®n del placer de las mujeres quieren transformar el sector del bienestar sexual, hasta ahora dirigido al p¨²blico masculino
La sociedad utiliza el sexo para vender cualquier cosa, excepto el placer de la mujer. Hist¨®ricamente ha sido despojada de su propio disfrute. Solo es el instrumento del deseo del otro. Casi siempre, el hombre. Pero se ha rebelado en la era del feminismo. Todo comienza en la memoria. Hace 152 a?os que Gustave Courbet pint¨®, con el realismo de quien mira sin ventanas, d¨®nde reside El origen del mundo. Ahora, "ella" protagoniza un levantamiento frente a un sector masculino y ego¨ªsta que ¨²nicamente ha pensado en ¡°¨¦l¡±. Ese mundo agoniza. La revoluci¨®n de los pronombres crea el mercado femtech. Cohabitaci¨®n anglosajona de female y t?echnology. Un espacio, el del bienestar sexual ¡ªsostiene la consultora Frost & Sullivan¡ª valorado en 50.000 millones de d¨®lares. Otros analistas concretan la cifra de ese bienestar en 40.000 millones (36.000 millones de euros). Aunque ?qui¨¦n necesita cuantificar el deseo? ¡°?Es una industria que solo crece!¡±, exclama Alison Falk, directora general de Women of Sex Tech, un movimiento liderado por mujeres, muchas menores de 40 a?os, que utilizan la tecnolog¨ªa para reinventar el sector. Un territorio inmenso. Aplicaciones que controlan el ciclo menstrual, anticonceptivos, realidad virtual, juguetes, cine para adultos o el sector de las c¨¢maras web.
Infinidad de propuestas, aunque la pornograf¨ªa contin¨²a siendo la imagen de una industria y su estereotipo. Ese que retrata a gente que vive en los arrabales de la sociedad. Y pocos parecen querer admitirlo como un g¨¦nero m¨¢s. ¡°No creo que suceda f¨¢cilmente, est¨¢ muy estigmatizado. Y eso ocurre porque el 98% de lo que se produce resulta ofensivo, machista, racista, violento, repetitivo y est¨¦ticamente pobre¡±, se queja la realizadora de cine para adultos Erika Lust. ¡°Hay creadoras que estamos luchando por otra visi¨®n. Pero somos un espacio peque?o dentro de un sector gigante¡±.
Porque hubo un tiempo en el que el porno desprend¨ªa un brillo dorado. Desde finales de los noventa hasta comienzos de 2000, el Valle de San Fernando, en California, fue el gran plat¨® de la intimidad y de una industria multimillonaria. Las actrices m¨¢s demandadas firmaban contratos muy largos con estudios como Vivid Entertainment o Wicked Pictures y pod¨ªan ganar 5.000 d¨®lares por escena. Y lo habitual era filmar dos a la semana. Pero Internet irrumpi¨® en la pantalla. Plataformas similares a YouTube empezaron a agregar contenido pornogr¨¢fico robado y lo fueron distribuyendo de forma gratuita. Los estudios, faltos de conexiones pol¨ªticas y saturados de mala imagen, no ten¨ªan fuerza legal para defenderse, algo que s¨ª hizo la m¨²sica con la pirater¨ªa. Pronto se vendieron por nada a canales digitales.
El ¨¦xito de Pornhub
Cuando amaneci¨® 2015, un pu?ado de compa?¨ªas se hab¨ªa adue?ado de la industria. MindGeek es el gigante del sector. Son los propietarios de Pornhub. El canal porno m¨¢s famoso del mundo. Desde el principio tuvo clara su estrategia: producciones propias. Ya sean pensadas para la audiencia gay (Men.com, Seancody.com) o heterosexual (Brazzers.com, realitykings.com). Sin embargo, en sus p¨¢ginas no solo se desnudan cuerpos sino, tambi¨¦n, datos. Compa?¨ªas como Google o Facebook est¨¢n explotando la informaci¨®n personal de los usuarios que visitan estas webs. La advertencia procede de la revista cient¨ªfica New Media & Society, que ha analizado 22.484 portales pornogr¨¢ficos. ¡°No tenemos forma de saber qu¨¦ hacen con ellos, pero al cederlos a un tercero corren el riesgo de que los manejen mal¡±, alerta Timothy Libert, profesor de Computaci¨®n en la Universidad Carnegie Mellon y uno de los autores del art¨ªculo.
M¨¢s all¨¢ de condones y Viagra
Las tiendas para adultos, tambi¨¦n conocidas como sex shops, facturaron el pasado a?o 8.500 millones de euros en todo el mundo, seg¨²n los datos de la consultora IbisWorld.
Financiaci¨®n colectiva
Pureeros, empresa de venta digital de art¨ªculos dedicados a la sexualidad de la mujer, ha sido la primera compa?¨ªa admitida en la plataforma de crowdfunding brit¨¢nica Crowdcube. Generalmente, este tipo de empresas eran excluidas de los procesos para lograr financiaci¨®n o ayudas p¨²blicas a empresas emergentes.
Sin el an¨¢lisis masivo de datos resulta imposible ganar dinero en un sector saturado de pornograf¨ªa gratuita. Por eso ¡°Pornhub tiene diversos programas para monetizar el contenido¡±, asegura un responsable de la empresa. Por ejemplo, Content Partner Program permite a los due?os de estas producciones subirlas y asociarlas con anuncios; Model Program aloja a m¨¢s de 100.000 ¡°modelos independientes¡± que publican sus propios v¨ªdeos y cobran una parte de los ingresos publicitarios que generan. Lo que no cuenta la web de MindGeek ¡ªaunque s¨ª The New York Times¡ª es que ¡°una abrumadora mayor¨ªa de sus clientes son consumidores de porno duro¡±. Ese que perpet¨²a, sobre todo, la cosificaci¨®n del cuerpo femenino.
Quiz¨¢ el cambio acuda con la tecnolog¨ªa. Las modelos pueden dirigir sus propios programas y pel¨ªculas desde sus dormitorios utilizando un tel¨¦fono inteligente o Skype. Las mujeres pelean por una voz propia y por destruir los lugares comunes que han anegado al sector durante d¨¦cadas. Un alzamiento. ?O una ilusi¨®n? ¡°Cuando las trabajadoras del sexo tienen un papel m¨¢s activo en la industria, pueden operar de manera m¨¢s ¨¦tica. Tanto en las condiciones de trabajo como en la variedad de deseos a los que responden¡±, analiza Heather Berg, profesora asistente de Estudios sobre Mujeres, G¨¦nero y Sexualidad en la Universidad de Washington en San Luis. ¡°Sin embargo, las industrias del sexo todav¨ªa est¨¢n condicionadas por los beneficios y sujetas al estigma y a leyes contra las trabajadoras. Esto no lo cambia que las mujeres dominen el negocio. Las mujeres jefes no dirigen sus negocios de una forma enormemente diferente a la de los hombres¡±.
Puede ser. Pero el plano se abre. Aparecen otros paisajes, otros actores. La productora californiana Pink and White Productions est¨¢ dirigida por Shine Louise Houston. Cuando trabajaba en una tienda er¨®tica se dio cuenta de que no hab¨ªa material queer. Pel¨ªculas que representaran a las minor¨ªas sexuales. Decidi¨® crearlas. En su primer filme, Crash Pad (2006), fich¨® como estrella a Jiz Lee, una actriz nueva en el porno. ¡°Creo que existe mucho espacio y necesidad de crear contenido para adultos que sea real, respetuoso y poderoso¡±, sostiene la realizadora. ¡°Es el entorno perfecto para que se convierta en algo pol¨ªtico. Es un lugar donde convergen la ¨¦tica, el sexo, los medios de comunicaci¨®n y el dinero¡±. Los clich¨¦s se fracturan y algunas l¨ªneas se quiebran. Por ejemplo, Stoya, una actriz porno de 33 a?os, act¨²a tambi¨¦n en el cine convencional (AI Rising, 2018) y ha publicado en The New York Times. Se diluye esa desoladora prepotencia social. Hace poco, la int¨¦rprete Missy Martinez escrib¨ªa en Twitter. ¡°La gente siempre ha sentido la necesidad de preguntar, con preocupaci¨®n, a las estrellas del porno si ¡®realmente les gusta su trabajo¡¯. T¨ªo, t¨² trabajas en Verizon. ?Est¨¢s T? bien? es la verdadera pregunta¡±. Esa interrogaci¨®n se proyecta en la pantalla. A veces viste como una dominatrix. A veces se desnuda.
45 a?os despu¨¦s de los primeros vibradores por correo, WalMart los vende en sus tiendas
Dannii Harwood es una de las actrices que m¨¢s ganan de OnlyFans. Una plataforma donde los suscriptores ¡ªb¨¢sicamente hombres¡ª pagan a modelos entre 5 y 20 d¨®lares mensuales por una imaginer¨ªa demasiado evidente para Instagram o ese vertedero de im¨¢genes que es a veces Tumblr. Por algo m¨¢s, los clientes pueden encargar fotograf¨ªas o v¨ªdeos que encajan con sus preferencias sexuales. Y las modelos cuentan que lo que funciona ¡°no es lo expl¨ªcito¡± sino ¡°subir contenidos con regularidad¡±. Jem Wolfie, una exjugadora de baloncesto australiana, asegura que ingresa 30.000 d¨®lares (27.000 euros) diarios vendiendo fotos y v¨ªdeos a los suscriptores en OnlyFans de sus entrenamientos y, tambi¨¦n, de un cuerpo que es una cartograf¨ªa de elipses.
Esta es una industria extra?a. Socialmente parece un susurro, pese al dinero que maneja. En 2023 el mercado global de los juguetes de la intimidad ¡ªpronostica ResearchAndMarkets.com¡ª alcanzar¨¢ los 35.000 millones de d¨®lares (32.000 millones de euros). M¨¢s cerca, el a?o pasado, la consultora IbisWorld estim¨® que las tiendas para adultos facturaron 8.500 millones de euros. Al tiempo irrumpe la mujer y la tecnolog¨ªa en un discurso que va m¨¢s all¨¢ de condones y viagra. Son vibradores, contraceptivos, plataformas de educaci¨®n sexual; es placer, salud, deseo. Reivindicaci¨®n de la existencia humana. Son ellas quienes cambiar¨¢n una mirada petrificada por el hombre. Aunque ser¨¢ dif¨ªcil. ¡°El bienes?tar y la salud sexual femenina forman parte en Estados Unidos de la llamada categor¨ªa del vicio [al igual que las armas o el alcohol]. Al contrario que la sexualidad masculina. Esto dificulta mucho anunciarse o abrir una cuenta bancaria¡±, critica Alison Falk.
Pero c¨®mo ir en contra de una industria a prueba de recesiones y que crece de manera sostenida. Adem¨¢s, las mujeres ¡ªseg¨²n Credit Suisse¡ª poseen el 40% de la riqueza global. Su cuerpo, su mercado. Las ventas por Internet de productos de bie?nestar sexual aumentar¨¢n el 20% los pr¨®ximos a?os. Y el capital se ha dado cuenta. ¡°Existe una oportunidad real de negocio en este sector¡±, reflexiona Christie Pitts, socia general de Backstage Capital, un fondo de capital riesgo que respalda a mujeres, a negros y a otros emprendedores infravalorados. ¡°Casi todas las personas son activas sexualmente durante su existencia y comprar¨¢n art¨ªculos o soluciones que les ayuden a mejorar su calidad de vida en este espacio. Al igual que existe una enorme oportunidad en alimentaci¨®n, bienestar y salud, las compa?¨ªas relacionadas con sexo poseen mucho potencial¡±.
Cambia el paradigma y la sociedad. La mujer ya no se siente obligada a esconder su placer. Sobre fronteras que se deshilachan, el mercado del bienestar sexual, acorde con la consultora Stratistics, manejar¨¢ en el mundo 122.960 millones de d¨®lares (111.000 millones de euros) durante 2026. Una cifra enorme para cerrar la discriminaci¨®n del deseo. ¡°El placer femenino ha estado ausente de la sexed [educaci¨®n y sexo], sextech y de la industria del sexo durante demasiado tiempo. Las mujeres empresarias son clave si queremos innovar y crear oportunidades que exploren, nutran e innoven en torno al placer desde una ¨®ptica femenina¡±, valora Gerda Larsson, cofundadora de The Case For Her, un fondo que invierte en la salud de las mujeres.
El sexo atraviesa el mundo. En Israel, donde el emprendimiento, al igual que el Muro de las Lamentaciones, escucha infinitas plegarias, Intimate Capital asegura que es el ¡°¨²nico fondo de private equity dedicado al bienestar sexual¡±. Roi Carthy, su socio principal, habla con el entusiasmo del dinero. ¡°Es un espacio comercialmente inmenso y profundamente importante¡±. El emprendedor israelita busca 20 millones de d¨®lares que respalden esas ocho palabras. En una tierra de tantas religiones, tiene fe. ¡°Nuestra estrategia es financiar productos innovadores que se conviertan en el Nespresso o los Beats del bienestar sexual¡±, asume.
Lejos de esos mensajes aventados para sembrar marketing, la transformaci¨®n resulta profunda. ¡°El mercado femtech revela un enorme potencial porque cada vez se reconoce m¨¢s la necesidad de soluciones espec¨ªficas de g¨¦nero¡±, describe Shruthi Parakkal, analista de salud de Frost & Sullivan. Entre 2014 y nuestros d¨ªas ¡ªacorde con sus propios datos¡ª las empresas emergentes de este sector han levantado 1.500 millones de d¨®lares en financiaci¨®n. Y con el dinero se siembra tecnolog¨ªa. Los reguladores sanitarios acaban de dar el pl¨¢cet a soluciones digitales como brazaletes de fertilidad y aplicaciones dirigidas a la contracepci¨®n.
Cambio simb¨®lico
Caen barreras y ceden muros. Ahora, 45 a?os despu¨¦s de que las feministas empezaran a vender en Estados Unidos vibradores por correo postal y dos d¨¦cadas despu¨¦s de que el juguete er¨®tico Rabbit fuese una estrella en la serie Sexo en Nueva York, el gigante de la distribuci¨®n Walmart empieza a comercializar esos productos en sus establecimientos. Un cambio simb¨®lico y tambi¨¦n real. ¡°Los juguetes sexuales dominan hoy la industria y se espera que en los pr¨®ximos a?os supongan el 65% del mercado¡±, estima Virginia Cerrone, cofundadora de Pureeros, una empresa de venta en la Red de art¨ªculos (tiene un cat¨¢logo de m¨¢s de 150) dedicados a la sexualidad de la mujer. Y a?ade: ¡°Hemos visto un gran cambio en los ¨²ltimos ocho a?os, con un aumento del 88% en el n¨²mero de marcas que fabrican juguetes [er¨®ticos] de lujo¡±.
Pero Pureeros es una excepci¨®n. Ha sido la primera firma de sextech admitida en la plataforma de crowdfunding brit¨¢nica Crowdcube. Generalmente esta clase de empresas son excluidas de las competiciones por conseguir fondos (pitching, en ingl¨¦s) o de las ayudas p¨²blicas europeas a compa?¨ªas emergentes. Quiz¨¢ derribar este bloqueo y entrar en la gran distribuci¨®n online sean su ¨²ltima frontera. Quiz¨¢ todo haya empezado ya en los pupitres.
La terapia y la educaci¨®n sexual pierden su estigma de soledad de mujeres. La sex¨®loga Jill McDevitt cuenta en The Economist que tras m¨¢s de una d¨¦cada ense?ando casi exclusivamente a mujeres este a?o ha notado el incremento del inter¨¦s masculino por la educaci¨®n sexual para adultos. En el pasado ¡ªcontin¨²a la revista brit¨¢nica¡ª, los hombres en su clase ¡°a menudo se comportaban de forma tonta o irrespetuosa, pero ahora son serios y est¨¢n deseosos de aprender¡±. Y recuerda: ¡°Durante d¨¦cadas, las clases de sexo oral han pagado mis facturas. Ahora nadie las pide. Todo el mundo est¨¢ interesado en Female Orgasm 101¡±. La brecha entre el orgasmo masculino y femenino empieza a ser un susurro.
Una normalizaci¨®n que quiz¨¢ hubiera sido m¨¢s dif¨ªcil sin el amor (o sexo) en los a?os del Tinder. Al menos 200 millones de personas utilizan al mes servicios digitales de contactos en el mundo. ?Algoritmos que multiplican la libertad? ¡°Entro cuando me apetece y salgo cuando me aburro. No tengo problemas. La gente es muy conservadora, pero ese es su lastre, no el m¨ªo¡±. Valentina Sender (nombre ficticio de una mujer real) supera los 40 a?os y tiene unos ojos verdes como esmeraldas mayas. Lleva m¨¢s de una d¨¦cada en la aplicaci¨®n. No espera nada. ¡°Ver, mirar; pasarlo bien¡±. Sabe que el tiempo es una sombra s¨®lida. ¡°A partir de los 35 a?os conocer a alguien en un bar se vuelve pesado¡±, admite. ¡°Tinder es f¨¢cil, sencillo y tiene filtros¡±. Su relato dinamita el p¨¢nico moral que provocan estas p¨¢ginas. Cuenta, eso s¨ª, la educaci¨®n. Porque es lo que buscan, sobre todo, las mujeres. Pero estas cifras que viajan y conectan personas tambi¨¦n dejan decimales sin casar. ¡°Las citas online est¨¢n controladas por un peque?o n¨²mero de empresas y no sabemos mucho sobre los algoritmos que emplean para unir personas¡±, advierte Justin Lehmiller, investigador del Kinsey Institute. Adem¨¢s desconocemos (porque los programas no son p¨²blicos) si esa compleja ¨¢lgebra funciona mejor que emparejar gente, digamos, al azar. Entonces, ?est¨¢n los usuarios pagando por nada?
¡®Crisis de virginidad¡¯
Lo cierto es que el sexo cada vez se practica menos. En el Reino Unido est¨¢ en declive sobre todo entre las parejas casadas y Jap¨®n afronta una crisis de virginidad. Un cuarto de su poblaci¨®n por debajo de los 40 a?os no tiene ninguna experiencia en desear al otro. En 2012 el primer ministro Shinzo Abe lanz¨® una ofensiva para fomentar la natalidad a trav¨¦s de ayudas fiscales, rebaja de los costes educativos y del cuidado de los ni?os. Fracas¨®. Una poblaci¨®n de 127 millones de personas solo engendra 920.000 ni?os al a?o. El pol¨ªtico tendr¨ªa que haber prestado atenci¨®n al premio Nobel japon¨¦s Yasunari Kawabata y su Casa de las bellas durmientes, que describ¨ªa un burdel donde j¨®venes narcotizadas ofrec¨ªan placer a condici¨®n de que nadie las tocase. Esa mezcla de soledad y reclusi¨®n, esos jirones de aislamiento que deja la tecnolog¨ªa traen a la vida negocios como los robots sexuales. Infames para algunos. O iluminador reflejo de nuestros d¨ªas, escribir¨¢n otros. Bryan Gill es el fundador de Silicon Wives. Mu?ecas (vende algunos modelos masculinos) expl¨ªcitas y realistas. Tambi¨¦n caras. Entre 2.000 y 10.000 d¨®lares, seg¨²n varias informaciones. Tambi¨¦n inquietantes. ¡°Pronto produciremos mu?ecas sexuales inteligentes que tengan la posibilidad de hablar, responder al tacto y mostrar emociones¡±, prev¨¦ el creador de la empresa.
Un futuro que alarma como ceniza en la nieve. ¡°Los robots sexuales comercian con la idea de que la mujer es una propiedad sexual. Adem¨¢s son de mal gusto y fomentan el odio a las mujeres y las chicas. Y esta es solo una de mis preocupaciones. La otra es que vamos hacia una sociedad m¨¢s aislada, donde la gente est¨¢ m¨¢s sola que nunca e interact¨²a m¨¢s con las m¨¢quinas y menos con las personas¡±, vaticina Kathleen Richardson, profesora de ?tica y Cultura de Robots e Inteligencia Artificial en la Universidad de Montfort (Reino Unido). Una sociedad que ha extraviado el sexo ¡°real¡±. Ese donde se mezclan los susurros, la memoria y, sobre todo, el deseo.
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