La responsabilidad tecnol¨®gica de las empresas
La cuesti¨®n con la robotizaci¨®n no es la cantidad de empleo, sino la calidad del trabajo que genera
Hemos de creer los pron¨®sticos fatalistas que nos anuncian que la nueva era de la automatizaci¨®n ¡ªimpulsada por los robots, la inteligencia artificial y las m¨¢quinas que aprenden¡ª destruir¨¢n muchos empleos y precarizar¨¢n las condiciones de los trabajadores con menos formaci¨®n? La historia no avala este tipo de predicciones. Los expertos no son profetas fiables.
Pero, si esas predicciones fuesen realistas, ?qu¨¦ podr¨ªa explicar este impacto de la automatizaci¨®n sobre el trabajo? Solo una cosa: que en vez de utilizar las nuevas tecnolog¨ªas para mejorar la productividad de sus empleados, las empresas las utilicen para deteriorar sus condiciones de trabajo.
La evidencia parece confirmarlo. Si nos fijamos en el caso de Estados Unidos, una de las econom¨ªas del mundo que m¨¢s robots e inteligencia artificial utiliza, no vemos un problema de empleo. De hecho, tiene el nivel de paro m¨¢s bajo desde finales de los sesenta, los a?os de la guerra de Vietnam. Pero s¨ª que tiene un problema de bajos salarios y de precariedad laboral. La cuesti¨®n en relaci¨®n con la tecnolog¨ªa no es, por tanto, la cantidad de empleo, sino la calidad del trabajo.
?De d¨®nde surge esta tendencia a combinar nuevas tecnolog¨ªas con bajos salarios y precariedad del empleo? De dos fuentes. Una es el comportamiento de los nuevos monopolios digitales. Otra es el uso que hacen de la tecnolog¨ªa las grandes corporaciones. Los viejos monopolios industriales de finales del XIX y del XX eran odiados por los consumidores, repudiados por los economistas y perseguidos por las autoridades por su tendencia a aprovechar su poder de mercado para aumentar sus beneficios mediante la disminuci¨®n de la cantidad de bienes disponibles para los consumidores y el aumento de sus precios.
Los nuevos monopolios no se comportan de esa manera. Al contrario, reducen los precios de sus productos. De ah¨ª que sean vistos con simpat¨ªa por los consumidores y que las autoridades de competencia hayan sido remisas a recortar su poder de mercado. Pero a diferencia de los viejos monopolios, que explotaban a los consumidores, los nuevos monopolios explotan a sus empleados mediante bajos salarios y empleos precarios. Es lo que se conoce como uberizaci¨®n de la econom¨ªa.
La otra fuente de impacto sobre el empleo es la tendencia de las grandes corporaciones a utilizar las nuevas tecnolog¨ªas no tanto para hacer ¡°innovaciones de producto¡± como ¡°innovaciones de procesos¡±. Las primeras, en la medida en que introducen nuevos productos, como los tel¨¦fonos m¨®viles, aumentan el empleo. Por el contrario, las segundas dan lugar a un ¡°efecto sustituci¨®n¡± del empleo. Este comportamiento explica por qu¨¦ grandes corporaciones, teniendo elevados beneficios, est¨¢n llevando a cabo una fuerte destrucci¨®n de empleo. En nuestro caso, a trav¨¦s de los ERE.
La responsabilidad de los nuevos monopolios digitales y de las grandes corporaciones con poder de mercado en el deterioro de las condiciones de trabajo y en las expectativas de los trabajadores y en el aumento de la desigualdad es un fen¨®meno perverso tanto para la cohesi¨®n social como para la democracia. Y al final, para la propia supervivencia del sistema de mercado.
Por tanto, no es la tecnolog¨ªa en s¨ª misma la que puede destruir el empleo y las formas de vida de los trabajadores, es el uso que de ella hagan las empresas. Si las empresas quieren contribuir al progreso econ¨®mico, social y pol¨ªtico, han de comprometerse a utilizar las nuevas tecnolog¨ªas para formar a los empleados. Y, junto con los Gobiernos, a formar tambi¨¦n a los consumidores en el uso de las nuevas tecnolog¨ªas.
Si las nuevas tecnolog¨ªas no vienen acompa?adas de este doble esfuerzo de formaci¨®n, podemos encontrarnos con paradojas como la de las infraestructuras digitales en Espa?a. Somos el pa¨ªs europeo con la mayor red digital de Europa y el quinto del mundo, superando a potencias como Estados Unidos. Tenemos m¨¢s red que Alemania, Francia, el Reino Unido e Italia juntos. Pero a la vez estamos en el puesto 24? entre los 28 pa¨ªses europeos en utilizaci¨®n de esa tecnolog¨ªa. No es un problema de acceso, es un problema de formaci¨®n.
Como coment¨¦ en un art¨ªculo anterior (El dilema moral de los directivos), estamos asistiendo a un cambio importante en la ¨¦tica de los negocios y en los principios de la buena gesti¨®n. Un gobierno corporativo con conciencia social abre la puerta a nuevos modelos de negocios m¨¢s creativos y rentables. El uso de la tecnolog¨ªa para mejorar la empleabilidad de los trabajadores es una dimensi¨®n esencial de esa nueva conciencia empresarial. Se trata de pasar de la responsabilidad social de la empresa (RSE) a la responsabilidad tecnol¨®gica (RTC).
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