Mario Draghi: adi¨®s al equilibrista que salv¨® al euro del abismo
El economista italiano que moderniz¨® el BCE y embrid¨® la mayor crisis de la moneda ¨²nica deja una herencia dif¨ªcil de gestionar para Christine Lagarde
En Los se?ores de las finanzas: los cuatro hombres que arruinaron el mundo, Liaquat Ahamed traz¨® un fascinante retrato de los banqueros centrales que, por pura ignorancia, precipitaron la Gran Depresi¨®n tras el crash de 1929. Desde su casa de Washing?ton, el ganador del Pulitzer de Historia asegura que la diferencia entre la gran crisis del siglo XX y la de 2008 fue que en esta ¨²ltima los amos de la pol¨ªtica monetaria por fin hab¨ªan aprendido las lecciones del pasado. ¡°En los a?os treinta actuaron completamente a ciegas. Mario Draghi, sin embargo, comprendi¨® la amplitud de recursos que ten¨ªa a su disposici¨®n¡±, afirma Ahamed al otro lado del tel¨¦fono.
Entre noviembre de 2011 y julio de 2012 ocurrieron algunas cosas que cambiaron Europa para siempre. En su primera comparecencia como presidente del Banco Central Europeo (BCE), a Draghi le preguntaron si estaba preparado para comprometerse a hacer todo lo necesario para salvaguardar la uni¨®n monetaria. ¡°No. No creo que eso est¨¦ dentro de mi mandato¡±, respondi¨®. En menos de dos a?os dir¨ªa exactamente lo contrario en un celeb¨¦rrimo discurso que marc¨® un antes y un despu¨¦s en la crisis del euro y le asegur¨® un espacio en los libros de historia.
Draghi abandona el pr¨®ximo jueves la presidencia del BCE. A lo largo de los ¨²ltimos ocho a?os, este economista romano ha tenido que luchar contra las mil cabezas de una crisis que puso de rodillas al proyecto europeo. Para ello se vio obligado a revolucionar un organismo que hasta su llegada parec¨ªa aburrido. ¡°Draghi ha sido un presidente tremendamente pragm¨¢tico. Ten¨ªa claros los fines y los ha antepuesto a los medios. El objetivo ¨²nico era salvar el euro y moviliz¨® todo lo que estaba en su mano para lograrlo¡±, resume ?scar Arce, director general de econom¨ªa del Banco de Espa?a.
Se va con la aureola de haber sido el ¨²nico actor europeo que fue capaz de evitar lo peor. Pero no deja el panorama despejado. Pese a todos sus esfuerzos, hace a?os que el BCE es incapaz de cumplir su objetivo de inflaci¨®n. Europa se enfrenta a un crecimiento an¨¦mico que amenaza con eternizarse. Y deja adem¨¢s un Consejo de Gobierno, el m¨¢ximo ¨®rgano del BCE, donde vuelan los cuchillos. Un c¨®ctel envenenado para su sucesora, la francesa Christine Lagarde. ¡°No nos gusta lo que vemos¡±, admiti¨® Draghi recientemente.
Ya en esa lejana rueda de prensa de 2011 dej¨® su impronta. Acostumbrados a un Jean-Claude Trichet ¡ªsu antecesor al frente del BCE¡ª reflexivo, al que le costaba tomar la iniciativa, Draghi tard¨® solo dos d¨ªas en tomar su primera decisi¨®n. Mostraba as¨ª que iba a ser un presidente proactivo, que se adelantar¨ªa a los acontecimientos en lugar de dejarse arrastrar por ellos. El 3 de noviembre anunci¨® la primera de sus muchas rebajas de tipos de inter¨¦s. Europa acababa de escapar de una primera recesi¨®n importada de EE UU, sin saber que estaba a punto de sumergirse en otra m¨¢s profunda, en la que le golpear¨ªan tanto sus propios fallos internos como las reverberaciones globales de la crisis financiera.
Cuando Draghi cogi¨® las riendas del banco, el tipo de inter¨¦s oficial en la zona euro estaba en el 1,5%. Desde hace m¨¢s de tres a?os permanece inm¨®vil en el 0%, sin ninguna pinta de que vaya a levantar el vuelo. M¨¢s revolucionario a¨²n: en 2014 empez¨® a cobrar a los bancos por los fondos que depositan en el BCE, iniciando el territorio de los tipos negativos. Desde entonces ha avanzado por ese camino pantanoso y repleto de inc¨®gnitas en el que se paga por prestar dinero, despertando la furia de las entidades financieras y ahorradores, especialmente del norte de Europa.
El italiano, que a su llegada a Fr¨¢ncfort fue recibido por el Bild ¡ªun tabloide que ejerce de buen term¨®metro de las filias y fobias en Alemania¡ª con un fotomontaje en el que se le coronaba como un aut¨¦ntico prusiano, fue despedido el mes pasado por el mismo diario con el sobrenombre de "conde Draghula", el vampiro que succiona la yugular de los esforzados ahorradores del norte de Europa.
Tres palabras de leyenda
Un s¨¦quito de observadores sigue con atenci¨®n cada palabra que sale de la boca de los banqueros centrales, due?os de una jerga descifrable por unos pocos. Algunos aventureros han perge?ado incluso un c¨®digo seg¨²n el cual el color de las corbatas de Draghi funcionar¨ªa como un sem¨¢foro que anticipa sus decisiones. Pero el 26 de julio de 2012 ¨¦l consigui¨® traspasar esa barrera y quedar grabado en el imaginario colectivo con tres palabras f¨¢cilmente comprensibles por todo el mundo. Dijo que har¨ªa todo lo necesario ¡ªen ingl¨¦s, whatever it takes¡ª para salvar el euro. ¡°Y, cr¨¦anme, ser¨¢ suficiente¡±, a?adi¨®. Los mercados, que hasta entonces apostaban por lo peor para el euro y el futuro del proyecto europeo, captaron el mensaje.
Eran los d¨ªas en los que la salida de Grecia del euro se daba casi por inevitable. Tras Atenas, se apuntaba adem¨¢s a piezas de caza mayores. El inter¨¦s de la deuda p¨²blica de los pa¨ªses perif¨¦ricos se dispar¨® hasta l¨ªmites insoportables. La ca¨ªda de grandes econom¨ªas como la de Espa?a o Italia parec¨ªa el pr¨®ximo paso l¨®gico. Un concepto tan t¨¦cnico como el de la prima de riesgo se volvi¨® de uso com¨²n en la calle.
¡°Ese verano estuvimos al borde del precipicio. Con Espa?a en un programa de rescate financiero e Italia en el alero, la situaci¨®n era dram¨¢tica y parec¨ªa que se nos iba de las manos. ?l era el ¨²nico con la voluntad y la capacidad para evitar el peor escenario. Y lo hizo de una forma audaz y posibilista¡±, asegura Arce, n¨²mero dos del Banco de Espa?a en el Consejo de Gobierno del BCE.
Para revertir ese escenario de pesadilla, Draghi no solo us¨® palabras. Adem¨¢s del discurso pronunciado en Londres, se sac¨® de la manga un programa por el que el BCE se compromet¨ªa a comprar deuda de los pa¨ªses en apuros. A cambio, eso s¨ª, de una petici¨®n de rescate expl¨ªcita que implicar¨ªa duras condiciones. El programa no cost¨® ni un euro. No hizo falta usarlo. Su mera existencia bast¨® para relajar las tensiones en los mercados.
Furia ortodoxa
Draghi despert¨® la furia de los m¨¢s ortodoxos, que le acusaban de saltarse la norma de financiar directamente a los Estados. La idea de que el guardi¨¢n de la hucha del euro jugaba con el dinero de todos empez¨® a extenderse en los pa¨ªses del norte, que adem¨¢s ve¨ªan en este programa un placebo para que los del sur no se reformaran. Jens Weidmann, presidente del Bundesbank y l¨ªder de los halcones, lleg¨® a testificar en el Tribunal Constitucional alem¨¢n contra un programa aprobado en el organismo del que ¨¦l formaba parte. Pese a las cr¨ªticas, el Tribunal de Justicia de la UE confirm¨® la legalidad del programa, dejando claro a Lagarde y sus sucesores que est¨¢ ah¨ª por si volviera a hacer falta.
Fue duro sacarlo adelante. Pero incluso los m¨¢s reacios acabaron por darse de bruces con la realidad. La ca¨ªda del euro no conven¨ªa a nadie. Y a Alemania, menos. No solo porque la gran locomotora fuera una de las grandes beneficiarias de la uni¨®n monetaria, sino tambi¨¦n por la deuda de los pa¨ªses perif¨¦ricos que ten¨ªa en sus manos. Su quiebra habr¨ªa dejado una important¨ªsima factura por pagar. ¡°Draghi supo leer ese escenario y vencer as¨ª las resistencias¡±, resume Francisco Vidal, economista jefe de Intermoney.
Esta no fue la ¨²nica revoluci¨®n de Draghi. Cuando el golpe m¨¢s duro parec¨ªa esquivado, asom¨® el fantasma de la deflaci¨®n, con consecuencias letales para la econom¨ªa. Es entonces cuando ampl¨ªa su arsenal de herramientas. Tipos de inter¨¦s negativos (un paso no ensayado por otros grandes bancos centrales), tres rondas de liquidez para la banca y, por encima de todo, un nuevo programa de compra de deuda que acab¨® alarg¨¢ndose de 2015 a 2018, inyectando al sistema un total de 2,6 billones de euros. Este es el segundo de sus grandes momentos. As¨ª evit¨® la temida deflaci¨®n.
El presidente del BCE no tiene poderes omn¨ªmodos. El Consejo de Gobierno ¡ªdonde se sientan, adem¨¢s de Draghi, otros cinco miembros del Comit¨¦ Ejecutivo y los 19 gobernadores de los bancos centrales de la zona euro¡ª es un ¨®rgano colegiado de muy dif¨ªciles equilibrios. En ¨¦l, quiz¨¢ la tarea m¨¢s importante del presidente es dirigir los debates, forjar mayor¨ªas y enviar un mensaje claro a los mercados. Para hacer todo esto, Draghi se vali¨® de un reducido grupo de colaboradores, como Frank Smets, que preparaba los temas que llegaban al Consejo, o el economista jefe Peter Praet, responsable de dibujar el panorama general y presentar propuestas.
Draghi se va en un momento endiablado. Es consciente de que la pol¨ªtica monetaria est¨¢ muy cerca de sus l¨ªmites y que son otros ¡ªlos Gobiernos¡ª los que ahora tienen que tirar del carro. Al mismo tiempo, quedarse parado no es una opci¨®n. El BCE no cumple su objetivo de inflaci¨®n y no puede quedarse cruzado de brazos. Por si fuera poco, la preocupaci¨®n por el riesgo de los tipos negativos va al alza. ?l mismo ha reconocido que sus efectos colaterales son cada vez m¨¢s evidentes. El Fondo Monetario Internacional (FMI), organismo del que procede su sucesora, Christine Lagarde, acaba de alertar de los riesgos que suponen para el crecimiento, con efectos que pueden ser ¡°nefastos¡±.
¡°Draghi fracas¨® por no dejar claro que sus medidas excepcionales eran temporales. Han pasado ya 10 a?os de la crisis y, en lugar de ir dej¨¢ndolas atr¨¢s, se agravan¡±, critica Stefan Schneider, economista jefe del ?Deutsche Bank. ¡°?l mismo sabe que las pol¨ªticas del BCE generan efectos positivos, pero tambi¨¦n negativos. Pero conf¨ªo en el talento de nuestros banqueros centrales¡±, dec¨ªa a este peri¨®dico la semana pasada el comisario europeo Pierre Moscovici.
Ante este panorama, el amplio paquete de est¨ªmulos que aprob¨® en septiembre pasado ha sido la traca final de su mandato. Dej¨® claro que los tipos de inter¨¦s van a seguir bajos mucho tiempo. Y anunci¨® el reinicio del programa de compra de deuda, destapando as¨ª la caja de los truenos. Esta decisi¨®n fue demasiado para muchos miembros del Consejo: y no solo para los halcones. Al d¨ªa siguiente, el gobernador holand¨¦s public¨® una nota criticando la medida. Se han filtrado a la prensa las resistencias que presentaron dos comit¨¦s asesores internos. Antiguos pesos pesados del BCE achacaron a Draghi azuzar las tensiones sociales y zombificar la econom¨ªa en una muy agresiva carta firmada por J¨¹rgen Stark, Otmar Issing y otros cuatro antiguos banqueros centrales. La consejera alemana Sabine Lautenschl?ger anunci¨® a finales del pasado mes de septiembre su dimisi¨®n como miembro del ¨®rgano de gobierno del BCE, continuando as¨ª con una larga tradici¨®n de alemanes que saltan del barco disconformes con el rumbo.
Medida pol¨¦mica
Algunos analistas creen que en esta ocasi¨®n Draghi ha estirado demasiado la cuerda y que habr¨ªa sido conveniente renunciar a las medidas m¨¢s pol¨¦micas en aras de la paz. ¡°El BCE ha alcanzado su l¨ªmite para estimular la econom¨ªa. Renovar la compra de deuda ha sido un error por crear una divisi¨®n innecesaria en el Consejo¡±, asegura Paul De Grauwe, profesor en la London School of Economics. Pero Draghi y los suyos se muestran firmes: era necesario mandar una se?al clara de que el BCE no tolera la inflaci¨®n por los suelos. ¡°Solo el tiempo dir¨¢ si este ser¨¢ un paso maestro con el que volver¨¢ a demostrar que ve m¨¢s all¨¢ que el resto o si ha perdido capacidad anal¨ªtica¡±, cierra Carsten Brzeski, economista jefe de ING.
La llegada al BCE de la reputada economista alemana Isabel Schnabel en sustituci¨®n de la consejera dimitida puede contribuir a reducir las tensiones. ¡°El BCE puede tomar nuevas medidas, pero estas son cada vez m¨¢s pol¨¦micas y su eficacia menor. El papel dominante que ha desempe?ado la pol¨ªtica monetaria no va a continuar. Ahora es el turno de la pol¨ªtica fiscal¡±, respond¨ªa Schnabel en agosto a EL PA?S.
El estreno de Lagarde no va a ser f¨¢cil. Por una parte, le pesa su falta de experiencia como banquera central y su perfil pol¨ªtico. En muchas discusiones, Draghi ha logrado imponerse echando mano de su s¨®lida formaci¨®n, con un doctorado en Econom¨ªa en el MIT. Los que aplauden la llegada a Fr¨¢ncfort de la exministra de Econom¨ªa de Nicolas Sarkozy en el ?Ejecutivo franc¨¦s y exjefa del FMI creen que podr¨¢ echar mano de sus contactos en la pol¨ªtica para convencer a los Gobiernos de que se arremanguen para evitar una nueva crisis. Pero en el fondo no queda muy claro por qu¨¦ a ella la van a escuchar m¨¢s que a Draghi.
Draghi se va despu¨¦s de ocho a?os caminando por el alambre, en un delicad¨ªsimo equilibrio entre lo posible y lo necesario. Sus cr¨ªticos le acusan de haber estirado el BCE hasta hacer estallar sus costuras. Y de haberlo hecho adem¨¢s como una apisonadora, sin reparar en da?os. Sus defensores, en cambio, lo ven como uno de los pocos ¡ªsi no el ¨²nico¡ª l¨ªderes europeos que estuvieron a la altura de las circunstancias en un momento hist¨®rico. Es indiscutible que ha logrado su objetivo primordial: entregar a su sucesora la uni¨®n monetaria intacta, tal y como ¨¦l la recibi¨®. Pese a sus dificultades actuales, la eurozona es ahora m¨¢s fuerte que en 2011. La duda hoy es si esta podr¨¢ escapar del lento declive al que parece condenada. Habr¨¢ que esperar otros ocho a?os, cuando Lagarde ceda el testigo, para responder a esta pregunta.
Pregunten a mi mujer
La historia de Europa podr¨ªa haber sido muy distinta. Axel Weber, presidente del Bundesbank, estaba destinado a mandar en el BCE, con el cometido de no desviarse un mil¨ªmetro de la ortodoxia. Tras el franc¨¦s Jean-Claude Trichet, parec¨ªa que hab¨ªa llegado el turno de que un alem¨¢n se hiciera por primera vez con las riendas. Pero su dimisi¨®n en enero de 2011 aduciendo ¡°razones personales¡± dej¨® el camino libre. Y en la carrera se impuso por goleada el brillante gobernador del Banco de Italia.
Ocho a?os m¨¢s tarde, el futuro de Mario Draghi es una inc¨®gnita. Tras una experiencia que ¨¦l mismo ha definido como "intensa, profunda y fascinante" parece decidido a darse un tiempo para descansar. Al menos por ahora.
Director del Tesoro italiano, vicepresidente de Goldman Sachs, gobernador del Banco de Italia, presidente del BCE¡ A sus 72 a?os, Draghi no sabe ¡ªo no quiere decir¡ª qu¨¦ va a hacer tras cuatro d¨¦cadas escalando al cielo de las finanzas. Son cuatro d¨¦cadas de carrera p¨²blica, con el feo a?adido del intervalo en el banco de inversi¨®n que ayud¨® a Grecia a maquillar sus cuentas y, a la postre, a acabar en un dur¨ªsimo rescate en el que particip¨® el BCE comandado por Draghi. Draghi descart¨® de ra¨ªz la posibilidad de un cambio de cromos entre el FMI y el BCE ¡ªcon Christine Lagarde yendo al segundo; y ¨¦l al primero¡ª. Y ahora se niega a comentar los rumores que le sit¨²an machaconamente en la pol¨ªtica italiana.
Esta semana le volvieron a preguntar si volver¨¢ a Roma con vistas a sustituir al presidente de la Rep¨²blica, Sergio Matarella, en 2022. Draghi no dio pistas. Dijo no tener nada decidido, pero tampoco descart¨® ning¨²n escenario. ¡°Si quiere m¨¢s informaci¨®n, pregunte a mi mujer. Ella lo sabr¨¢ mejor. Eso espero¡±, respondi¨® con una sonrisa.
El debate ya ha llegado a Italia. All¨ª se especula con que podr¨ªa dirigir un Gobierno t¨¦cnico si el actual se fuera al garete o sustituir a Matarella. Incluso Silvio Berlusconi parece esperarlo con los brazos abiertos. El ex primer ministro lo ha propuesto varias veces como la persona adecuada para encabezar el Gobierno. ¡°Si estuviera dispuesto a asumir esta responsabilidad, ser¨ªa una persona inteligente y cualificada para el puesto¡±, dijo este mes en Mil¨¢n del hombre con el que choc¨® en varias ocasiones en el pasado.
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