Masayoshi Son, el eterno ave f¨¦nix japon¨¦s
Su empresa, Softbank, perdi¨® 8.293 millones de euros en 2019 por inversiones fallidas como Uber y WeWork, y ahora se enfrenta a la crisis global
Cuando a finales de marzo Masayoshi Son (Tosu, Jap¨®n, 1957) anunci¨® su intenci¨®n de liquidar activos de Softbank por valor de 4.500 billones de yenes (37.000 millones de euros) para rebajar su deuda y acumular efectivo, el sector financiero recibi¨® una se?al inequ¨ªvoca de que se avecinan tiempos complicados. Al fin y al cabo, el famoso emprendedor est¨¢ acostumbrado a enfrentar contratiempos. Y a salir airoso. Lo demuestra su presencia constante en las listas Forbes ¡ªsegunda fortuna de Jap¨®n¡ª pese a que nadie en la historia ha perdido m¨¢s dinero que ¨¦l: hasta 63.000 millones de euros a causa de la burbuja puntocom del a?o 2000. Son domina un arte misterioso: el de resistir. No en vano lleva toda una vida practic¨¢ndolo.
A una edad en la que la mayor¨ªa de los ni?os sue?an con ser futbolistas, cantantes o actores, el adolescente Son ¡ªaunque en aquella ¨¦poca se apellidaba Yasumoto, por motivos esclarecidos m¨¢s adelante¡ª ten¨ªa un ¨ªdolo muy par?ticular: Den Fujita, fundador de McDonald¡¯s Jap¨®n y uno de los empresarios m¨¢s conocidos del pa¨ªs. Su sue?o era conocerle en persona. Despu¨¦s de varias llamadas a sus asistentes que no fructificaron, Son opt¨® por tomar la iniciativa: se subi¨® a un avi¨®n rumbo a Tokio y se present¨® en la puerta de su despacho. ¡°Dile exactamente esto¡±, le dict¨® a la secretaria. ¡°No tienes que mirarme. No tienes que hablar conmigo. Puedes seguir trabajando. Solo quiero ver tu cara¡±. Funcion¨®. Durante su conversaci¨®n, Fujita le recomend¨® estudiar ingl¨¦s e inform¨¢tica. Siguiendo su consejo, el joven de 16 a?os tom¨® otro avi¨®n. Este con destino a Estados Unidos.
All¨ª, en California, lograr¨ªa su segundo hito vital: completar su educaci¨®n secundaria en apenas tres semanas. Cuenta la biograf¨ªa escrita por Atsuo Inoue que a los pocos d¨ªas de matricularse solicit¨® una reuni¨®n con el director del centro. El reci¨¦n llegado expuso su prop¨®sito sin rodeos: ¡°Quiero ir a la universidad lo antes posible¡±. Durante una semana estudi¨® a todas horas hasta que accedieron a pasarle al ¨²ltimo curso. Pero Son no se detuvo ah¨ª. Acto seguido, se present¨® a las pruebas de acceso a la universidad. Estas consist¨ªan en un examen diario, que daba comienzo a las nueve de la ma?ana, durante cinco jornadas consecutivas. Como todav¨ªa estaba aprendiendo ingl¨¦s, el comit¨¦ organizador accedi¨® a su petici¨®n de eliminar el l¨ªmite de tiempo. ?El resultado? Armado con un diccionario, Son entreg¨® cada examen cerca de la medianoche. Dos semanas m¨¢s tarde recibi¨® una carta: ¡°Aceptado¡±.
Son se enrol¨® en Berkeley. Al leer un reportaje sobre microchips encontr¨® su obsesi¨®n: a partir de ese momento se convenci¨® de que la inform¨¢tica estaba a punto de desatar una nueva revoluci¨®n. Con esa idea en mente comenz¨® sus incursiones en el mundo de los negocios. La primera le llev¨® a tocar en la puerta de uno de sus profesores, Forrest Mozer. ¡°Un chico joven y menudo apareci¨® en mi oficina con un plan comercial que ten¨ªa mucho sentido¡±, recordaba en una entrevista con la CNN. Son le propuso construir un traductor electr¨®nico, el cual acabar¨ªa vendiendo poco despu¨¦s a Sharp a cambio de un mill¨®n y medio de euros. ¡°Cuando volv¨ª a casa despu¨¦s de esa primera reuni¨®n le cont¨¦ a mi mujer que acababa de conocer a un chico que ser¨ªa el due?o de Jap¨®n alg¨²n d¨ªa. Nunca pens¨¦ que fuera a estar tan en lo cierto¡±, dijo Mozer.
El joven regres¨® a su pa¨ªs dispuesto a lanzarse a la arena del emprendimiento. Pero su primera decisi¨®n no fue un prototipo o una inversi¨®n, sino un cambio de nombre. Son es un zainichi, japon¨¦s descendiente de emigrantes coreanos, colectivo sometido a frecuentes discriminaciones. A causa de ello, fue v¨ªctima de acoso escolar. ¡°Hubo un momento en el que dese¨¦ quitarme la vida¡±, afirmaba el empresario en una entrevista al recordar aquella ¨¦poca, ¡°pero todo eso me hizo m¨¢s fuerte¡±. Su familia hab¨ªa adoptado un apellido japon¨¦s, Yasumoto, para esconder su origen ¨¦tnico, una pr¨¢ctica habitual. De vuelta en Jap¨®n, no obstante, Masayoshi decidi¨® recuperar su apellido ancestral, Son. ¡°Quer¨ªa convertirme en un modelo para los ni?os de origen coreano, que vieran que una persona como ellos, que usa de manera p¨²blica un apellido coreano, puede alcanzar el ¨¦xito¡±.
En 1981, con 24 a?os, Son fund¨® Softbank, la organizaci¨®n que hoy todav¨ªa dirige y que ha convertido en un pilar del sector tecnol¨®gico, con participaciones en m¨¢s de 1.000 empresas de todo el mundo. El nombre elegido, de nuevo, refleja sus prioridades: ¡°Banco de Software¡±. Desde el primer momento, Son lo apost¨® todo al auge de los ordenadores personales. Pero entonces la burbuja puntocom le estall¨® en las manos. ¡°Un a?o antes, mi fortuna crec¨ªa a un ritmo de 9.000 millones de euros diarios¡±, rememoraba en una charla con Bloomberg TV en 2017. ¡°Durante tres d¨ªas fui m¨¢s rico que Bill Gates¡±.
Jugador de riesgo
Softbank se recuper¨® de ese varapalo sin variar su estrategia. Son gusta de jugar al borde: ah¨ª donde hay m¨¢s riesgo tambi¨¦n es donde hay m¨¢s beneficio. Adem¨¢s, realiza apuestas de un modo poco convencional. En lugar de invertir m¨®dicas cantidades de dinero que aumentan en sucesivas rondas de financiaci¨®n, ¨¦l opta por volcar grandes sumas en las empresas emergentes l¨ªderes de cada sector. Esta f¨®rmula tan audaz ha permitido que hasta ahora basten unos pocos aciertos para cubrir las p¨¦rdidas provocadas por los numerosos errores. Sin embargo, este a?o no le ha salido bien: el conglomerado japon¨¦s registr¨® p¨¦rdidas de 961.576 millones de yenes (8.292 millones de euros) al cierre de su ¨²ltimo ejercicio, seg¨²n datos publicados esta semana.
En su lista de triunfos, un nombre destaca por encima de todos. Corr¨ªa 1999 cuando Son decidi¨® invertir 18 millones de euros en una empresa de Hangzhou creada por un hombre llamado Jack Ma. Aquella Alibaba apenas ten¨ªa 100.000 usuarios. Hoy es la octava organizaci¨®n m¨¢s valiosa del mundo. Esos 18 millones que compraron un poco m¨¢s de un cuarto de sus acciones se han convertido en 120.000. ¡°No hablamos de beneficios, ni siquiera de un modelo de negocio¡±, suele contar Ma de aquel primer encuentro, ¡°solamente de una visi¨®n compartida¡±.
Acert¨® con su apuesta por Alibaba, pero se ha equivocado de momento con sus inversiones en Uber y WeWork
Porque Son tiene una visi¨®n, cifrada en un plan empresarial a tres siglos vista que incluye telepat¨ªa, clonaci¨®n y seres humanos de 200 a?os. Su objetivo es aprovechar su capacidad de manejar el presente para comenzar a edificar el futuro. Con esa idea en mente lanz¨® Vision Fund, un fondo dotado de 100.000 millones de euros con los que apostar por las empresas m¨¢s innovadoras. Sus primeras apuestas, Uber y WeWork, han sido un fracaso que ha despertado el escepticismo.
A pesar de las p¨¦rdidas, Son vuelve a encomendarse a su capacidad de resistir. Su plan pasa por recaudar financiaci¨®n, un repliegue con el que pagar deudas, recomprar bonos y acumular efectivo para la crisis que viene. ?l, de todos modos, es optimista. ¡°He cometido m¨¢s errores que nadie, pero he aprendido de todos ellos¡±.
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