Recuperaci¨®n K
Era puro pensamiento m¨¢gico confiar en la inmunidad de nuestra sociedad a este colosal fracaso
Ni en V, ni en W, ni en L. En K. A medida que los rebrotes y las segundas oleadas de la pandemia van trazando su siniestro mapa e impactan diferencialmente sobre la salud y expectativas de los ciudadanos, su confianza en sus Gobiernos y sobre los distintos sectores de la econom¨ªa, la imagen que emerge es la de un descomunal aumento de la desigualdad.
La dispersi¨®n en el n¨²mero de contagiados, tasas de positividad o de letalidad es sobrecogedora cuando se comparan pa¨ªses, comunidades, barrios dentro de las mismas ciudades, niveles de renta o edades. No era verdad que este virus afectaba a todos por igual. Todos estamos expuestos a ¨¦l, pero unos se protegen mejor que otros: porque son m¨¢s fuertes, tienen m¨¢s recursos o porque desde el primer momento se tomaron en serio la epidemia, recopilaron datos, los analizaron, los entendieron y construyeron una estrategia. La segunda fase de esta creciente desigualdad la marcar¨¢ el acceso a las vacunas. Pese al soberbio ¨¦xito cient¨ªfico que supondr¨¢ contar con ellas, unos pa¨ªses lo har¨¢n antes que otros y, dentro de los pa¨ªses, algunos tendr¨¢n mas oportunidades de inmunizarse que otros. Y se sabr¨¢, y tendr¨¢ consecuencias pol¨ªticas, sociales y econ¨®micas. La desigualdad de renta, riqueza y oportunidades se tolera mejor que la desigualdad ante la enfermedad y la muerte.
Mientras la enfermedad no est¨¦ controlada, la recuperaci¨®n econ¨®mica global inevitablemente no estar¨¢ sincronizada. Y sabemos lo suficiente de crisis globales para anticipar que ello conllevar¨¢ tensiones que desafortunadamente es poco probable puedan ser gestionadas por una arquitectura internacional que ha dejado de estar basada en el multilateralismo y las reglas. Esperar milagros de la diplomacia internacional es una quimera. Habr¨¢ pa¨ªses que lo har¨¢n razonablemente bien y trazar¨¢n el brazo ascendente de la K. Otros, aquellos que no hayan preparado una estrategia realista de recuperaci¨®n e inclusi¨®n, se deslizar¨¢n por el brazo descendente de la K. Y lo que vale para los pa¨ªses, sirve para los sectores. Las recuperaciones nunca son pari passu. Los que no se preparan se quedan atr¨¢s.
Espa?a es un buen ejemplo de ello. Desde la crisis de 1992 no hemos sido capaces de mejorar el nivel de convergencia de renta con la UE que logramos en la d¨¦cada de los 80, la d¨¦cada del consenso sobre lo que quer¨ªamos ser y sobre las reformas que hab¨ªa que hacer. Esta vez no ser¨¢ diferente. Sin un an¨¢lisis racional y basado en datos de nuestras oportunidades y debilidades, y sin un plan ampliamente compartido por la sociedad y sus l¨ªderes, lo mejor que nos puede pasar es que nos quedemos como estamos mientras los dem¨¢s avanzan.
Las debilidades son conocidas. Desde la crisis de 2008, los niveles de desigualdad de renta, riqueza, capital humano y oportunidades han aumentado significativamente. Llevamos desde 2014 sin ser capaces de reducir el d¨¦ficit p¨²blico estructural y financi¨¢ndolo con deuda p¨²blica. Tenemos tasas de fracaso escolar intolerablemente elevadas, baja innovaci¨®n y una persistente econom¨ªa sumergida. Todos son problemas importantes, todos requieren inversi¨®n y reformas estructurales pactadas.
Los anteriores problemas surgen del mal funcionamiento del mercado de trabajo espa?ol. Tras cuatro d¨¦cadas con tasas de desempleo de dos d¨ªgitos, una ineficiente e injusta segmentaci¨®n del mercado de trabajo y una probada incapacidad para generar empleos estables y con salarios dignos, era puro pensamiento m¨¢gico confiar en la inmunidad de nuestra sociedad y democracia a este colosal fracaso.
Con los datos de la ultima EPA, por cada 100 espa?oles mayores de 16 a?os, 22 son inactivos que no buscan empleo, 9 est¨¢n parados y 22 est¨¢n jubilados. De los que tienen un empleo, 2 son empresarios, 5 aut¨®nomos unipersonales, otros 8 son empleados del sector p¨²blico y de los 31 que trabajan en el sector privado, solo 25 tienen contrato indefinido. Dos de ellos hoy est¨¢n en ERTE.
La pandemia nos impide seguir mirando hacia otro sitio, mientras el deterioro del mercado de trabajo nos hace m¨¢s pobres, desiguales y vulnerables a los populistas que prometen la redistribuci¨®n de una riqueza que no se est¨¢ creando. No hay nada en el neo-pobrismo que pueda ser un proyecto atractivo para nuestra sociedad. El futuro sigue estando donde siempre ha estado: en las luces, en la educaci¨®n, en la ciencia, en la seguridad jur¨ªdica, en Europa y en el compromiso de cambiar lo que no funciona. Y eso hoy significa invertir en m¨¢s y mejores pol¨ªticas activas de empleo, y en reducir la dualidad del mercado de trabajo. En crecer mas de forma mas sostenible e inclusiva. El resto son distracciones.
Jos¨¦ Juan Ruiz es economista.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.