Hacia un nacionalismo de plataformas
La paradoja es que cuanto mayor es su ¨¦xito, m¨¢s opciones tienen de convertirse en oligopolios globales
Es probable que nuestros pasados sue?os de ciencia-ficci¨®n juveniles est¨¦n sesgando el debate econ¨®mico presente. Mientras esper¨¢bamos una sociedad robotizada, el capitalismo de plataformas se ha extendido de forma silenciosa, y son precisamente una multitud de humanos los que ahora hacen de ch¨®feres, carteros o repartidores de comida que, con su generalmente estatus de trabajadores aut¨®nomos y escuetas cotizaciones, suponen ya un gran reto a la sostenibilidad no s¨®lo de nuestro sistema de pensiones, sino del propio Estado del bienestar. M¨¢s a¨²n si tenemos en cuenta la creatividad fiscal de dichas plataformas transnacionales, que les permite eludir los impuestos directos, en el caso de las norteamericanas o, incluso, tambi¨¦n los indirectos, en el caso de las asi¨¢ticas. Aspecto este ¨²ltimo que se suele obviar cuando se cuestiona la gesti¨®n del impuesto de sociedades de Apple, Google, Amazon y Facebook, entre otras norteamericanas. Esta ¡°infratributaci¨®n¡± perjudica a¨²n m¨¢s la competitividad de las empresas locales, que ofertan su actividad en los mercados tradicionales trasuntos de las plataformas.
Pero ser¨ªa miope centrar nuestro an¨¢lisis en s¨®lo alguna de las cuestiones no resueltas de este modelo de negocio, que, de forma darwiniana, est¨¢ colonizando los principales mercados de bienes y servicios. Parece m¨¢s conveniente empezar por sus incuestionables ventajas competitivas. Las plataformas han conseguido llevar a la pr¨¢ctica la cuasi utop¨ªa de algunos de los componentes del modelo de competencia perfecta en atractivos mercados virtuales. Verdaderos ecosistemas en los que operan multitud de oferentes y demandantes de productos homog¨¦neos, en entornos de informaci¨®n perfecta, y con costes de transacci¨®n despreciables. Los cuales suplantan a mercados reales en ocasiones muy alejados de estos principios, como ser¨ªa el de los alquileres, los taxis o, en general, los de todos aquellos productos y servicios con escaso tama?o de su demanda local. Esta suplantaci¨®n, al abaratar sensiblemente los precios de intercambio, hace que los mercados se expandan de forma exponencial, creando nuevos empleos, incluso con tasas de crecimiento econ¨®mico contenidas, como las actuales.
La paradoja es que esta apariencia de competencia perfecta se limita al entorno virtual, ya que cuanto mayor sea el ¨¦xito de la empresa que gestiona la plataforma, generando claras econom¨ªas de red, mayor probabilidad de convertirse en un oligopolio, o incluso monopolio, que puede llegar a ser global. Esta tendencia, a un creciente poder de mercado, es muy probable que se mantenga si se cumple la previsi¨®n, ampliamente difundida, de que para 2025 el 30% de la econom¨ªa mundial se generar¨¢ en plataformas.
Como en todo mercado oligopolista, es f¨¢cil encontrar situaciones de abuso de poder. Por ello, de la misma forma que existe una divisi¨®n para delitos telem¨¢ticos en la Guardia Civil, cobra sentido la existencia de una divisi¨®n espec¨ªfica de otras instituciones (por ejemplo, la CNMC) para vigilar estos mercados y sus operadores, buscando proteger a clientes y trabajadores.
La elevada velocidad de expansi¨®n de este modelo de negocio, unido a una infravaloraci¨®n de su envergadura por determinados Gobiernos europeos, ha dejado m¨²ltiples cuestiones sin resolver. Desde las ya antes apuntadas, la necesidad de una mejor definici¨®n de las relaciones laborales, pasando por el respeto de los derechos de propiedad y privacidad, especialmente en las plataformas asi¨¢ticas, o someterlas a una fiscalidad responsable. Esto ¨²ltimo parece haberse conseguido en cuanto al IVA, lo que puede hacer del Black Friday de 2020 el ¨²ltimo gran evento tax free de nuestra era. M¨¢s dif¨ªcil es el caso de llegar a un acuerdo global en cuanto a los impuestos directos. En este caso, la Uni¨®n Europea no tiene un incentivo claro para promover una regulaci¨®n m¨¢s estricta, al no disfrutar de su recaudaci¨®n, lo que adem¨¢s ir¨ªa en contra de determinados socios, como Irlanda o Luxemburgo, que basan gran parte de su competitividad internacional en ofrecer significativas ventajas fiscales en los mismos. Las llamadas tasas Google en cada pa¨ªs aparecen como la ¨²nica opci¨®n viable a corto o medio plazo, eso s¨ª, con los riesgos de posibles guerras comerciales que implica este camino.
Pero frente a estos aspectos no resueltos, la gran pregunta que debemos formularnos es cu¨¢l est¨¢ llamado a ser el papel europeo en general, y el espa?ol en particular, en este modelo de negocio. Actualmente es residual en el primer caso, e irrelevante en el segundo. S¨®lo entre un 2% y 3% de los cuarteles generales de las grandes plataformas, seg¨²n su valor burs¨¢til, est¨¢n ubicados en Europa. Frente a este modelo, que de facto cede la gesti¨®n de un n¨²mero creciente de mercados de bienes y servicios a plataformas for¨¢neas, tenemos el modelo asi¨¢tico, que se podr¨ªa definir sin ambages como de nacionalismo de plataformas. En ¨¦l, el operador principal local en estos mercados virtuales suele ser una versi¨®n aut¨®ctona del original norteamericano. Asimismo, ha ido disminuyendo el tiempo de espera entre la versi¨®n original norteamericana y la local, hasta llegar a la situaci¨®n actual de lanzamiento cuasi conjunto de ambas iniciativas, tanto en la orilla occidental del Pac¨ªfico como en la oriental. De esta forma, aunque Alibaba, la versi¨®n china de Amazon, nace cinco a?os despu¨¦s de la primera o Didi, el equivalente chino de Uber, se lanza tres a?os despu¨¦s, vemos c¨®mo Wechat surge s¨®lo dos a?os despu¨¦s de WhatsApp, mientras que Instagram y Sina Weibo nacieron a la vez. Ejemplos similares se pueden encontrar en Singapur y Corea del Sur e incluso m¨¢s cerca geogr¨¢ficamente (Rusia).
Mientras, los pa¨ªses de la Uni¨®n Europea carecen de una estrategia com¨²n y, en la mayor¨ªa de los casos, como en los pa¨ªses mediterr¨¢neos, tampoco hay una estrategia nacional. Se limitan, en gran medida, a mirar con desconfianza este nuevo modelo de negocio, m¨¢s preocupados por mantener el statu quo de los mercados afectados que por desarrollar iniciativas locales. Ni siquiera han sido capaces de ofrecer unas reglas de juego homog¨¦neas en su territorio que permitan que las plataformas europeas puedan alcanzar econom¨ªas de escala r¨¢pidamente.
Para nuestro pa¨ªs y para el conjunto de Europa, una pol¨ªtica que aborde este fen¨®meno en su conjunto se hace cada vez m¨¢s necesaria. No s¨®lo para resolver los m¨²ltiples nuevos retos que las plataformas est¨¢n provocando en nuestras sociedades, sino para que surjan verdaderos campeones locales, aprovechando las escasas barreras de entrada que hay, dados los reducidos requerimientos de capital para desarrollar estos mercados virtuales.
Santiago Carb¨® Valverde es catedr¨¢tico de Econom¨ªa de Cunef y colaborador de Funcas. Jos¨¦ Ignacio Castillo Manzano es catedr¨¢tico de Econom¨ªa de la Universidad de Sevilla.
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