Estado de bienestar y contrato social
A partir de los a?os ochenta se transfirieron los riesgos desde las empresas y el Estado hacia las personas
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La crisis de la covid-19 ha revelado las limitaciones del Estado de bienestar para proteger a personas y empresas de los riesgos de las grandes crisis. Por eso los gobiernos se han lanzado a ampliar los programas de cobertura de ingresos a colectivos desprotegidos, de protecci¨®n del empleo y a inyectar ayudas y capital en las empresas. Esta es la gran diferencia entre esta crisis y la de 2008, en la que solo se rescat¨® al sector financiero.
Habr¨¢ que ver cu¨¢ntos de estos nuevos programas permanecen una vez amaine la pandemia y se haga notar el peso de la deuda. Pero, en cualquier caso, no es muy arriesgado sostener que estamos ante un cambio de mentalidad que traer¨¢ un nuevo Estado de bienestar postpand¨¦mico.
Si aceptamos esta idea, la pregunta inevitable es c¨®mo vamos a financiar esta mayor cobertura de riesgos.
No lo podremos hacer s¨®lo con las pol¨ªticas redistributivas que act¨²an a trav¨¦s de los gastos sociales y de los impuestos. No es imposible, pero me es dif¨ªcil concebir una revoluci¨®n fiscal similar a la que hubo despu¨¦s de la Gran Depresi¨®n y de la Segunda Guerra Mundial que permiti¨® financiar el Estado de bienestar de postguerra. Tendremos que actuar tambi¨¦n con las otras dos palancas que determinan las oportunidades y las desigualdades existentes en una sociedad: la distribuci¨®n y la predistribuci¨®n.
La distribuci¨®n hace referencia a como se reparte el valor a?adido creado por las empresas entre salarios, sueldos, dividendos e impuestos. Hoy existe consenso en que el mal funcionamiento de la distribuci¨®n est¨¢ en la base del aumento de las desigualdades de ingresos y de oportunidades en los ¨²ltimos cuarenta a?os. Este consenso se?ala tambi¨¦n la responsabilidad del poder de mercado de las grandes corporaciones y de los nuevos monopolios digitales en la precarizaci¨®n del empleo y la presi¨®n a la baja de los salarios. Una distribuci¨®n justa liberar¨¢ a la redistribuci¨®n de la necesidad de tener que corregir todas las desigualdades. Necesitamos un compromiso empresarial para crear mejores empleos, para m¨¢s personas y en m¨¢s lugares.
La predistribuci¨®n se refiere a las capacidades y habilidades de las personas cuando participan en el mercado laboral. Mejores capacidades aumentan la productividad y mejoran sus oportunidades de empleo y salarios. Una buena predistribuci¨®n produce una mejor distribuci¨®n del excedente empresarial y reduce el esfuerzo de la redistribuci¨®n para lograr que la desigualdad final de renta y riqueza sea socialmente aceptable y pol¨ªticamente soportable.
Hoy el sistema educativo no genera una buena predistribuci¨®n. Las diferentes etapas del sistema est¨¢n concebidas como pasos previos a la universidad. Esto provoca fracaso escolar y laboral. Cada etapa educativa debe dotar a las personas de capacidades espec¨ªficas. Esto es m¨¢s necesario en esta ¨¦poca de cambio tecnol¨®gico y econ¨®mico acelerado. Necesitamos un compromiso p¨²blico, empresarial y social para una revoluci¨®n educativa.
Reparto de riesgos
La distinci¨®n entre predistribuci¨®n, distribuci¨®n y redistribuci¨®n permite diferenciar los conceptos de ¡°Estado de bienestar¡± y de ¡°contrato social¡±. El contrato social va m¨¢s all¨¢ del Estado de bienestar para abarcar tambi¨¦n la distribuci¨®n y la predistribuci¨®n. El contrato social es la forma en que la sociedad determina que nos debemos los uno a los otros y c¨®mo reparte los riesgos de las crisis econ¨®micas entre individuos, empresas y Estado.
El contrato social de postguerra logr¨® un buen reparto de riesgos. El Estado y las empresas se ocuparon de dar formaci¨®n educativa y profesional; la econom¨ªa cre¨® buenos empleos, con salarios que no daban para que hacerse ricos pero s¨ª para construir una vida de clase media; y el Estado erradic¨® la pobreza a trav¨¦s de los programas de bienestar de desempleo, pensiones y sanidad.
Una serie de circunstancias econ¨®micas y pol¨ªticas hicieron que a partir de los a?os ochenta un nuevo contrato social transfiriese los riesgos desde las empresas y el Estado hacia las personas. El resultado ha sido la precarizaci¨®n del empleo, los bajos salarios, el mal funcionamiento del sistema educativo profesional, la desigualdad de oportunidades y de ingresos, la baja productividad, el crecimiento sin reparto, la inestabilidad econ¨®mica, el malestar social y el populismo pol¨ªtico.
Revertir esta situaci¨®n no ser¨¢ posible s¨®lo con la redistribuci¨®n. Necesitamos construir un nuevo contrato social centrado la distribuci¨®n y la predistribuci¨®n. Un contrato social que ha de ser el motor de una econom¨ªa vibrante, sostenible e inclusiva, sin la cual no ser¨¢ posible financiar el nuevo Estado de bienestar postpand¨¦mico ni revertir el malestar social y el populismo pol¨ªtico. Es la tarea de nuestra ¨¦poca.
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