La odisea de cobrar la pensi¨®n en Los Balbases
Los problemas de acceso al efectivo afectan al 3% de los espa?oles, que no disponen de un cajero a menos de cinco kil¨®metros
En Los Balbases (Burgos) solo queda un tipo de bancos: los que sirven para sentarse. Los asientos de piedra compiten contra los cl¨¢sicos de chapa, verdes en el imaginario colectivo, desgastados o bien por inviernos duros o por su popularidad en verano. La nutrida presencia de estos bancos contrasta con la ausencia de cajeros en este pueblo de 300 habitantes, que en otros tiempos gloriosos lleg¨® a tener hasta tres entidades que serv¨ªan a una poblaci¨®n mayoritariamente agr¨ªcola. Ahora, los usuarios han de desplazarse a Pampliega o Castrojeriz, a unos 10 kil¨®metros, si quieren dinero en efectivo. La otra opci¨®n consiste en aguardar la visita semanal de un veh¨ªculo bancario que hace las veces de cajero, todo un agravio en comparaci¨®n con ¨¦pocas anteriores. ¡°Est¨¢n echando a la gente de los pueblos¡±, protesta el vigoroso Francisco de la Cruz, que a sus 67 a?os carga con material para hacer chapuzas en su casa.
El Banco de Espa?a acaba de alertar de que 1,3 millones de ciudadanos, el equivalente al 3% de la poblaci¨®n, ¡°pueden considerarse vulnerables¡± por no tener acceso a dinero en met¨¢lico en menos de cinco kil¨®metros. Desde la crisis financiera de 2008, los bancos han cerrado casi la mitad de sus sucursales, hasta quedarse a finales del a?o pasado con 22.299 oficinas, seg¨²n datos del supervisor. El n¨²mero de cajeros rozaba entonces los 49.500. Estas cifras arrojan 1,5 puntos de acceso al efectivo por cada 1.000 espa?oles. El problema es que esta media oculta una gran disparidad entre la ciudad y el campo, con las provincias de Le¨®n, Salamanca y Zamora como las m¨¢s desfavorecidas.
El debate se acalora en Los Balbases frente al antiguo teleclub El Fary, llamado as¨ª en honor al cocinero de un centro religioso cercano con el mismo apodo que el cantante. De la Cruz denuncia la ¡°injusticia¡± de necesitar el coche para tener billetes en el bolsillo. Y eso suponiendo que los mayores puedan a¨²n conducir y no precisen ayuda de familiares. David Bermejo, tambi¨¦n de 67 a?os, asegura que ni un sobrino suyo que trabaja en una sucursal logra justificar el abandono que sufren en el campo. Para ¨¦l, este panorama invita a la gente a ¡°sacar su dinero y guardarlo en casa¡±, una pr¨¢ctica que les ahorra trasiego, pero invita a desgracias.
Ambos se?alan que otro de los perjuicios de viajar para sacar dinero pasa por los ¡°listos¡± que pueden observar desplazamientos cotidianos, con grandes sumas en el bolsillo, con el consiguiente riesgo de robos. Varios testimonios de localidades peque?as de Castilla y Le¨®n, que piden anonimato, coinciden en esa idea: almacenan dinero en casa, pero jam¨¢s dar¨¢n detalle. Por si acaso.
En la CECA, la patronal de las antiguas cajas de ahorro, admiten que el ¨¦xodo demogr¨¢fico hacia la ciudad conlleva que los clientes desaparezcan y las sucursales se cierren. ¡°Como probablemente lo hayan hecho antes las farmacias, las escuelas o los colmados¡±, asegura un portavoz. Esta asociaci¨®n, en cambio, destaca un reciente estudio del Instituto Valenciano de Investigaciones Econ¨®micas (Ivie) y la Fundaci¨®n Areces que apuntaba que el 97% de la poblaci¨®n tiene una sucursal bancaria en su municipio. ¡°Es una buena tasa de cobertura¡±, aseguran en la CECA.
El economista palentino Julio L¨®pez tiene una visi¨®n m¨¢s pesimista. Este docente en la Universidad de Valladolid cree que la escasez de entidades provoca exclusi¨®n financiera, ¡°sufrida especialmente por los ancianos, muchos sin carn¨¦ de conducir y sin forma de acceder al efectivo por s¨ª mismos¡±. L¨®pez achaca esta tendencia a la aplicaci¨®n de ¡°criterios de rentabilidad econ¨®mica por encima de la rentabilidad social¡±. Admite que las cajas o bancos son entidades privadas con af¨¢n de rentabilidad. Por eso insiste en que son los poderes p¨²blicos los que deber¨ªan intervenir. Una de las quejas de la plataforma Teruel Existe, que canaliza m¨²ltiples peticiones de zonas despobladas, pasa por reclamar ¡°cajeros multientidad¡± para esos peque?os n¨²cleos.
Esta progresiva migraci¨®n de las sucursales rurales, explica Santiago Carb¨®, de Funcas, va acompa?ada del intento de ¡°digitalizaci¨®n financiera¡± para ¡°introducir la banca m¨®vil¡±. Esta modernizaci¨®n deber¨ªa acompa?arse con ¡°garant¨ªas personales¡± para que estos servicios lleguen a los lugares con oficinas abandonadas como las de esta localidad burgalesa.
Las ¡°oficinas m¨®viles¡±, aceptan ?ngel Garc¨ªa, de 81 a?os, y su hijo Javier, de 42, rebajan algunos problemas, pero siguen sin solucionarlos del todo. El joven Garc¨ªa vive en Burgos y cuando hace las maletas rumbo a su residencia veraniega no olvida coger una buena cantidad de dinero en met¨¢lico. Su padre reh¨²ye las tarjetas y del acceso electr¨®nico al dinero que siempre ha manejado f¨ªsicamente. Por eso ambos lamentan tambi¨¦n la reducci¨®n de horarios y de personal en las sucursales a¨²n operativas.
Un grupo de adolescentes que durante el curso escolar viven en Madrid, Barcelona y Bilbao comentan entre risas que en este pueblo ¡°cotiza tener monedero¡±. Si no fuese por alguna monedilla o billete que rascan de los abuelos rumbosos, no habr¨ªa manera de comprar nada, porque el servicio de pago a trav¨¦s del m¨®vil Bizum apenas se utiliza en la localidad.
Mar¨ªa Jes¨²s Bermejo, responsable de la tienda que vende de todo un poco, cuenta que la pandemia ha impulsado algo los pagos electr¨®nicos, aunque los mayores son todav¨ªa reticentes. Que la gente no pueda sacar dinero cuando le apetezca, solo adapt¨¢ndose a los ¡°veh¨ªculos bancarios¡± o acudiendo a otro municipio, afirma, supone la creaci¨®n de ¡°peque?as cuentas¡± que se cancelan semanalmente, cuando ya hay liquidez en la cartera. Ella misma, se resigna, ejerce como ¡°banco¡± cuando aparece en el pueblo alguna furgoneta de venta ambulante y sus vecinos no tienen efectivo, as¨ª que le hacen un pago ficticio con la tarjeta y ella les da a cambio el efectivo.
El economista Julio L¨®pez recurre a su suegra, una anciana que vive en un peque?o pueblo palentino, para ilustrar otros problemas. Para ella, la supresi¨®n del consultorio m¨¦dico es m¨¢s importante que no disponer de bancos pr¨®ximos. ¡°La exclusi¨®n financiera es tan solo una m¨¢s en el medio rural¡±, lamenta. Entre ellas, la falta de cobertura m¨®vil o de red de internet, que tambi¨¦n se nota en el ultramarinos burgal¨¦s.
La due?a suele fiar el pago a los olvidadizos habituales del local, pero la cosa cambia en vacaciones. Los j¨®venes veraneantes le solicitan pagar con el m¨®vil, pero la falta de cobertura hace que tengan que salirse del pueblo para hacer el Bizum en una zona con mejor cobertura. Los chavales se dan cuenta all¨ª de c¨®mo hasta para pagar unos helados, unos refrescos o unas pipas quedan todav¨ªa grandes diferencias entre los pueblos y las ciudades.
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