Cumplir la ley
A esta reforma laboral se la medir¨¢ por su ¨¦xito o fracaso contra la alta temporalidad
Ya hay reforma laboral de la reforma laboral¡ o de las reformas laborales, porque si algo se ha intentado en Espa?a para arreglar los problemas del mercado de trabajo ha sido cambiar el Estatuto de los Trabajadores desde que se aprob¨® en 1980. Sin ¨¦xito. Ni los retoques (los ha habido por decenas) ni los cambios pactados (1997 o 2006) ni las grandes reformas sin acuerdo (1993 o 2012) han arreglado un problema enquistado desde los a?os setenta, que cristaliza en unos ¨ªndices de paro sin parang¨®n en el Atl¨¢ntico Norte y una temporalidad/precariedad vergonzosa que facilita la destrucci¨®n o la creaci¨®n de empleo compulsiva seg¨²n el estado de la coyuntura econ¨®mica.
El pacto alcanzado por los sindicatos, las patronales y el Gobierno es ambicioso¡ y costoso para sus firmantes. Se deduce tanto por lo que aborda como por lo que no. Seguro que los cambios en la negociaci¨®n colectiva y temporalidad no le han salido gratis a Antonio Garamendi en la CEOE. Y no parece un plato de gusto para los sindicatos ¡ªni para Yolanda D¨ªaz ni para el PSOE¡ª que la modificaci¨®n de condiciones laborales, la flexibilidad interna, o el despido apenas se cambien.
No se habr¨ªa entendido falta de ambici¨®n tras nueve meses de negociaci¨®n y, m¨¢s a¨²n, con los fondos europeos para la recuperaci¨®n en la sala de espera. Merece la pena el sacrificio de los agentes sociales. Hay que reconoc¨¦rselo una vez m¨¢s, y van bastantes en los casi dos a?os de pandemia. El acuerdo ya es en s¨ª mismo una garant¨ªa, especialmente en negociaci¨®n colectiva, pues convierte en c¨®mplices de la norma a quienes la llevan a los convenios colectivos: sindicatos y empresarios.
Pero la ambici¨®n de las 45 p¨¢ginas del texto reside, sobre todo, en el giro que da a la temporalidad al acabar con los contratos de obra o servicio (camino abierto por el Tribunal Supremo) o los l¨ªmites al uso de eventuales. En los m¨¢s de 40 a?os de vida del Estatuto de los Trabajadores, casi todas sus reformas buscaban acabar con las consecuencias nefastas de la primera, la de 1984, que descausaliz¨® la contrataci¨®n de eventuales e instaur¨® una cultura de gesti¨®n de los recursos humanos perversa. Aunque en varias de esas reformas la intenci¨®n enunciada en la exposici¨®n de motivos del texto legal apenas lleg¨® al articulado (como en 2012), en otras s¨ª que se ha intentado. El saldo es conocido: fracaso.
Una explicaci¨®n inmediata a este resultado est¨¢ en el abuso ilegal de la temporalidad. No hay un fraude de ley m¨¢s extendido en Espa?a. Se cuenta por decenas de miles mes tras mes. Lo demuestran los tres planes de choque extraordinarios que la Inspecci¨®n de Trabajo contra esta irregularidad.
A esta reforma laboral se la medir¨¢, sobre todo, por su ¨¦xito o fracaso contra la alta temporalidad. Lo saben en el Ministerio de Trabajo, se intuye por el endurecimiento de los castigos. Pero ni la nueva regulaci¨®n ni las multas por su incumplimiento cambiar¨¢n nada si no se empieza por cumplir la ley. ¡°Perogrullada, obvio¡±, pensar¨¢n. Hasta ahora, no.
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