Amazon y Starbucks emprenden el contrataque contra el avance de la movilizaci¨®n sindical en EE UU
Las empresas recurren a despidos y amenazas para impedir la organizaci¨®n de los trabajadores, mientras la sindicaci¨®n de estos se dispara un 57% en el pa¨ªs en el ¨²ltimo semestre
Marcus (nombre supuesto), repartidor de Amazon en Nueva York, confiesa que el clima de intimidaci¨®n en la empresa le ha convencido de abstenerse en una votaci¨®n sindical. Ni siquiera quiere especificar de cu¨¢l de los almacenes de Staten Island depende (el m¨¢s grande aprob¨® en abril la formaci¨®n del primer sindicato de la firma; el segundo acaba de rechazar la propuesta), mientras explica a zancadas por la acera, sin parar un segundo, sus razones para ¡°conservar el puesto de trabajo¡±: tres hijos peque?os y una esposa en paro, con covid persistente. Michele Eisen, veterana barista de Starbucks en Buffalo ¡ªel primer local de la cadena que se organiz¨®, en diciembre¡ª, dice que jam¨¢s se le hab¨ªa pasado por la cabeza afiliarse a un sindicato, hasta que la pandemia lo puso todo patas arriba: ¡°La empresa multiplic¨® sus ganancias, gracias a mi trabajo y el de mis compa?eros, que nos jugamos la salud sin recibir nada a cambio¡±.
Amazon est¨¢ recurriendo a artiller¨ªa pesada para frenar la organizaci¨®n sindical de su plantilla. Tambi¨¦n la cadena de cafeter¨ªas Starbucks tiene en el punto de mira a los baristas inquietos; a sus socios, como gusta llamar a sus empleados, a los que ofrece una subida salarial¡ Siempre y cuando no se movilicen. Los trabajadores de ambas compa?¨ªas protagonizan desde hace meses una efervescente movilizaci¨®n, la punta de lanza de un movimiento que recorre estratos y categor¨ªas: de repartidores de comida o ch¨®feres a empleados de museos, profesores universitarios y arquitectos; un aumento del 57% en la actividad sindical entre octubre y marzo. En un pa¨ªs en el que los sindicatos viven sus horas m¨¢s bajas (la afiliaci¨®n ronda el 10% en el sector privado), los casos de Amazon y Starbucks se han constituido en paradigma de la lucha de David contra Goliat, con se?aladas victorias del primero, pero golpes mucho m¨¢s certeros, y a veces desleales, del gigante.
El despido de dos l¨ªderes sindicales de un gran almac¨¦n de Amazon en Staten Island ha sido, esta semana, el ¨²ltimo cap¨ªtulo de la ofensiva empresarial. Los dos alentaron la movilizaci¨®n que condujo a la gran victoria sindical del centro, conocido como JFK8. Pero el gigante del comercio electr¨®nico no s¨®lo se ha negado a reconocer al nuevo Sindicato de Trabajadores de Amazon (ALU, en sus siglas inglesas), tambi¨¦n ha recurrido el resultado de la votaci¨®n ante la junta nacional de relaciones laborales (NLRB, la agencia federal que vela por los derechos de organizaci¨®n de los trabajadores), y adem¨¢s ha despedido, supuestamente por no impedir la movilizaci¨®n, a seis gerentes, en lo que la firma califica de ¡°evaluaci¨®n operativa y de liderazgo¡± de sus puestos. Starbucks fue demandado la semana pasada por la NLRB, por represalias contra representantes de los trabajadores tales como despidos, amenazas y vigilancia. Un portavoz de la cadena rechaz¨® lac¨®nicamente a este diario la demanda, ¡°sin fundamento alguno¡±.
Significarse en el mundo corporativo estadounidense sigue siendo arriesgado, pese a la presidencia m¨¢s prosindical en d¨¦cadas, la del dem¨®crata Joe Biden, que no solo anima a los trabajadores a unirse, sino que pretende convertir el Gobierno federal en modelo de buenas pr¨¢cticas sindicales, y que la semana pasada recibi¨® en la Casa Blanca a los l¨ªderes emergentes. Uno de los despedidos del JFK8 hab¨ªa acaparado titulares desde la hist¨®rica victoria sindical. ¡°Creo que es una represalia, he salido en todos los medios nacionales¡±, ha dicho Tristan Dutchin, de 27 a?os, despedido ¡°por no alcanzar los objetivos de productividad¡±. Este diario ha intentado conseguir la versi¨®n de la empresa, en vano. En ALU se ha impuesto repentinamente un perfil bajo, eludiendo los contactos con la prensa, como tambi¨¦n ha podido confirmar este diario.
Los despidos no constituyen una novedad en las pr¨¢cticas de Amazon, el segundo empleador privado del pa¨ªs. En marzo de 2020, despidi¨® a Chris Smalls, l¨ªder de ALU, por denunciar la inseguridad frente al coronavirus en el JFK8. Otro compa?ero que le secund¨® corri¨® la misma suerte, aunque luego la justicia orden¨® su readmisi¨®n. La compa?¨ªa despidi¨® tambi¨¦n a otro representante en el almac¨¦n de Bessemer (Alabama), el que abri¨® el fuego en abril de 2021. El de Bessemer fue el desaf¨ªo laboral con mayor entidad desde 2016, cuando se produjo un conato de lucha en Virginia; a¨²n hoy, el resultado de la votaci¨®n en Bessemer es objeto de litigio entre trabajadores y empresa, con la NLRB en medio.
El manual de pr¨¢cticas antisindicales de Amazon ha demostrado dar buenos resultados. Seguimiento continuo por parte de recursos humanos de los empleados, para averiguar su postura (¡°sientes sus ojos en el cogote todo el rato, no se te ocurre hablar del tema con los compa?eros¡±, dice Marcus); mensajes antisindicales en el tabl¨®n de anuncios (algunos tan burdos como ¡°para pagar la cuota sindical tendr¨¢s que quit¨¢rtelo de la cena¡±), la consideraci¨®n de los representantes sindicales como ¡°un c¨¢ncer para la compa?¨ªa¡±. La primera movilizaci¨®n, en 2016 en Virginia, bajo el paraguas del gran sindicato del comercio que tambi¨¦n ampar¨® la de Bessemer, fue desactivada por el miedo. En Bessemer la empresa lleg¨® incluso a cambiar de sitio un sem¨¢foro en los hangares para entorpecer la interacci¨®n entre los compa?eros. En el JFK8, los trabajadores debieron reunirse a la intemperie, en torno a una parada de autob¨²s, por no poder celebrar los m¨ªtines dentro del recinto.
Los partners, socios o compa?eros, de Starbucks arrastran su resquemor despu¨¦s de haber sido la vanguardia operativa de la compa?¨ªa durante la pandemia. La desproporci¨®n entre su dedicaci¨®n y la asunci¨®n de riesgos como trabajadores esenciales, en primera l¨ªnea, y la escasa valoraci¨®n y recompensa por parte de la empresa qued¨® de manifiesto en un encuentro virtual, celebrado a primeros de mayo por Brookings Institution, en el que la barista Eisen explic¨® sus motivos para sindicarse. ¡°Pusimos en riesgo nuestra salud y seguridad trabajando durante la pandemia. Pero luego o¨ªmos a nuestro CEO anunciar ganancias r¨¦cord¡ Este dinero proviene de mi trabajo y el trabajo de mis colegas. Tengo compa?eros que lloran en la trastienda porque no saben si podr¨¢n pagar el alquiler y llenar la nevera esta semana¡±, explic¨® la mujer.
En verano, cuando estaba a punto de tirar la toalla y dejar el trabajo, Eisen sum¨® fuerzas con sus compa?eros para organizar la primera votaci¨®n sindical en la compa?¨ªa. Ganaron, y desde entonces Starbucks ha encajado m¨¢s de 50 reveses. Desde agosto, los trabajadores de m¨¢s de 200 locales de la cadena en EE UU han iniciado los tr¨¢mites para organizarse.
En su doble vertiente acad¨¦mica y sindical, Jack Rasmus, profesor de Econom¨ªa en el Saint Mary¡¯s College de California, as¨ª como organizador ¡°de cuatro sindicatos diferentes y negociador de contratos¡±, se explaya sobre este combate desigual. ¡°Durante las ¨²ltimas cinco d¨¦cadas, las empresas estadounidenses han estado utilizando las mismas estrategias y t¨¢cticas de Amazon y Starbucks hoy para evitar que los trabajadores establezcan sindicatos. No es nada nuevo. Las leyes laborales y el Gobierno estadounidense se volvieron despu¨¦s de 1947 cada vez m¨¢s antiobreros y antisindicales. Han tenido ¨¦xito no solo en impedir la sindicalizaci¨®n, sino tambi¨¦n en reducirla. Las leyes permiten a los empleadores amenazar y sobornar a los trabajadores para que voten en contra de los sindicatos en las elecciones. E incluso cuando los trabajadores ganan las elecciones, las leyes permiten a los empresarios evitar negociar con los nuevos sindicatos. Mientras tanto, los pol¨ªticos del Partido Dem¨®crata prometen reformas, pero no las cumplen, como la ProAct¡±, explica Rasmus, en referencia a las siglas de la ley Proteger el Derecho a Organizarse, alentada por la Administraci¨®n dem¨®crata y atascada desde marzo en el Senado.
¡°Amazon contin¨²a utilizando t¨¢cticas antisindicales para aplastar la actividad sindical en sus instalaciones, pero la repetici¨®n de la votaci¨®n de Bessemer m¨¢s la programada en Staten Island demuestran que los trabajadores est¨¢n comprometidos con la lucha para ganar dignidad y una voz un¨ªvoca en defensa del trabajo esencial que realizan como parte de la cadena de suministro global de la empresa¡±, explicaba a comienzos de mes, antes de la segunda consulta, Patricia Campos Medina, directora del Instituto del Trabajador de la Universidad de Cornell. ¡°En ¨²ltima instancia, lo que necesitamos en las grandes corporaciones como Amazon no es una estrategia a nivel empresarial impulsada por los sindicatos locales, sino una estrategia de negociaci¨®n sectorial impulsada por los responsables pol¨ªticos y regionales. El coraje de los trabajadores en Staten Island es solo el comienzo de los esfuerzos¡±.
La concienciaci¨®n sindical parec¨ªa tardar, tras el latigazo de la crisis de 2008, mientras el activismo rampante de colectivos y minor¨ªas, la reivindicaci¨®n de sus respectivos derechos como identidades, iba en aumento. Era un desequilibrio evidente, en el que s¨®lo parec¨ªa faltar la conciencia de clase (trabajadora). La pandemia fue el est¨ªmulo, el acicate, el mismo que, en otra manifestaci¨®n del fen¨®meno de desafecci¨®n laboral, saca del mercado a millones de personas al mes (la denominada Gran Dimisi¨®n o Gran Renuncia). Ambos fen¨®menos son concomitantes pero, a juzgar por las conclusiones del informe de Brookings, quien sigue teniendo la sart¨¦n por el mango, pese al espejismo sindical, es la empresa.
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