El espantap¨¢jaros se llama Lindner
El borrador para la reforma de las reglas fiscales europeas en la UE no extrae, contra lo que afirma, las lecciones evidentes de las ¨²ltimas crisis
Ni ¨®ptimo, ni ideal, ni muy estimulante. El borrador para la reforma de las reglas fiscales europeas (sobre todo, el Pacto de Estabilidad y Crecimiento) dirigido al Ecofin del d¨ªa 14, no extrae, contra lo que afirma, las lecciones evidentes de las ¨²ltimas crisis. Si fuera as¨ª, partir¨ªa de los beneficios que el endeudamiento com¨²n ya ha producido en la UE, apalancando los fondos Next Generation y el programa SURE contra el desempleo. No se limitar¨ªa a examinar las finanzas individuales de cada Estado miembro, sino que lo har¨ªa tambi¨¦n de forma agregada, federal, entre las de los 27. Y arrinconar¨ªa los topes del 3% sobre el PIB (d¨¦ficit) y del 60% (deuda) al terreno de lo simb¨®lico o indiciario.
Esto no anula que sea muy positiva la ¡°apropiaci¨®n nacional¡± propugnada para las sendas de ajuste (la iniciativa ser¨¢ de cada Gobierno). O el reconocimiento de la diversidad de mecanismos (no solo recortes de gasto, tambi¨¦n aumentos de ingresos) para consolidar las finanzas. Y la ¡°cl¨¢usula de escape¡± nacional temporal (y no solo comunitaria) a la aplicaci¨®n de las reglas en casos excepcionales. O el benevolente trato a las inversiones verde, digital y defensiva, ojal¨¢ que desemboque en su exclusi¨®n del c¨®mputo del d¨¦ficit ¡ªpor su car¨¢cter productivo¡ª, que es la ¡°regla de oro¡± presupuestaria: aunque habr¨ªa que ir m¨¢s lejos, pues esas inversiones son de inter¨¦s estrat¨¦gico europeo. Todos estos avances son
muy encomiables, pues reducir¨ªan el austeritarismo de las reglas, tan funesto en el pasado. Y son meritorios en este momento de agrias resistencias nacionalistas a los innegables y trepidantes avances integracionistas.
Pero los peligros que acechan a estos progresos figuran en el propio borrador de conclusiones (Orientations for a reform of the EU economic governance framework), cuyo punto 7 amenaza con replante¨¢rselos, para erosionarlos: jibarizar el control de la Comisi¨®n en favor de las instancias intergubernamentales (favorables a los m¨¢s poderosos), redefinir los gastos; reintroducir criterios ¡°cuantitativos¡± uniformistas en las sendas nacionales (como la reducci¨®n obligatoria anual de la deuda en medio punto del PIB)¡ Y en cuestiones que no figuran ah¨ª.
Las m¨¢s insidiosas son dos. Una, la ausencia de un endurecimiento del Procedimiento de Desequilibrios Macroecon¨®micos (PDM), muy deseable cuando se mantiene ¡°sin cambios¡± la dureza del Procedimiento de D¨¦ficit Excesivo (con el tope del 3%). As¨ª, su aplicaci¨®n, que deber¨ªa contrarrestar los super¨¢vits excesivos de los m¨¢s potentes, como Pa¨ªses Bajos o Alemania, seguir¨¢ siendo virtual: blindada frente a sanciones. Y tampoco se corrigen los privilegios que Berl¨ªn forz¨® para s¨ª en 2005, en la reforma reaccionaria del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, que evit¨® su multa (y la de Francia) por incumplir las reglas que tanto ensalza. Y le dio patente de corso por contribuir m¨¢s al presupuesto com¨²n: confundiendo su mayor cuant¨ªa absoluta con la justa aportaci¨®n proporcional.
As¨ª que los riesgos para esta mejor reforma de las reglas fiscales provienen de Berl¨ªn. Y de su ministro de Hacienda, el liberal Christian Lindner, espantap¨¢jaros de un federalismo equitativo.
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