Los costes de la guerra
La preocupaci¨®n desborda la escena de Oriente Pr¨®ximo. Todo el mundo se interroga sobre la expansividad contagiosa del conflicto
Los desgarros humanos de la guerra tienen correlato econ¨®mico. Los costes del conflicto Israel-Ham¨¢s se acumulan. Los destrozos a las infraestructuras seguro que superan varias anualidades de la Ayuda Oficial al Desarrollo para Gaza y Cisjordania: unos 2.000 millones de euros al a?o, la mitad a cargo de la UE y sus 27 socios.
Contemos. Una cuarta parte de las viviendas de Gaza, 98.000, han sido destruidas o casi; como 59 instalaciones sanitarias; 170 escuelas; 7 iglesias y 11 mezquitas (datos de la ONU del jueves).
Su futura reposici¨®n nos recuerda a San Agust¨ªn contemplando al ni?o que intentaba vaciar el mar llenando cubos y escanci¨¢ndolos enseguida en la arena. Es lo ocurrido ah¨ª, desde siempre.
A los activos f¨ªsicos, sumemos el perjuicio a la mano de obra, al talento tecnol¨®gico y cient¨ªfico. Los nuevos desplazados afectan ya a casi un mill¨®n de personas. El 60% de la poblaci¨®n gazat¨ª sobreviv¨ªa por la ayuda humanitaria; la cobertura se encamina al 100%. Tras los ruidos iniciales, la UE ha triplicado esa ayuda, la m¨¢s nutrida del mundo.
Queda el coste incalculable de la ventana de oportunidad perdida, continua, interminable: de los m¨¢s de 10 millones de palestinos, solo cinco millones habitan su tierra; el resto, exiliado, constituye una de las minor¨ªas nacionales m¨¢s capacitadas y apreciadas del mundo.
Por el lado israel¨ª suceden cosas tambi¨¦n feas. Su gasto militar del ¨²ltimo ventenio oscila entre el 6% y el 4,5% anual del PIB. Unas dos veces del promedio de los socios de la OTAN en 2022 (2,8%).
Un nivel que en otras circunstancias se destinar¨ªa a otros fines. Recordemos que la guerra del Yom Kipur de 1973, aunque la gan¨®, dio paso a una d¨¦cada perdida, por culpa de la pol¨ªtica fiscal ultrarrestrictiva aplicada para sanear las cuentas p¨²blicas infladas por las exigencias de los gastos militares.
La preocupaci¨®n desborda la escena de Oriente Pr¨®ximo. Todo el mundo se interroga sobre la expansividad contagiosa del conflicto. Pesa en la memoria la doble crisis petrolera abierta entonces, y duplicada en 1979, que allan¨® el paso a una gran recesi¨®n, con alzas de precios y paro galopantes: el estancamiento con inflaci¨®n o ¡°estanflaci¨®n¡±.
De momento es una angustia, el precio del petr¨®leo, que en los setenta se multiplic¨® por 12, apenas ha subido en las dos semanas de conflicto recrudecido: hasta ayer, un 10,6%, y adem¨¢s dentro de la horquilla de los ¨²ltimos 10 meses.
Pero en un instante puede desbordarse la tensi¨®n, plasmarse en invasi¨®n terrestre e involucrar a toda la regi¨®n, Ir¨¢n incluido. Entonces, ag¨¢rrense, que vendr¨¢n curvas: ¡°desde luego no ayudar¨ªa a mejorar la confianza, el consumo y la inversi¨®n¡± de la eurozona, dice, sobrio, el gobernador del Banco de Espa?a, Pablo Hern¨¢ndez de Cos. ¡°Puede desencadenar un impacto estanflacionario¡±, vaticina su colega griego, Yannis Stournar¨¢s.
Y es que aquellas crisis de los setenta triplicaron el paro de los pa¨ªses desarrollados y cuadriplicaron la deuda de los emergentes. Al¨¢ y Jehov¨¢ no lo quieran.
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