La guerra econ¨®mica del siglo XXI: empresas frente a Estados
La creaci¨®n de grandes conglomerados en sectores como la tecnolog¨ªa, la energ¨ªa o la salud provoca continuas fricciones entre sus objetivos y la defensa del inter¨¦s general
Existe una guerra entre quienes dicen que no hay una guerra y entre quienes dicen que s¨ª la hay. Todo el mundo lo sabe. Las grandes tecnol¨®gicas, las farmac¨¦uticas, las el¨¦ctricas han cavado sus trincheras. Enfrente, el Estado, y su defensa ¡ªcon diezmados ej¨¦rcitos¡ª del inter¨¦s general. Todo el mundo lo sabe. La sociedad, en tierra de nadie, solo posee herrumbrosas lanzas: las protestas civi...
Existe una guerra entre quienes dicen que no hay una guerra y entre quienes dicen que s¨ª la hay. Todo el mundo lo sabe. Las grandes tecnol¨®gicas, las farmac¨¦uticas, las el¨¦ctricas han cavado sus trincheras. Enfrente, el Estado, y su defensa ¡ªcon diezmados ej¨¦rcitos¡ª del inter¨¦s general. Todo el mundo lo sabe. La sociedad, en tierra de nadie, solo posee herrumbrosas lanzas: las protestas civiles. Las grandes organizaciones est¨¢n echando un pulso al Estado y sus competencias. Impuestos, regulaci¨®n, aranceles, desprotecci¨®n de los empleados, falsos aut¨®nomos. Los ricos se han enriquecido m¨¢s con la crisis sanitaria y los pobres contin¨²an vestidos con la precariedad. Unos 12,4 millones de espa?oles viven en riesgo de exclusi¨®n social o pobreza extrema. El sol se derrama al igual que vidrio fundido sobre su existencia. Todo el mundo lo sabe. ?Hasta cu¨¢ndo soportar¨¢ el Estado este pulso de las grandes organizaciones? ?Qu¨¦ perdurar¨¢ del inter¨¦s general? ?D¨®nde est¨¢ el equilibrio entre la libertad econ¨®mica y el compromiso social?
Son, quiz¨¢, las grandes cuestiones de la d¨¦cada. Los m¨¢s de 20 expertos que construyen esta pieza rasgan ese verso repetitivo de Leonard Cohen. ¡°Todo el mundo lo sabe¡±. Premios Nobel de Econom¨ªa, profesores del MIT (Instituto Tecnol¨®gico de Massachusetts), Harvard, Stern, Yale, London School of Economics (LSE), Berkeley, Princeton, M¨ªchigan, Pompeu Fabra o figuras mundiales, como el economista serbio-estadounidense Branko Milanovi? ¡ªuna de las principales voces que denuncian la desigualdad¡ª, reconocen la guerra entre el inter¨¦s general (Estado) y las grandes organizaciones. Pero nadie menciona la palabra ¡ªcomo propuso Podemos, con las el¨¦ctricas o la banca¡ª ¡°nacionalizaci¨®n¡±. La respuesta es la ortodoxia econ¨®mica. ¡°Mayor transparencia, regulaci¨®n y competencia¡±, resume por correo electr¨®nico Thomas Philippon, profesor de finanzas en la Escuela de Negocios Stern de Nueva York. Aunque antes, sin concesiones, advierte: ¡°Hay que obligar a esos colosos [tecnol¨®gicos] a que hagan tres cosas; s¨ª o s¨ª: pagar impuestos. Llevan 20 a?os evadiendo grav¨¢menes de forma agresiva. Aceptar alguna forma de regulaci¨®n y competir de manera justa. Han usado con demasiada frecuencia su poder de mercado para limitar la competencia¡±.
Este es el mundo y muchos parecen hablar ¨²nicamente desde sus bolsillos. Los n¨²meros cuentan lo que se intuye. El a?o pasado, las cinco Big Tech (Apple, Amazon, Google, Microsoft y Facebook) ingresaron m¨¢s de 1,2 billones de d¨®lares. A Apple le sobra tanta liquidez que ha recomprado 90.000 millones (unos 77.300 millones de euros actuales) de acciones propias. M¨¢s o menos, el equivalente al PIB de Kenia. Los historiadores avisan de que el pa¨ªs ha regresado a una nueva edad de oro (1870-1901), cuando los monopolios pon¨ªan el nombre a todo. El az¨²car, las finanzas, el ferrocarril o el petr¨®leo de Rockefeller. ?Otra vez los desheredados de la Tierra ser¨¢n m¨¢s pobres y los privilegiados m¨¢s ricos? ¡°Hay una lucha trascendental entre los gigantes tecnol¨®gicos y la sociedad civil, o sea, los ciudadanos de a pie¡±, describe Daron Acemoglu, profesor de econom¨ªa del MIT. ¡°Este enfrentamiento tiene consecuencias importantes para nuestro futuro. Por ejemplo, el control de la informaci¨®n, la soberan¨ªa del consumidor y la participaci¨®n ciudadana en la pol¨ªtica¡±. Transitamos un momento dif¨ªcil para saber hacia d¨®nde amanecer¨¢ el ma?ana. ¡°Pero hay un despertar de la sociedad civil sobre los peligros del poder y los planes de estas compa?¨ªas. Quiz¨¢ exista alguna esperanza en el futuro. Sin embargo, es una lucha desigual¡±, admite el docente.
Nuevas bajas
Tambi¨¦n surgen quienes eligen vivir en medio del r¨ªo, sin mojarse. ¡°Algunos creen que son una amenaza, otros no. Es un ¨¢rea muy controvertida de la econom¨ªa y el derecho¡±, reflexiona por correo electr¨®nico sir Angus Deaton, premio Nobel de Econom¨ªa en 2015 y profesor em¨¦rito de la Universidad de Princeton. Pero le arrastra la corriente. A finales de julio, The New York Times public¨® unos sencillos c¨¢lcu?los que avanzan que la guerra acumula m¨¢s bajas. El valor de mercado de las cinco grandes (9,3 billones de d¨®lares, en aquellas fechas) era el doble que las 27 empresas m¨¢s valiosas de Estados Unidos. La subida de los t¨ªtulos de Amazon convirti¨® a Bezos tan rico que podr¨ªa comprar un nuevo modelo de iPhone a 200 millones de personas y continuar siendo multimillonario. Los ingresos de LinkedIn (Microsoft) cuadruplicaron los de Zoom, una de las estrellas de las comunicaciones durante la pandemia. Todo exhala luz. Las ventas de Microsoft alcanzaron los 45.320 millones de d¨®lares en su primer trimestre fiscal (finaliz¨® el 30 de septiembre). Un 22% m¨¢s que el a?o pasado.
Quiz¨¢ el mundo de Bezos no sea de esta Tierra y de ah¨ª su obsesi¨®n por el Espacio y Blue Origin. Parece olvidar el f¨¦rtil suelo de Albuquerque (Estados Unidos), donde creci¨® de ni?o. Aunque algunos se lo recuerdan. ¡°La amenaza procede de dos v¨ªas¡±, alerta en conversaci¨®n telef¨®nica Branko Milanovi?, acad¨¦mico s¨¦nior en el Stone Center for Socio-Economic Inequality (Nueva York). ¡°Igual que sucede con los monopolios cl¨¢sicos, ahogan la competencia. Pero muchos de sus servicios son gratis. Algo que nunca ocurr¨ªa con los tradicionales. Sin embargo, su capacidad para vender esos datos, que solo poseen ellos, los convierte en monopolistas frente a otras compa?¨ªas¡±. La segunda ¡°amenaza¡± es pol¨ªtica. Amazon apenas ten¨ªa grupos lobbistas hace cinco a?os. Hoy gasta millones para influir en las leyes del pa¨ªs. ¡°Si no se los detiene ahora, ser¨¢ imposible pararlos una vez que se hayan extendido a m¨²ltiples ¨¢reas de la econom¨ªa¡±, advierte Milanovi?. Con los 43.100 millones de euros que Google recaud¨® por sus anuncios entre abril y junio se podr¨ªa haber pagado la gasolina de todos los estadounidenses durante un mes.
El porcentaje de trabajadores en nuevas empresas cay¨® del 4% en 1980 a un 2% en la d¨¦cada de los 2010. Y las operaciones fuera de sus fronteras de fusiones y adquisiciones descendieron del 16% en 2014 al 9% durante 2019. Aunque el billete verde brilla para una minor¨ªa como esmeraldas. Ahora hay 745 milmillonarios en el pa¨ªs comparado con los 614 de marzo de 2020. Han a?adido 2,1 billones de d¨®lares a su riqueza durante la pandemia y ya suman cinco billones. ¡°Estados Unidos siempre ha tenido una elevada tolerancia a la desigualdad. Mientras la gente entienda que las reglas son justas y cualquiera puede alcanzar el sue?o americano¡±, asume en The New York Times Chuck Collins, director del programa de inequidad en el centro Institute for Policy Studies.
Concentraci¨®n
?Justas? Ra¨ªces que crecen sobre tierra p¨¦trea. Las corporaciones tecnol¨®gicas est¨¢n devorando el mundo, como Saturno a su hijo: el inter¨¦s general. ¡°Y lo m¨¢s dram¨¢tico es que desde los organismos p¨²blicos no solo no se ha actuado con severidad para evitar esta acumulaci¨®n de poder en unas pocas compa?¨ªas, sino que, incluso, en algunos casos, se ha alentado esta concentraci¨®n¡±, narra Jos¨¦ Garc¨ªa Montalvo, catedr¨¢tico de Econom¨ªa de la Universidad Pompeu Fabra (UPF). Y critica: ¡°Resulta impresentable que Facebook [renombrada Meta, quiz¨¢ con su nuevo nombre Zuckerberg quiera lavar, tal vez en el r¨ªo de Angus Deaton, los pecados de sus manos] no haya cumplido una de las condiciones b¨¢sicas de su fusi¨®n con Instagram y WhatsApp, que impide que las empresas puedan compartir datos. Pero ?de verdad pensaba la autoridad de la competencia que se podr¨ªa controlar lo que la firma har¨ªa con los datos una vez producida la compra?¡±, se cuestiona el experto.
La declaraci¨®n en octubre pasado ante el Congreso de la ingeniera Frances Haugen ¡ª37 a?os¡ª, que trabaj¨® en la compa?¨ªa desde 2019, desnud¨® el alma de Zuckerberg. ¡°La empresa antepone sus astron¨®micas ganancias a la gente¡±, condens¨®. Eso es la plataforma: Corea de Norte; no la civilizada Suecia. Aunque se puede romper lo que hiere. En los a?os ochenta a los reguladores no les tembl¨® la normativa para fragmentar AT&T en mini-Bells. La sociedad arriesga mucho. ¡°El plan de Google de conectar Arabia Saud¨ª e Israel mediante fibra ¨®ptica e incluso crear nuevas monedas vulnera la soberan¨ªa de los Estados¡±, avisa Thomas Husson, analista principal de la consultora estadounidense Forrester Research.
Pero en Estados Unidos, la ¡°intromisi¨®n¡± del Estado en las empresas no suena a socialdemocracia, sino a comunismo. Esa Extracci¨®n de la piedra de la locura ¡ªque pint¨® El Bosco¡ª sigue presente desde hace d¨¦cadas en su sentido de pa¨ªs. Sean republicanos o dem¨®cratas. ¡°En las democracias, el p¨²blico deber¨ªa tener la ¨²ltima palabra. Sin embargo, un control excesivo por parte de la Administraci¨®n puede ahogar un crecimiento que resulta bueno para todos¡±, admite por correo electr¨®nico Joseph S. Nye, decano em¨¦rito de la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de Harvard y ex secretario de Estado de Defensa con Clinton. ¡°Resulta inevitable cierto grado de conflicto¡±, sentencia.
La amenaza china
Las leyes antimonopolio, que deber¨ªan proteger al ciudadano, est¨¢n congeladas como el permafrost en el ?rtico. Esto es lo que un representante de NetChoice ¡ªun grupo que protege los intereses de Google, Facebook y Amazon¡ª alert¨® a The Washington Post si legislaban contra las grandes tecnol¨®gicas: ¡°Al mismo tiempo que el Congreso est¨¢ viendo c¨®mo impulsar la innovaci¨®n estadounidense y la ciberseguridad, los legisladores no deber¨ªan aprobar ninguna normativa que ceda terreno a competidores extranjeros y abra la puerta de los datos americanos a peligrosos y desconfiables actores¡±. China es el principal int¨¦rprete del miedo. La preocupaci¨®n es un viento aullante. ¡°No solo hablamos de la defensa de la competencia, sino de econom¨ªa pol¨ªtica. ?Son estas empresas una amenaza no por su poder de mercado, sino por su poder pol¨ªtico?¡±, se pregunta Ernesto Dal B¨®, profesor de negocios en la Universidad de California, Berkeley. ¡°Posiblemente s¨ª. Pero resulta incierto qu¨¦ criterio podr¨ªamos usar para corregir la situaci¨®n. Ni si las correcciones ser¨ªan peores que las distorsiones que se quieren enmendar¡±.
La ¡°excusa¡± es perfecta para la inacci¨®n. Apenas surgen compa?¨ªas y los girasoles, ciegos, no hallan el sol. Los economistas Colleen Cunningham, de la London Business School, Florian Ederer (Yale) y Yuen Yuen Ang, profesora de Pol¨ªticas de la Universidad de M¨ªchigan, y autora de China¡¯s Gilded Age (la edad dorada de China), han demostrado que muchas grandes empresas practican ¡°las compras asesinas¡±. Adquieren firmas que podr¨ªan ser una amenaza competitiva. L¨ªneas rojas que navegan oc¨¦anos. El coloso asi¨¢tico ha aprendido ¡°el peligro del capitalismo de amiguetes¡±, observa Yuen Yuen Ang. ¡°El presidente chino Xi Jinping tiene la misi¨®n de acabar con la edad dorada de China. Quiere reproducir la era progresista estadounidense ¡ªun tiempo con menor corrupci¨®n y m¨¢s igualdad¡ª¡±. Y agrega: ¡°El desaf¨ªo de Xi es mantener el fervor capitalista y ofrecer equidad. Es un reto ¨²nico. El mundo a¨²n no ha sido testigo de un Gobierno que supere con ¨¦xito los efectos secundarios negativos del capitalismo por decreto¡±.
China ha recuperado el t¨¦rmino de ¡°prosperidad compartida¡± para presionar a empresas y emprendedores en su obligaci¨®n contra la desigualdad. Dentro de una naci¨®n que, pese a ser socialista, tiene una de las peores tasas de redistribuci¨®n del mundo. El mensaje, o el ¡°miedo¡±, ha trascendido. El multimillonario Jack Ma se ha comprometido a donar miles de millones a la caridad y Tencent ¡ªla mayor firma de internet¡ª destinar¨¢ 13.400 millones de euros a ayuda social. El Gobierno no bromea. El coloso de la distribuci¨®n Meituan abon¨® en octubre una multa de 457 millones por violar las leyes de la competencia. En otros horizontes, ?de qu¨¦ forma se lee esta nueva econom¨ªa y el prop¨®sito c¨ªvico de sus empresas? ¡°En el extranjero pueden ser vistas como simples tent¨¢culos del pulpo estatal chino, lo que dificultar¨¢ sus operaciones¡±, prev¨¦ Francesco Sisci, sin¨®logo italiano experto en China. Puede ser, pero en Europa los Estados reclaman el control de un espacio desatendido durante d¨¦cadas.
Ese puzle federal que es Alemania necesita inversiones p¨²blicas. El KfW ¡ªun banco respaldado por el Estado¡ª ha expuesto la cifra (en un pa¨ªs con m¨¢s de 11.000 municipalidades) de 149.000 millones de euros. Escuelas viejas, puentes ruinosos, megaproyectos retrasados indefinidamente, como el nuevo aeropuerto de Berl¨ªn, que averg¨¹enza a los germanos, se?ales temblorosas de tel¨¦fono o ba?os decr¨¦pitos en las aulas. Esta es la conversaci¨®n cotidiana en la potencia europea. ¡°La ¡®segunda industrializaci¨®n¡¯, que es de lo que estamos hablando, exige un marco estatal¡±, indica Henrik Scheller, experto en pol¨ªtica financiera y municipal. ¡°Los gobiernos federal y nacional deben coordinarse y actuar cada uno all¨ª donde tiene responsabilidad¡±. La propuesta m¨¢s interesante ¡ª?cuenta The Economist¡ª procede de los verdes, que quieren a?adir una ¡°regla de oro¡± que permita a la Administraci¨®n financiar en una d¨¦cada 500.000 millones de euros dirigidos al cambio clim¨¢tico y las infraestructuras digitales. Porque ya est¨¢n viendo c¨®mo Tesla se instalar¨¢ en diciembre en Berl¨ªn para competir con su industria automovil¨ªstica de lujo. Amenaza una ventisca de agua y nieve y la empresa de Elon Musk quiere entrar en la tormenta. Quiz¨¢ huyendo de un pa¨ªs que, seg¨²n el think tank Brookings, est¨¢ emitiendo ¡°se?ales ominosas¡± de que el creciente sectarismo pueda llevar a una guerra civil o hacia ¡°un terrorismo interior¡±. Esta fragilidad de los 50 Estados acoge en la memoria el discurso inau?gural del expresidente Abraham Lincoln (1809-1865), cuando apelaba a ¡°los mejores ¨¢ngeles de nuestra naturaleza humana¡± para superar los 600.000 muertos que dej¨® su victoria en 1860. Necesitamos ahora esa naturaleza del hombre. La sincera. Aunque Lincoln fuera asesinado cinco a?os m¨¢s tarde, tras un mitin en defensa del voto de los negros.
Espa?a tiene una defensa contra esta avalancha estado?unidense, sin fracturar, por ahora, multinacionales inmensas y competidores desleales. Fiscalidad. Y evitar que a pa¨ªses como Irlanda ¡ªconvertidos en cuasi para¨ªsos tributarios¡ª les crezca un tr¨¦bol de cuatro hojas cada vez que se implanta una industria tecnol¨®gica extranjera. ¡°Impuestos, gobernanza y regulaci¨®n coordinada en el ¨¢mbito global y europeo¡±, propone Roberto Ruiz-Scholtes, responsable de Estrategia de UBS. Pero el ¡°famoso¡± 15% m¨ªnimo que Europa aplicar¨¢ al gravamen de sociedades (y que tras dos d¨¦cadas ha aceptado a rega?adientes Irlanda, con un coste de entre 800 y 2.000 millones de euros) apenas aportar¨¢ 400 millones a Espa?a en 2023. Ecos similares del hundimiento de la pol¨ªtica contra los para¨ªsos fiscales. ¡°Adem¨¢s, durante demasiado tiempo, hemos dejado de lado las leyes anticompetencia. Resulta necesario tom¨¢rselas en serio, algo que llevamos sin hacer 20 a?os¡±, advierte Federico Steinberg, investigador principal del Real Instituto Elcano. Y a?ade: ¡°En Europa estamos viendo un retorno de un mayor peso del Estado, de medidas socialdem¨®cratas, de presupuestos expansivos en lo social¡±.
El Viejo Continente, y Espa?a, tiene que recuperar valores amontonados en el trastero colectivo. ¡°La cuesti¨®n b¨¢sica es que la Administraci¨®n posee un papel importante en la protecci¨®n de los consumidores (pensemos en los medicamentos o la alimentaci¨®n) y la ausencia de regulaci¨®n puede provocar un da?o profundo a las personas¡±, analiza por tel¨¦fono Nicholas ?Barr, profesor de Econom¨ªa P¨²blica de la LSE. Cada experto tiene sus propuestas. ?Qu¨¦ sucede cuando las el¨¦ctricas, las tecnol¨®gicas o las farmac¨¦uticas arrinconan el inter¨¦s general? ¡°Lo que no funciona es que algunas empresas digitales tengan tantas econom¨ªas de escala y controlen sus mercados sin competidores. Eso ya lo vimos en 1900 con compa?¨ªas ferroviarias y con las el¨¦ctricas. Hemos tardado casi 100 a?os en regular esos sectores. Puedes construir una l¨ªnea de alta velocidad donde compiten varios proveedores, lo que carece de l¨®gica son dos v¨ªas de tren que discurren paralelas¡±, ejemplifica Jan Eeckhout, economista belga y autor de La paradoja del beneficio.
Riesgo de abusos
Las grandes tecnol¨®gicas nunca cometen ese error: cuantos m¨¢s usuarios tienen, son m¨¢s eficientes. ¡°eBay cobra el 7%, frente a lo razonable, que ser¨ªa un 0,5%; mientras el juego Fornite paga el 30% a la plataforma de Apple¡±, desgrana Jan Eeckhout. ?Y d¨®nde est¨¢ el Estado espa?ol? ?Aferrado, en una esquina, a las tres cuerdas, encajando golpe tras golpe? Luz, farmac¨¦uticas, tecnolog¨ªa. Buscando un acuerdo con el gas argelino, que sin duda elevar¨¢ el precio de la factura al viajar un 75% licuado por barco. ?Ese es su asalto? ¡°La Administraci¨®n tiene que facilitar la competencia. El objetivo no es vaciar las empresas, sino que las compa?¨ªas compitan entre ellas¡±, propone el economista. Esa estrategia de eliminar los pasos de peatones camina tan neoliberal que resuena el andar del crash de 2008. ¡°Todas las concentraciones de poder son malas, porque existe el riesgo de abusar¡±, comparte el jurista Antonio Garrigues Walker. La situaci¨®n avanza entre la esterilidad del esfuerzo y la necesidad de la lucha. Muchos quieren triunfar en la batalla, pero aceptan cierta inevitabilidad del fracaso. ¡°No existe ning¨²n sector en la econom¨ªa que funcione bajo la libre competencia¡±, admite Emilio Ontiveros, presidente de Analistas Financieros Internacionales (AFI).
En la cultura jud¨ªa hay una canci¨®n titulada Chad Gadya (una cabrita) escrita en arameo y hebreo. Cada verso se suma al anterior y se forma el c¨¢ntico. Escrita hace cuatro siglos, trasciende un canto de infancia para ser una met¨¢fora econ¨®mica, y pol¨ªtica, del da?o del poderoso sobre el fr¨¢gil. ¡°?Hasta cu¨¢ndo durar¨¢ el ciclo infernal del opresor y el oprimido? / ?Del verdugo y la v¨ªctima? / ?Hasta cu¨¢ndo tanta locura? / ?Ha cambiado algo? / Yo he cambiado este a?o. / Era un dulce cordero, ahora soy un tigre, un lobo sanguinario, / era una paloma, una gacela; ahora ya no s¨¦ lo que soy¡±. Todo el mundo sabe que hay una guerra entre quienes dicen que no hay una guerra y entre quienes dicen que s¨ª la hay.
Presi¨®n sobre la transici¨®n verde
La conversaci¨®n lanza esquirlas como si las palabras pasaran una a una sobre un torno que jam¨¢s cesa de girar.
¡ªFarmac¨¦uticas, gigantes tecnol¨®gicos, el¨¦ctricas y gasistas cada vez tienen m¨¢s poder. ?El Estado deber¨ªa recuperar el terreno perdido? ¡ª.
¡ªNo. No funcionar¨ªa. Lo p¨²blico no es garant¨ªa de nada¡ª, dice Mariano Marzo, catedr¨¢tico em¨¦rito de la Facultad de Ciencias de la Tierra de la Universitat de Barcelona¡ª.
¡ª ?Pero las gasistas y las el¨¦ctricas est¨¢n echando un pulso al Gobierno o es algo coyuntural? ¡ª.
¡ª Es coyuntural, con algunos elementos de fondo. Existe una imposibilidad de gobernar debido a la actual mayor¨ªa parlamentaria. Y algo tan complejo y a largo plazo como es la transici¨®n energ¨¦tica requiere de un pacto de Estado. Menos politiquer¨ªa electoralista y m¨¢s gesti¨®n basada en la ciencia y la tecnolog¨ªa. Necesitamos estadistas, no populistas¡ª, remata.
Al final ten¨ªa raz¨®n el fil¨®sofo William James (1842-1910), cuando teoriz¨® que en el mundo existen universos paralelos. Solo que uno estar¨ªa habitado por la gente com¨²n y el otro por los intereses de los altos ejecutivos y las grandes corporaciones que gestionan.
Despu¨¦s de a?os bombeando todo el petr¨®leo y gas posible, los gigantes energ¨¦ticos occidentales como Chevron, BP, Exxon Mobil o Royal Dutch Shell est¨¢n reduciendo la producci¨®n para enchufarse a la energ¨ªa verde. Pero el universo de los colosos estatales ha descubierto pozos de dinero. Saudi Aramco ¡ªel mayor productor de oro negro del planeta¡ª anunci¨® en octubre su intenci¨®n de incrementar su producci¨®n al menos de un mill¨®n de barriles diarios a 13 hasta la d¨¦cada de 2030. ¡°Estamos capitalizando la oportunidad [del giro sostenible de las petroleras occidentales]¡±, se justific¨® Amin H. Nasser, consejero delegado de la energ¨¦tica ante un grupo de analistas, seg¨²n The New York Times. La misma estrategia la replicar¨¢n Argentina, Colombia, Iraq, Libia, Kuwait, los Emiratos ?rabes Unidos, Brasil. M¨¢s crudo estatal para un planeta al que casi ni le caben las nubes negras.
Sin embargo, a veces, se abren cielos claros sobre ese horizonte de chatarra. Existen maneras de construir una relaci¨®n ¡°sana¡± entre las grandes empresas y el inter¨¦s general. Carlos Mart¨ªn, director del Gabinete Econ¨®mico de CC OO, resume esa relaci¨®n de vecindad y sus reglas. ¡°No permitir que [las compa?¨ªas] sean demasiado grandes para dejarlas caer o poner en peligro la competencia en los mercados¡±, propone. Interpretado de otro modo. ¡°Los Estados deben estar muy bien empoderados y equipados para romperlas en unidades m¨¢s peque?as, si resulta necesario¡±, apunta.
Movimientos de ajedrez. Proteger a la Reina. ¡°Impedir la captura del regulador prohibiendo la participaci¨®n de expol¨ªticos y altos funcionarios del Estado en consejos, filiales o asociaciones¡±. Bloquear las ¡®puertas giratorias¡¯. Fracturar el pronombre ¡°m¨ªo¡±. ¡°La propiedad deber¨ªa hacerse m¨¢s temporal, rotatoria y l¨ªquida con el fin de promover la igualdad de oportunidades desde el nacimiento, superando la inequidad estructural que llega de lo aleatorio que supone nacer en una familia acomodada o pobre¡±, zanja. ?Qu¨¦ m¨¦rito tiene crecer en un entorno u otro? Nadie lo elige. No es el camino hacia una sociedad m¨¢s justa.