Ante el preocupante aumento de la desigualdad de ingresos
El 10% m¨¢s rico de la poblaci¨®n mundial recibe el 52% del ingreso total, mientras que la mitad m¨¢s pobre solo obtiene el 8,5%
El cambio clim¨¢tico y la creciente desigualdad de ingresos son posiblemente los dos problemas socioecon¨®micos de mayor gravedad a los que se enfrentan la pr¨¢ctica totalidad de los pa¨ªses del planeta. Las dos ¨²ltimas d¨¦cadas han mostrado con claridad que sin pol¨ªticas valientes destinadas a atajarlos sus consecuencias no har¨¢n sino agravarse, haciendo de nuestro planeta un lugar invivible. En este art¨ªculo me centrar¨¦ en el segundo de los problemas, el de la creciente desigualdad de ingresos, un tema complejo, de m¨²ltiples dimensiones para abordar en pocas l¨ªneas, pero al que es imprescindible atender, pues las consecuencias de no atajarlo nos abocan al conflicto social y al caos pol¨ªtico.
En primer lugar, los hechos: El Informe sobre la desigualdad global, en su edici¨®n 2022, publicado la semana pasada por el World Inequality Lab, destaca que el 10% m¨¢s rico de la poblaci¨®n mundial recibe el 52% del ingreso mundial, mientras que la mitad m¨¢s pobre recibe el 8,5%. En t¨¦rminos monetarios, estas diferencias indican que una persona cuyos ingresos se sit¨²an en el 10% m¨¢s rico recibe anualmente un promedio de 82.700 euros, frente a 2.800 euros anuales que recibe en promedio la mitad m¨¢s pobre del mundo. Sin duda estas diferencias tan extraordinarias reflejan mayormente las enormes diferencias en ingresos entre diferentes pa¨ªses del planeta. El informe, sin embargo, documenta que las diferencias en ingresos entre pa¨ªses han disminuido sensiblemente en las dos ¨²ltimas d¨¦cadas, principalmente por el aumento en ingresos medios experimentado por pa¨ªses como China e India. Sin embargo, un dato preocupante que el informe confirma y que ya estaba documentado es que son las diferencias en ingresos dentro de cada pa¨ªs las que no dejan de aumentar en las ¨²ltimas d¨¦cadas. Si atendemos a la realidad espa?ola, el ingreso nacional medio de una persona adulta se sit¨²a en los 26.560 euros, pero el 10% m¨¢s rico recibe 91.560 euros anuales de media, mientras que la mitad m¨¢s pobre recibe 11.200 euros. Esto significa que el 10% m¨¢s rico en nuestro pa¨ªs multiplica por ocho la cantidad que en media recibe la mitad m¨¢s pobre. Estas disparidades de ingresos son similares a las de Francia e inferiores a las de Alemania o Inglaterra, y por supuesto a las de Estados Unidos.
En segundo lugar, las palancas que alimentan la desigualdad de ingresos son fundamentalmente de dos tipos: sin duda, la falta de empleo es la que determina en mayor medida la asignaci¨®n de colectivos al segmento m¨¢s bajo de ingresos. De hecho, si se utilizan datos de 2019 de nuestro pa¨ªs, de todas las personas ubicadas en el 10% inferior de renta, dos de cada tres se encuentran en situaci¨®n de desempleo. Precisamente por este motivo la desigualdad de ingresos creci¨® tanto con la Gran Depresi¨®n de 2008, pues la enorme p¨¦rdida de empleo provoc¨® un aumento de las diferencias entre aquellos que pudieron mantener sus empleos respecto a aquellos que los perdieron. Son los colectivos que alcanzan menores niveles educativos quienes mayormente sufren la falta de acceso a un empleo. De hecho, alcanzar niveles educativos superiores, bien sea de FP o universitarios es hoy mucho m¨¢s necesario para el acceso a un empleo que hace dos d¨¦cadas, especialmente para el colectivo m¨¢s joven.
La segunda palanca generadora de desigualdad de ingresos se produce entre personas que tienen un empleo. La baja calidad de algunos empleos ha provocado la existencia de personas trabajadoras pobres, que si bien est¨¢n ocupadas, sus ingresos laborales no les permiten salir de la pobreza, bien porque su intensidad laboral es muy baja, y/o porque su salario por hora trabajada lo es. La baja intensidad laboral afecta fundamentalmente a las mujeres, que presentan tasas de parcialidad, involuntaria para dos de cada tres mujeres, muy superiores a las de los varones.
Estos hechos obligan a reflexionar sobre las medidas a tomar para que la tendencia creciente en la desigualdad de ingresos se revierta. Casi nadie duda de que sin intervenciones p¨²blicas valientes esta tendencia no cambiar¨¢ de signo. Las pol¨ªticas de redistribuci¨®n de renta ¡ªprestaciones p¨²blicas de todo tipo y medidas impositivas progresivas, son sin duda necesarias para corregir la desigualdad de ingresos. De hecho, un reciente informe publicado por FEDEA, documenta que en ausencia de las prestaciones p¨²blicas, tanto monetarias (jubilaciones, prestaciones por desempleo y otros) como las prestaciones en especie fundamentalmente en educaci¨®n y sanidad¡ª, la desigualdad de ingresos ser¨ªa casi el doble de la que existe en la actualidad en nuestro pa¨ªs. Por tanto, las pol¨ªticas redistributivas son necesarias pero claramente insuficientes.
Si, como se ha mencionado, la falta de empleo es la principal palanca que genera la desigualdad de ingresos, esta no se corregir¨¢ a menos que la intervenci¨®n p¨²blica ponga toda su maquinaria al servicio de pol¨ªticas predistributivas, que previenen en lugar de corregir, entre las que destaca por excelencia la de proveer de una educaci¨®n de calidad, que dote a toda la ciudadan¨ªa de las competencias necesarias para acceder al empleo. La Formaci¨®n Profesional tiene a d¨ªa de hoy un papel central en este reto, siempre que se consiga modernizar y extender todo lo necesario para que alinee mejor a las personas con los empleos que nuestra sociedad genera actualmente. En este sentido, la nueva ley de la FP aprobada esta semana con gran consenso supone una gran noticia, por los elementos modernizadores que incluye, as¨ª como por una clara apuesta por extenderla. El acceso a una educaci¨®n de calidad inclusiva en la etapa escolar debe adem¨¢s acompa?arse de la existencia de instituciones que posibiliten la formaci¨®n continua a lo largo de la vida para todas y todos, pues en su ausencia, las competencias de las personas ir¨¢n quedando obsoletas en un mundo laboral muy cambiante, relegando a muchos colectivos a la falta de empleo y ensanchando por tanto la brecha de la desigualdad.
Finalmente, revertir el crecimiento de personas trabajadoras pobres requiere de medidas pol¨ªticas valientes en la etapa productiva, que erradiquen la precariedad creciente en la que est¨¢ instalada una parte de nuestro mercado laboral. Un salario m¨ªnimo decente, as¨ª como medidas que se est¨¢n negociando en la reforma laboral a d¨ªa de hoy pueden sin duda limitar esa precariedad laboral generadora de desigualdad de ingresos.
Sara de la Rica es directora de la Fundaci¨®n ISEAK.
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