Subir los tipos de inter¨¦s es todo coste, sin beneficio
Que la Reserva Federal tenga un martillo no quiere decir que tenga que destruir la econom¨ªa a martillazos
Es notable la inflexibilidad con que los bancos centrales est¨¢n decididos a subir los tipos de inter¨¦s. En nombre de controlar la inflaci¨®n, est¨¢n dispuestos a causar una recesi¨®n o a agravarla si se produjera por s¨ª sola. Adem¨¢s, reconocen abiertamente que sus pol¨ªticas provocar¨¢n sufrimiento, aunque no dicen que la peor parte se la llevar¨¢ la gente pobre y marginada (y en Estados Unidos, las personas de color), no sus amigos en Wall Street.
Como muestra un nuevo informe del Instituto Roosevelt, del que soy coautor, cualquier beneficio derivado de la reducci¨®n adicional de la inflaci¨®n como resultado de la subida de tipos de inter¨¦s ser¨¢ m¨ªnimo en comparaci¨®n con lo que es previsible en cualquier caso. Ya hay indicios de que la inflaci¨®n se est¨¢ calmando. Tal vez no tan r¨¢pido como esperaban los optimistas hace un a?o (antes de la invasi¨®n rusa de Ucrania), pero es un hecho que se est¨¢ moderando, y por las mismas razones que en su momento detallaron los optimistas. Por ejemplo, predijeron que el encarecimiento de los autom¨®viles iba a reducirse en cuanto se resolviera la escasez de semiconductores. Es lo que sucedi¨®, y, de hecho, los inventarios de los fabricantes de coches est¨¢n en aumento.
Los optimistas tambi¨¦n esperaban que los precios del petr¨®leo se redujeran, en vez de seguir aumentando; una vez m¨¢s, es exactamente lo que sucedi¨®. De hecho, el abaratamiento de las fuentes de energ¨ªa renovables implica que el precio del petr¨®leo a largo plazo caer¨¢ incluso por debajo del nivel actual. Es una pena que no nos hayamos movido antes hacia las renovables. Hubi¨¦ramos estado mucho mejor aislados de las variaciones de precios de los combustibles f¨®siles y ser¨ªamos mucho menos vulnerables a los caprichos de petrodictadores como el presidente ruso, Vlad¨ªmir Putin, y el l¨ªder saud¨ª, el belicista y asesino de periodistas pr¨ªncipe heredero Mohamed bin Salm¨¢n (a quien todos llaman MBS). Hay que agradecer que ambos hombres hayan fracasado en el aparente intento de influir en las elecciones de medio mandato celebradas el pasado mes de noviembre en Estados Unidos, apelando a una notable reducci¨®n de la producci¨®n de petr¨®leo a principios de octubre.
Hay otra raz¨®n m¨¢s para el optimismo, y tiene que ver con los m¨¢rgenes de beneficios empresariales (la diferencia entre precios y costes). Estos ven¨ªan aumentando lentamente como consecuencia de la creciente monopolizaci¨®n de la econom¨ªa estadounidense, pero desde el inicio de la crisis de la covid-19 se dispararon. Conforme la econom¨ªa termine de salir de la pandemia (y, esperemos, de la guerra), es de prever que esos m¨¢rgenes disminuyan, lo que moderar¨¢ la inflaci¨®n. Es verdad que los salarios llevan alg¨²n tiempo creciendo m¨¢s r¨¢pido que antes de la pandemia, pero eso es bueno tras el inmenso aumento secular de la desigualdad que hubo, agravado por la reciente disminuci¨®n del salario real (deflactado) de los trabajadores.
El informe del Instituto Roosevelt tambi¨¦n refuta el argumento de que la inflaci¨®n actual se debe a un exceso de gasto durante la pandemia y que para bajarla se necesita un largo periodo de alto desempleo. La inflaci¨®n por demanda se da cuando la demanda agregada supera a la oferta agregada potencial. Pero, en general, no es lo que ha sucedido. En vez de eso, la pandemia dio lugar a numerosas restricciones sectoriales de la oferta y a desplazamientos de la demanda, que (en combinaci¨®n con ajustes asim¨¦tricos) fueron los principales motores del aumento de precios.
Por ejemplo, hoy la poblaci¨®n estadounidense es inferior a las proyecciones de antes de la pandemia. Las pol¨ªticas de la era Trump para la covid-19 no s¨®lo contribuyeron a la p¨¦rdida de m¨¢s de un mill¨®n de personas en Estados Unidos (y esa es s¨®lo la cifra oficial), sino que, adem¨¢s, la inmigraci¨®n se redujo, por la presencia de nuevas restricciones y de un ambiente menos acogedor y m¨¢s xen¨®fobo. Lo que provoc¨® el encarecimiento de los alquileres no fue que hubiera un gran aumento de la demanda de vivienda, sino m¨¢s bien el hecho de que la difusi¨®n del teletrabajo provoc¨® cambios en las preferencias (en particular, entre los trabajadores del conocimiento) respecto del lugar de residencia. Con la reubicaci¨®n de numerosos profesionales, el coste de alquilar o comprar una vivienda aument¨® en algunas ¨¢reas y disminuy¨® en otras. Pero el aumento en las primeras fue mayor que la disminuci¨®n en las segundas; de modo que los desplazamientos de la demanda contribuyeron a las cifras generales de inflaci¨®n.
Volvamos a la cuesti¨®n principal que nos ocupa. Tipos de inter¨¦s m¨¢s altos, ?aumentar¨¢n la oferta de semiconductores para los autos, o la de petr¨®leo (como si de alg¨²n modo fueran a convencer a MBS de producir m¨¢s)? ?Reducir¨¢n el precio de los alimentos (salvo por provocar una ca¨ªda mundial de los ingresos de tal magnitud que la gente tenga que ajustar sus dietas)? Claro que no. Por el contrario, subir los tipos de inter¨¦s dificultar¨¢ todav¨ªa m¨¢s movilizar inversiones que puedan aliviar las restricciones de la oferta. Y como muestran el informe del Instituto Roosevelt y otro anterior que escrib¨ª con Anton Korinek para la Brookings Institution, hay muchas otras formas en que la subida del precio del dinero puede agravar las presiones inflacionarias.
Es m¨¢s probable controlar esta inflaci¨®n con pol¨ªticas fiscales bien dirigidas y otras medidas m¨¢s puntuales que con pol¨ªticas monetarias indiscriminadas y potencialmente contraproducentes. La respuesta apropiada al alto precio de los alimentos, por ejemplo, es revertir la vieja pol¨ªtica de sostenimiento de precios agr¨ªcolas por la que se les paga a los agricultores para que no produzcan cuando habr¨ªa que alentarlos a producir m¨¢s.
Asimismo, la respuesta apropiada a los aumentos de precios derivados del poder de mercado excesivo es fiscalizar mejor las normas de defensa de la competencia; y la respuesta al encarecimiento de los alquileres para las familias pobres es alentar la inversi¨®n en nuevas viviendas, mientras que la subida de tipos tendr¨¢ justo el efecto contrario. Si hubiera escasez de mano de obra ¡ªun contexto en el que la se?al t¨ªpica es que aumente el salario real, todo lo contrario a lo que estamos viendo¡ª, la respuesta deber¨ªa incluir m¨¢s provisi¨®n de guarder¨ªas, pol¨ªticas proinmigratorias y medidas que refuercen el salario y mejoren las condiciones de trabajo.
Tras m¨¢s de una d¨¦cada de tipos de inter¨¦s exiguos, tiene sentido ¡°normalizarlos¡±. Pero subir las tasas m¨¢s de lo necesario en un intento quijotesco de controlar la inflaci¨®n en poco tiempo, no s¨®lo provocar¨¢ sufrimiento ahora, sino que dejar¨¢ cicatrices duraderas, sobre todo entre aquellas personas que tienen menos capacidad de soportar los efectos de pol¨ªticas desacertadas como estas. En cambio, la mayor¨ªa de las respuestas fiscales y de otra ¨ªndole descritas aqu¨ª generar¨ªan beneficios sociales a largo plazo, incluso si la inflaci¨®n al final fuera menor que lo previsto. Es bien conocida la frase del psic¨®logo Abraham Maslow seg¨²n la cual, ¡°si lo ¨²nico que tienes es un martillo, todos los problemas te parecen clavos¡±. Que la Reserva Federal de Estados Unidos tenga un martillo no quiere decir que tenga que salir a destruir la econom¨ªa a martillazos.
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