Karl Marx se tirar¨ªa de los pelos en Israel
La vida es muy cara a pesar de que el Estado sigue fijando el precio de sal, pan, huevos y l¨¢cteos, en una herencia de los or¨ªgenes socialistas del pa¨ªs
Es sabbat en Jerusal¨¦n. En la parte jud¨ªa de la ciudad, casi todos los comercios est¨¢n cerrados. Si uno necesita leche, harina o tomate con urgencia, no tiene otra opci¨®n que acudir a las tiendas de barrio, en las que cabe mucho m¨¢s de lo que parece a primera vista y opera con toda crudeza la ley de oferta y demanda. El lim¨®n que quiero vale el triple de lo normal. Si me quejo, el tendero responder¨ªa algo as¨ª: ¡°?No te interesa? Busca un sitio cercano m¨¢s barato. Ah, no, que est¨¢n cerrados¡¡±.
El motivo de esta carta, sin embargo, no es (a¨²n) el lim¨®n, sino el pan, el queso o los huevos, cuyo precio sigue marcando el Estado. Israel es una de las poqu¨ªsimas econom¨ªas desarrolladas que determina cu¨¢nto paga el consumidor por una cesta b¨¢sica de productos. Se trata de una herencia de los primeros a?os del Estado, creado en 1948 por jud¨ªos europeos que en bastantes casos conjugaban sionismo y socialismo. El laborismo gobern¨® ininterrumpidamente las primeras tres d¨¦cadas y el segundo partido m¨¢s votado en las primeras elecciones, Mapam, ten¨ªa como modelo a la URSS.
Hoy, Karl Marx se tirar¨ªa de los pelos en Israel. El pa¨ªs se ha convertido en una potencia econ¨®mica ¡ªmuy por encima de su tama?o y peso poblacional¡ª orientada al exterior y con niveles de desigualdad similares a los de Estados Unidos: el 10% m¨¢s rico cobra 19 veces m¨¢s que el 50% m¨¢s pobre. Y sus principales exportaciones no vienen precisamente de las cooperativas agr¨ªcolas, sino de la industria militar y la alta tecnolog¨ªa. Todo muy siglo XXI. El Estado, sin embargo, no ha dejado de fijar los precios de una veintena de productos b¨¢sicos: sal, pan, huevos y l¨¢cteos. La lista se ha ido reduciendo con el paso de los a?os y hay bastante consenso entre los economistas en que la herramienta se usa para ganar votos y genera m¨¢s problemas (opacidad, p¨¦rdida de competencia, presiones pol¨ªticas¡) de los que resuelve.
Pero ojo con lo que pas¨® en 2011. Tres a?os antes, el Ministerio de Econom¨ªa dej¨® de regular el precio del cottage, un queso granulado muy popular, cuando rozaba los cinco s¨¦quels (1,3 euros al cambio actual). Fue tal la magia de la libre competencia que en 2011 ya costaba ocho. El 70% del mercado de los l¨¢cteos estaba en manos de Tnuva, una cooperativa nacida de las granjas colectivas a la que acababa de comprar un fondo de capital riesgo brit¨¢nico. Otras dos empresas, Tara y Strauss, se repart¨ªan el resto del pastel. Con una liberalizaci¨®n ¡ªiniciada en los ochenta¡ª que enriqueci¨® a unas pocas familias y unos aranceles a la importaci¨®n de hasta el 100%, el oligopolio estaba servido.
La subida del precio motiv¨® un exitoso boicoteo a Tnuva (las ventas del cottage cayeron hasta un 25%) y abri¨® la puerta a una acampada en Tel Aviv en protesta por el coste de la vida. Inspirada en parte por el 15-M espa?ol, se convirti¨® en la ¨²ltima gran movilizaci¨®n social del pa¨ªs, hasta las de este a?o por el controvertido proyecto de reforma judicial, que ha llegado a debilitar al s¨¦quel respecto al d¨®lar a niveles in¨¦ditos desde 2019. Hoy, cinco grandes grupos controlan casi la mitad del mercado agroalimentario y un pu?ado marca de hecho las reglas en las importaciones. A esto se suma el coste a?adido de la certificaci¨®n kosher, es decir, que el alimento cumple las normas jud¨ªas. Israel es un pa¨ªs muy caro y, cuando se habla de la cesta de la compra, productores, distribuidores, intermediarios, vendedores y Gobierno se pasan la pelota.
Y aqu¨ª volvemos a nuestra tienda de barrio en sabbat. En los estantes, casualmente, suele haber solo leche enriquecida con vitaminas, huevos org¨¢nicos o queso untable con aceitunas. Es decir, productos con extras que los dejan fuera de la cesta b¨¢sica, lo que permite al vendedor estirar el margen de beneficio. El lim¨®n, por cierto, costaba el equivalente a dos euros.
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