¡®Succession¡¯ a la colombiana con petrod¨®lares de por medio
El intento del banquero Jaime Gilinski por hacerse con el Grupo Gea con el apoyo del dinero de Emiratos ?rabes desata una batalla corporativa de gran crudeza
Jaime Gilinski es un banquero discreto de frente despejada y gafas cuadradas. Viste siempre de traje, como no puede ser de otra manera para un se?or que maneja el dinero de los dem¨¢s. No pertenece a la ¨¦lite econ¨®mica cl¨¢sica de Colombia. Se le ha visto poco por los clubes sociales de Bogot¨¢, donde hay que entrar con traje y corbata y hombres de caras sonrosadas fuman en reservados de luz tenue. Gilinski, proveniente de una familia jud¨ªa que huy¨® del Holocausto, se form¨® e hizo fortuna lejos, en Estados Unidos. Su nombre era un recuerdo lejano para muchos, un murmullo. Sin embargo, en los ¨²ltimos a?os ha regresado a su pa¨ªs con una voracidad que ha tirado de la silla a m¨¢s de uno.
Su gran intento de abordaje ha sido el Grupo Gea, un conglomerado de empresas financieras y de alimentaci¨®n que era el orgullo de Antioquia, la cuna empresarial del pa¨ªs ¡ªtambi¨¦n la del expresidente ?lvaro Uribe¡ª. Dentro de ese grupo est¨¢ Bancolombia, una entidad que los Gilinski vendieron en 1997, y despu¨¦s se enfrascaron en una disputa jur¨ªdica eterna. La familia nunca lo olvid¨®. Y ahora 27 a?os despu¨¦s han intentado recuperarlo. Gilinski vino de la mano del jeque de una de las familias m¨¢s ricas del mundo y cintur¨®n negro de jiu-jitsu brasile?o. Tahnoon bin Zated Al Nahyan, de la familia real de Emiratos ?rabes Unidos, puso el dinero, todo el del mundo si quisiera, para hacerse con esas empresas que aglutinan un importante porcentaje del PIB colombiano.
Gilinski, con sus dos primeras opas hostiles, entr¨® en un universo particular, el del Gea, una rareza dentro del mundo financiero del pa¨ªs, donde predominan las grandes familias propietarias. En cambio, esta compa?¨ªa tiene 1.400 accionistas, un 40% de ellos con una participaci¨®n por debajo del 2%. En los a?os 70, los empresarios del lugar idearon esta estrategia, la del enroque, que consiste en repartir la propiedad en una serie de inversiones cruzadas entre compa?¨ªas. Fue una tropicalizaci¨®n del m¨¦todo japon¨¦s Keiretsu. Su objetivo era protegerse de elementos externos como Gilinski, precisamente.
Al banquero no le import¨® e inici¨® una verdadera guerra por el control de la compa?¨ªa. Cre¨ªa que podr¨ªa hacerse con el mando en unos cuantos meses. Aqu¨ª top¨® con un hueso. Los empresarios antioque?os resultaron ser muy correosos y durante meses han impedido por todos los medios perder la direcci¨®n del conglomerado. La guerra se traslad¨® al periodismo. Los Gilinski quisieron hacerse con la mayor¨ªa accionarial del peri¨®dico El Colombiano, el decano de la prensa en Antioquia, pero de nuevo las familias se juntaron para impedirlo. Ellas siguen manteniendo la propiedad del diario.
Gran desgaste
La pelea ha desgastado a todos. Unos y otros han terminado agotados. Llegaron siete opas m¨¢s de Gilinski, que puso sobre la mesa 2.400 millones de d¨®lares. Casi nada. Imag¨ªnense el ambiente en las juntas de accionistas y en los reservados de los mejores restaurantes donde se conspira mientras los camareros pasan con bandejas de bogavantes. Con la sangre caliente, empezaron a denunciarse por cualquier cosa. Y Colombia tiene un sistema judicial napole¨®nico del que una vez que se entra no se sale.
Por fin, la semana pasada, el jeque y los Gilisnki se dieron cuenta de que no pod¨ªan hacerse con todo, por mucho que lo desearan. Seg¨²n se ha anunciado, ellos se har¨¢n con una parte importante del Gea, el Grupo Nutresa, una de las mayores empresas de alimentos ultraprocesados de Am¨¦rica Latina. A cambio, deber¨¢n entregar sus participaciones en el resto del conglomerado. El intento de gobernar por completo la compa?¨ªa fracas¨®. El dinero, queda otra vez de manifiesto, no puede comprarlo todo.
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