No cruzamos el Misisipi
Para mejorar el futuro de Europa hay que enfrentar en serio lo que ya parece una secular crisis de crecimiento
La renta per capita no lo es todo, pero ayuda a comprender el nivel de prosperidad de un pa¨ªs. Si se combina con el ¨ªndice de desarrollo humano, permite distinguir entre pa¨ªses desarrollados y emergentes. Si se hace con los indicadores de distribuci¨®n de la renta y de acceso a los bienes p¨²blicos, permite atisbar la inclusi¨®n social, y, si se combina con la emisiones de CO2, da una medida de la sostenibilidad del patr¨®n de crecimiento. Su tasa de crecimiento se usa sin pudor para evaluar la calidad absoluta y relativa ¡ªfrente a otros pa¨ªses¡ª de las pol¨ªticas econ¨®micas porque, pese a la amenazante ideolog¨ªa del ¡°decrecimiento¡±, el g¨¦nero humano prefiere la abundancia a la escasez, y los votantes son todav¨ªa humanos.
Cuando la renta per capita se usa para hacer comparaciones internacionales de prosperidad se usan datos corregidos por el poder de compra. As¨ª, la renta per capita espa?ola de 2023, 30.405 de euros corrientes equivale a 41.229 d¨®lares constantes de 2017 de paridad de compra. Ese nivel supone el 63% de la renta per capita de EE UU, el 76% de la alemana y el 93% de la italiana. Robert Lucas, recientemente fallecido, dec¨ªa que cuando un economista empieza a pensar en el crecimiento ya no puede pensar en otra cosa. Ten¨ªa, una vez m¨¢s, raz¨®n. Por eso, resulta comprensible que a muchos nos preocupe el aparente agotamiento del proceso de convergencia espa?ol hacia los niveles de renta de los pa¨ªses m¨¢s desarrollados.
Desde que comenz¨® el siglo XXI, Espa?a solo ha mejorado su posici¨®n relativa en t¨¦rminos de renta per capita con 38 de los 172 pa¨ªses que cubre el FMI, y de ellos solo cinco son desarrollados: Italia, Francia, Canad¨¢, Jap¨®n y Luxemburgo. El impacto diferencial de las crisis que hemos sufrido o la demograf¨ªa explican en parte esta inquietante tendencia, pero hay otras razones, entre las que destaca la baja inversi¨®n y el bajo crecimiento de la productividad. Y, en el largo plazo, la productividad lo es todo.
Solo 40 pa¨ªses han sido capaces de recuperar la tendencia de crecimiento que ten¨ªan antes de la gran crisis financiera y entre ellos solo figuran los dos desarrollados que comenzaron el siglo estancados, Jap¨®n y Portugal. Son m¨¢s numerosos ¡ª81 pa¨ªses¡ª los que han recuperado la tendencia de crecimiento precovid ¡ªporque el crecimiento mediano de la renta en ese periodo fue 1,5 puntos inferior a la etapa precrisis financiera¡ª, pero los datos consistentemente apuntan a una desaceleraci¨®n global del crecimiento de la renta per capita. Un paso m¨¢s hacia los juegos de suma cero que ya hemos mencionado en anteriores art¨ªculos.
La dimensi¨®n del fen¨®meno se pierde porque la mayor¨ªa de los debates son regionales. En la UE de lo que se discute es sobre la existencia ¡ªo no¡ª de convergencia real. Las limitaciones de ese enfoque se ponen de manifiesto cuando en lugar de preocuparnos por si somos m¨¢s ricos o pobres que Luxemburgo, lo que nos preguntamos es si Europa es menos pobre frente a EE UU de lo que lo ¨¦ramos en 1980 o en 2000. La respuesta es que no lo somos: desde 1980 la brecha se ha multiplicado por tres, hasta los 20.000 d¨®lares en paridad de poder adquisitivo, de los que 5.000 d¨®lares se han generado desde comienzo del siglo. Y ello, pese a que hemos tenido las mismas crisis y que su crecimiento de la poblaci¨®n es un 42% superior al nuestro. Este decoupling (desacoplamiento) genera impactantes resultados cuando se compara la renta per capita de los pa¨ªses europeos con la de los Estados de EE UU.
Alemania, el l¨ªder europeo, antes del estallido de la crisis de 2008 ten¨ªa la misma renta per capita que Illinois, pero ahora el Estado que m¨¢s se le asemeja es Vermont, y, si se cumplen las ¨²ltimas previsiones de crecimiento del FMI, en 2028 tendr¨¢ la renta per capita que hoy disfruta Kansas. Francia estaba emparejada con Rhode Island, pero ahora se asemeja m¨¢s a Haw¨¢i. Italia tiene el nivel de renta de West Virginia, y Espa?a, 6.000 d¨®lares menos de renta que Misisipi. Podemos discutir qu¨¦ significa y cu¨¢nto de cre¨ªble es este patr¨®n de convergencia. Podemos defendernos con tecnicismos contables y estad¨ªstica sobre la provisi¨®n y la calidad de los bienes p¨²blicos europeos o la legislaci¨®n americana sobre armas de fuego.
Las narrativas no cambiar¨¢n la realidad: para mejorar el futuro de Europa, calmar su polarizaci¨®n pol¨ªtica y dar credibilidad a su deseo de autonom¨ªa estrat¨¦gica hay que enfrentar en serio lo que ya parece ser una secular crisis de crecimiento.
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