Elon Musk y el extendido culto al l¨ªder supremo en las empresas
A muchos consejeros delegados les tratan como a unos reyes antiguos: todo se hace para que sean felices
A los gobernantes siempre les ha costado aceptar los l¨ªmites a su poder. Cuando el Parlamento franc¨¦s impugn¨® los edictos de Luis XIV en 1655, los historiadores aseguran que el entonces rey de Francia y Navarra respondi¨®: ¡°L¡¯?tat, c¡¯est moi¡± (el Estado soy yo). La era del absolutismo que vino despu¨¦s en Francia termin¨® de forma abrupta con la Revoluci¨®n Francesa en 1789.
Al igual que Luis XIV, Elon Musk rechaza las limitaciones legales a su poder. En contra del reciente fallo de una Corte de Equidad del Estado de Delaware, que anul¨® su acuerdo de compensaci¨®n de 56.000 millones de d¨®lares con Tesla, Musk quiere volver a trasladar el domicilio social de la empresa a Texas, donde espera encontrar cortes m¨¢s complacientes. No es la primera vez que este empresario ha intentado desafiar a la corte de Delaware, que es el camino principal para resolver la mayor¨ªa de las disputas legales corporativas en Estados Unidos (ya que la mayor¨ªa de las empresas est¨¢n radicadas en Delaware). Su hostilidad hacia la ley y hacia los acuerdos legales vinculantes se vio desplegada en todo su esplendor hace dos a?os, cuando intent¨® librarse del acuerdo para comprar Twitter. Bajo presi¨®n de la corte, termin¨® completando la transacci¨®n.
En el caso de Tesla, un accionista le solicit¨® a la corte que revisara un paquete retributivo que hab¨ªa convertido a Musk en uno de los hombres m¨¢s ricos del planeta al otorgarle participaciones accionariales en la compa?¨ªa cuando cumple determinados objetivos de resultados. Por cada incremento adicional de 50.000 millones de d¨®lares (hasta un total de 650.000 millones de d¨®lares) en capitalizaci¨®n de mercado, m¨¢s objetivos por ingresos y ganancias operativas (ebitda), Musk recibir¨ªa la opci¨®n de comprar un 1% adicional de las acciones en circulaci¨®n de la compa?¨ªa (hasta 20 millones de acciones) a un precio de ejecuci¨®n prefijado.
Normalmente, los jueces de Delaware se muestran reacios a revisar las decisiones tomadas por las juntas de accionistas, y nunca determinan la cantidad de dinero otorgada a los directores o miembros del consejo. El ¨²nico l¨ªmite es la ¡°destrucci¨®n de valor empresarial¡± que, como ha dicho un analista, es una circunstancia tan rara como el monstruo del lago Ness.
Las cortes de Delaware escudri?ar¨¢n el proceso de toma de decisiones de una empresa si un demandante plantea el caso de que el proceso podr¨ªa haber estado influenciado por conflictos de intereses. Se supone que los directivos act¨²an como representantes fiduciarios de todos los accionistas. Pero, en la pr¨¢ctica, gozan de una libertad significativa a la hora de dirigir la compa?¨ªa, siempre que eviten los conflictos ¡ªo se aseguren de que estos se resuelvan¡ª y siempre que las transacciones sean justas para la empresa y sus accionistas.
En el caso de Tesla, en el consejo de administraci¨®n se da claramente una situaci¨®n de conflicto, porque la mayor¨ªa de los consejeros y directivos son leales a Musk: le deben sus carreras y gran parte de su fortuna al empresario y a sus diversas entidades comerciales. El propio consejo pareci¨® entender esta colisi¨®n de intereses al trasladar a los accionistas la decisi¨®n sobre el plan de compensaci¨®n de Musk. Pero esta maniobra solo podr¨ªa eximir a los consejeros de su responsabilidad si los accionistas hubieran sido plenamente informados de todos los aspectos relevantes del acuerdo. Sin embargo, este no fue el caso. La propuesta que los consejeros de Tesla presentaron a los accionistas no les dec¨ªa que el nuevo paquete de compensaci¨®n difer¨ªa significativamente de los anteriores; de hecho, ni siquiera alertaba a los accionistas sobre la dimensi¨®n de la compensaci¨®n que pod¨ªa implicar el programa retributivo.
Cumplir con estos requisitos b¨¢sicos no es mucho pedir. Estas son las reglas de juego para cualquier compa?¨ªa cotizada. Uno puede ser una gran estrella de f¨²tbol, pero no puede hacer un gol si est¨¢ en situaci¨®n de fuera de juego. En este caso, el consejo decidi¨® jugar solo para Musk: los administradores abdicaron de sus responsabilidades fiduciarias para encumbrar al l¨ªder supremo.
Musk y su cohorte de pelotas no son los ¨²nicos, por supuesto, en poner en pr¨¢ctica este tipo de actuaciones. En las ¨²ltimas d¨¦cadas, ha surgido un culto muy fuerte en torno de la figura del consejero delegado. A muchos los tratan como se hac¨ªa a los reyes de la antig¨¹edad, y cada vez se da m¨¢s por sentado que sus salarios deber¨ªan tener los ceros suficientes para que se sientan felices.
Muchas veces, estos paquetes de compensaci¨®n ni siquiera est¨¢n vinculados a la evoluci¨®n de la empresa. Es m¨¢s, reflejan ganancias ca¨ªdas del cielo, producto de cambios en los mercados mundiales. Pero mientras el desempe?o puede no siempre ser real, el impacto en la desigualdad ciertamente lo es.
Aun as¨ª, a la mayor¨ªa de los consejeros delegados les gusta que la gente crea que cumplen las reglas, y por eso acatar¨¢n una orden judicial si antes no pueden llegar a un acuerdo con el demandante. El rechazo manifiesto de la ley por parte de Musk tiene, en cambio, unas caracter¨ªsticas diferentes. Y puede que se salga con la suya. El sistema legal de Estados Unidos ha defendido desde hace tiempo la idea de que las empresas privadas pueden elegir la ley seg¨²n la cual quieren que las gobiernen sin tener que enfrentarse a limitaci¨®n alguna sobre su capacidad de hacer negocios donde quieran. Esta libertad es comparable a un pasaporte diplom¨¢tico que abre puertas en todas partes sin requerimientos de visado. Al igual que los diplom¨¢ticos, las corporaciones, en general, son inmunes a la jurisdicci¨®n local. Adem¨¢s, cuentan con una ventaja que no tienen los diplom¨¢ticos: pueden demandar a los gobiernos de aquellos pa¨ªses donde operan por acciones supuestamente injustas.
Algunos observadores incluso han llamado a las corporaciones legisladores por derecho propio. Como pueden ingresar o abandonar diferentes sistemas legales dependiendo de sus necesidades ¡ªo, como en el caso de Musk, de sus caprichos personales¡ª, efectivamente rechazan las leyes que supuestamente les ponen un l¨ªmite. La ley es lo que ellos quieren que sea. Siglos despu¨¦s de la ca¨ªda de la monarqu¨ªa absolutista en gran parte del mundo, sus herederos est¨¢n de vuelta, rodeados por legiones de abogados de zapatos bien brillantes, que gobiernan como los l¨ªderes supremos de imperios corporativos cuasi soberanos.
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