Malas noticias: la educaci¨®n debe volver a la agenda feminista
Se han infiltrado en las instituciones educativas ideas que no solo impiden comprender y desmontar el g¨¦nero como sistema de diferenciaci¨®n y dominaci¨®n de las mujeres, sino que lo redefinen y reifican como si fuera una identidad
La primera y esencial evidencia de la artificialidad de la subordinaci¨®n de las mujeres y su consideraci¨®n inferior, ya desde las precursoras del pensamiento feminista, fue se?alar c¨®mo, para mantener sujetas y dependientes a las mujeres, deb¨ªan ser igualmente mantenidas en la ignorancia, sin elementos ni herramientas para comprender ni cuestionar, y mucho menos alterar, el orden pol¨ªtico y moral patriarcal. La educaci¨®n fue el primer estandarte de la agenda feminista.
Ahora, este ¨¢mbito de las reivindicaciones feministas que parec¨ªa gozar de avances inequ¨ªvocos puede resultar un espejismo desde la perspectiva de la emancipaci¨®n. Cuando los niveles educativos de las mujeres ya superan los de los hombres, se han infiltrado en las instituciones educativas ideas que no solo impiden comprender y desmontar el g¨¦nero como sistema de diferenciaci¨®n, subordinaci¨®n y dominaci¨®n de las mujeres, sino que lo redefinen y reifican como si se tratara de una identidad. El proceso de resignificaci¨®n posmoderna de las herramientas de an¨¢lisis y lucha feministas tiene una puerta de entrada y legitimaci¨®n masiva a trav¨¦s del sistema educativo en todas sus etapas.
En la Universidad, ya es com¨²n el repertorio terminol¨®gico y conceptual que valida la ideolog¨ªa de la identidad de g¨¦nero y su negaci¨®n de la realidad material del sexo en aulas, normativas y formularios, en la producci¨®n cient¨ªfica, e incluso en las unidades y planes para promover la igualdad en la academia. El impacto resulta letal en la formaci¨®n inicial del profesorado. Adem¨¢s del concepto de g¨¦nero, tambi¨¦n la coeducaci¨®n, la diversidad y la inclusi¨®n, elementos clave de una educaci¨®n democr¨¢tica para la igualdad, est¨¢n siendo tergiversados y suplantados, como mostr¨® el CongresoDoFemCo2021 celebrado en noviembre.
Pero esta penetraci¨®n ideol¨®gica en la Universidad se ha producido tambi¨¦n por otras v¨ªas, con la normalizaci¨®n progresiva de pr¨¢cticas contrarias a la emancipaci¨®n de las mujeres. Los tablones de anuncios son peri¨®dicamente empapelados con propaganda sobre el negocio mundial de la ovodonaci¨®n, presentada como pr¨¢ctica moderna, inocua y solidaria dirigida al reclutamiento de las estudiantes, sin menci¨®n alguna de sus consecuencias para la salud de las donantes. La resignificaci¨®n de la prostituci¨®n como trabajo sexual hace tiempo que forma parte del aparato conceptual supuestamente feminista de algunas disciplinas. Antes de la pandemia, se organizaron ¡°debates¡± en varias universidades que no eran m¨¢s que formas camufladas de promoci¨®n y reclutamiento de mujeres j¨®venes. Siempre inclu¨ªan a mujeres prostituidas ¡°por elecci¨®n¡± cuyo testimonio presentaba las ideas abolicionistas como arcaicas, mojigatas y contrarias a sus supuestos derechos laborales. Tambi¨¦n la pornograf¨ªa ha ido haci¨¦ndose un lugar como una herramienta m¨¢s de educaci¨®n sexual desde los postulados de la llamada pedagog¨ªa queer, en auge en la mayor¨ªa de las facultades de educaci¨®n.
En ambos casos, se ensalza a un sujeto mujer joven con el supremo derecho a elegir, el ep¨ªtome del empoderamiento: con derecho a vender su cuerpo como mercanc¨ªa, se trate de sus ¨®vulos o de su vagina, sin suscitar sospecha ni rechazo desde la instituci¨®n universitaria.
Adem¨¢s, la penetraci¨®n de la ideolog¨ªa transgenerista no solo tiene a la fil¨®sofa Judith Butler como referencia intelectual omnipresente. Tambi¨¦n emula su tendencia a calificar de fascistas a las feministas cr¨ªticas con sus postulados, como hizo a principios de este curso en una entrevista en The Guardian. La nueva hegemon¨ªa no solo se impone mediante la neolengua, con expresiones inventadas que borran a las mujeres en la docencia y la investigaci¨®n. Tambi¨¦n lo hace el profesorado que se refiere despectivamente en clase a ¡°las cl¨¢sicas¡± y el alumnado que protesta contra las profesoras que sostienen, por ejemplo, que los hombres no pueden gestar y no se refieren a ellos al analizar la experiencia de la maternidad. Claro que, mientras tanto, la Generalitat de Catalunya impulsa cursillos que pretenden sensibilizar sobre la diversidad de modelos familiares en las que uno de los contenidos consiste en ¡°preparar a la escuela para recibir a padres embarazados¡±.
Lo m¨¢s grave es que al ser acusadas de transfobia solo podemos intentar demostrar que no promovemos el odio a pesar de sostener que la autodeterminaci¨®n del sexo es una ficci¨®n. De hecho, el anteproyecto de ley ¡°trans¡± del gobierno propone invertir la carga de la prueba, validando este marco mental como ¨²nico marco legal que impone multas y sanciones a la discrepancia. El ambiente lo completa el grito de guerra ¡°kill the TERF¡±, presente en todos los ba?os de la universidad, progresivamente transformados en ¡°inclusivos¡± para que los chicos puedan entrar en los de las chicas, incrementado el riesgo de agresiones que advierten todos los estudios.
Dec¨ªa Orwell que no ver¨ªamos venir al nuevo totalitarismo porque no se iba a presentar de uniforme y con botas militares. Lo confirman los alarmantes testimonios en primera persona de acad¨¦micas y estudiantes cr¨ªticas con la ideolog¨ªa transgenerista en Espa?a y en otros pa¨ªses durante el congreso. La educaci¨®n debe volver cuanto antes a las reivindicaciones de la agenda feminista.
Puedes seguir EL PA?S EDUCACI?N en Facebook y Twitter, o apuntarte aqu¨ª para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.