Los alumnos disruptivos, la pesadilla de muchos profesores: ¡°Dar clase se convirti¨® en un infierno¡±
Los docentes ven imprescindible fijar l¨ªmites claros y m¨¢s recursos personales para atajar unos comportamientos que lastran el aprendizaje
Mar¨ªa Sancho tiene la sensaci¨®n de haber cambiado de trabajo. Pas¨® una d¨¦cada en un instituto p¨²blico del ¨¢rea metropolitana de Barcelona en el que ir a clase, asegura, ¡°acab¨® siendo un infierno¡±. Daba matem¨¢ticas, sobre todo en tercero de la ESO, el nivel m¨¢s dif¨ªcil, y con frecuencia a ¨²ltima hora de la ma?ana, la peor. ¡°De 28 alumnos, 20 no quer¨ªan aprender. Hablaban, se gritaban desde la segunda fila a la cuarta en medio de una explicaci¨®n, se insultaban¡ Algunos no quer¨ªan ni sacar la libreta. En general no quer¨ªan hacer nada¡±, recuerda. Sancho a veces les dec¨ªa: ¡°El que quiera, que se vaya al fondo. Si est¨¢is tranquilos, no os dir¨¦ nada¡¯. Pon¨ªa delante a los ocho chavales que quer¨ªan trabajar y me centraba en ellos. Porque eso era lo que m¨¢s me afectaba: que a los pocos que s¨ª quer¨ªan aprender, los dem¨¢s no les dejaban¡±. Si hubiese sido uno, afirma, podr¨ªa haber intentado que lo expulsaran. ¡°Pero cuando son 20 es muy dif¨ªcil expulsarlos a todos¡±.
Hace dos a?os, Sancho cambio de centro. Fue un desplazamiento de 10 kil¨®metros hacia el centro de Barcelona, a una zona acomodada, pero le pareci¨® llegar a otro planeta. Uno en el que los estudiantes caminan por los pasillos, en vez de ir corriendo y gritando. ¡°Aqu¨ª puedo explicar mis buenos 15 minutos, y podr¨ªa estar m¨¢s de media hora, porque son capaces de mantener la atenci¨®n. Y luego, ponerles un ejercicio, y lo van haciendo, lo cual me parec¨ªa incre¨ªble¡±. Casi todos llevan hechos los deberes, cuando en el otro instituto ¨Dque no estaba catalogado como de m¨¢xima complejidad, y se levanta en una zona humilde, pero no marginal, ni concentra un elevado porcentaje de alumnado extranjero¨D los hac¨ªan cuatro, lo cual convert¨ªa en absurdo dedicar tiempo de clase para corregirlos. ¡°A veces los chicos de aqu¨ª hacen tonter¨ªas, son adolescentes, pero es muy distinto. Puedo ense?ar¡±, afirma.
Las conductas disruptivas en el aula reducen el rendimiento acad¨¦mico, empeoran las relaciones sociales en el centro y aumentan la insatisfacci¨®n profesional de los docentes, hasta el punto de empujar a algunos a abandonar, seg¨²n han confirmado en las ¨²ltimas d¨¦cadas numerosos estudios. Una reciente encuesta de la editorial SM reflejaba que un tercio del profesorado las sufre, constituyendo la principal fuente de estr¨¦s laboral. ¡°Tambi¨¦n afecta a la igualdad de oportunidades en educaci¨®n¡±, dice Ismael Sanz, profesor de la Universidad Juan Carlos I, ¡°porque los alumnos de clase media baja o baja encuentran de media en sus centros m¨¢s alumnos disruptivos que los de clase alta¡±.
El contexto socioecon¨®mico de un centro, y su ubicaci¨®n rural o urbana, suele influir en el grado de disrupci¨®n en sus aulas, coinciden los docentes entrevistados para este art¨ªculo, que ponen casi al mismo nivel otros dos factores. El primero, que la direcci¨®n apoye al profesorado y fije con claridad unos l¨ªmites al alumnado ¨Dalgo que seg¨²n Sancho no suced¨ªa en su anterior instituto¨D, un respeto sin el cual otras posibles v¨ªas para abordar los problemas pierden sentido. Y el segundo, disponer de recursos materiales y humanos suficientes, por ejemplo para que entre un segundo profesor o un educador social en el aula en caso necesario, para sacar al alumno que impide la marcha normal de la clase y hablar con ¨¦l, o para dividir de forma m¨¢s duradera los grupos muy complejos.
Sara Madrigal ense?a Geograf¨ªa e Historia en el instituto p¨²blico Diamantino Garc¨ªa Acosta, situado al sureste de Sevilla, en una de las zonas m¨¢s pobres de Espa?a. ¡°Y pese a ello manejamos unas ratios de alumnos, personal de orientaci¨®n, pedagog¨ªa terap¨¦utica, y audici¨®n y lenguaje que no difieren de un instituto de una zona cara de Sevilla¡±, lamenta. A su centro, catalogado como de dif¨ªcil desempe?o, los docentes no llegan por casualidad, tienen que solicitarlo. ¡°Aqu¨ª sabemos lo que es m¨¢s y menos grave. Yo tengo en cuenta si un ni?o ha venido sin desayunar o si ha tenido una noche horrible porque a su padre lo han detenido. Pero el insulto directo al profesor o a otro alumno es una l¨ªnea roja y conlleva la expulsi¨®n. Y se hace como en cualquier sitio, con los deberes para casa y con sus padres all¨ª aguant¨¢ndolo¡±.
Madrigal, que lleva 15 a?os de docente, casi todos en centros de compensatoria, cree, al mismo tiempo, que pensar que los chavales vuelven de la expulsi¨®n muy distintos es un error. ¡°Hay una especie de rearme ideol¨®gico de lo disciplinario sobre lo convivencial. Y yo no vengo aqu¨ª a jugar. Vengo a dar Geograf¨ªa e Historia, y el que no me deje dar mi clase se va a la calle. Pero hay profesores que usan el parte disciplinario como escudo para todo, y el respeto no se obtiene as¨ª, sino de muchas otras maneras¡±.
Toda la atenci¨®n
La falta de medios la vivi¨® hace unos a?os Ignacio Soler, entonces presidente de la asociaci¨®n de familias de una escuela p¨²blica del centro de Valencia, cuando en 2016 un alumno con grandes necesidades educativas fue incorporado sin apoyos al grupo de su hija. ¡°El ni?o requer¨ªa el 100% de la atenci¨®n del tutor o tutora. Gritaba, se levantaba continuamente, cog¨ªa cosas de otras mesas, pegaba, se cog¨ªa a las piernas de la maestra... En dos cursos, cuatro ni?as, las que m¨¢s agresiones sufr¨ªan, se fueron del colegio. Y ¨¦l tambi¨¦n sufr¨ªa, porque a partir de un momento el resto de la clase le hac¨ªa el vac¨ªo, y los m¨¢s fuertes a veces le pegaban a ¨¦l. Todos los retos de la educaci¨®n estaban ah¨ª, pero con tutores, que cambiaban cada a?o, sobrepasados, sin apoyo ni formaci¨®n espec¨ªfica para lidiar con esa situaci¨®n, y con los ni?os y las ni?as en un s¨¢lvese quien pueda permanente¡±, recuerda.
Haciendo frente com¨²n con la familia del alumno, los progenitores presentaron sin ¨¦xito escritos al centro, a la inspecci¨®n educativa y a la consejer¨ªa para que destinaran un profesional a acompa?arlo en el aula. Finalmente, en 2019, la administraci¨®n deriv¨® al ni?o a un centro de educaci¨®n especial. ¡°Nuestra sensaci¨®n fue de fracaso, porque creemos en la inclusi¨®n. Pero para que sea posible los centros deben tener recursos¡±, afirma Soler.
Un ejemplo distinto, en este caso esperanzador, sobre c¨®mo abordar la disrupci¨®n lo encarna Aitana, que tiene 18 a?os y acaba de empezar la carrera de Educaci¨®n infantil despu¨¦s de haber estado al borde del fracaso escolar. ¡°Yo era la t¨ªpica chica que no estaba motivada con estudiar, y que todo lo tomaba a la defensiva. Si los profesores me dec¨ªan de hacer algo, lo rechazaba, incluso les pod¨ªa gritar o insultar. Desobedec¨ªa todas las ¨®rdenes que me daban¡±.
Aitana, que repiti¨® tercero de la ESO, cambi¨® progresivamente su actitud gracias, en buena medida, al empe?o de la direcci¨®n y el equipo docente del instituto p¨²blico de Salvaterra de Mi?o (10.079 habitantes, Pontevedra). Un centro de tama?o mediano, situado en un entorno rural, que puso en 2012 la mejora de la convivencia en el centro de su proyecto educativo. ¡°Empezamos a formarnos los profesores, luego a los alumnos, y despu¨¦s juntos¡±, explica Andr¨¦s Cabana, profesor de Matem¨¢ticas, que impuls¨® el plan en su etapa de director. M¨¢s del 30% del alumnado participa ahora en los programas de mediaci¨®n y de tutor¨ªas entre iguales, lo que les da cierta responsabilidad en materia de convivencia. ¡°Eso de por s¨ª la mejora¡±, prosigue, ¡°y tambi¨¦n convertimos las aulas de castigo en aulas de convivencia, adonde los chavales van y se habla con ellos, no se les pone a hacer tareas sin m¨¢s¡±.
¡°Para m¨ª¡±, dice Aitana, ¡°fue muy importante, porque me sent¨ªa como la oveja negra. No sab¨ªa por qu¨¦ ten¨ªa esa conducta, quer¨ªa cambiar, pero no sab¨ªa c¨®mo. Ellos se sentaban contigo, te hablaban, y no eran las t¨ªpicas charlas. Me hac¨ªan pensar y notaba que le importaba a alguien¡±.
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