Los cl¨¢sicos literarios en las aulas: ¡®ubi sunt?¡¯
Cuadra muy bien con el pensamiento de posiciones reaccionarias, que compran el relato de la crispaci¨®n general, mantener la tesis de que el actual curr¨ªculo ¡°aniquila¡± la literatura espa?ola y olvida el canon cl¨¢sico
Los llamados edumitos ¡ªbulos educativos¡ª son como las meigas gallegas: aunque no creas en ellas, haberlas haylas. Es m¨¢s, forman parte del ecosistema de creencias acad¨¦micas que pueblan el imaginario com¨²n en uno de los sectores m¨¢s sometidos a controversias y opinolog¨ªa, y m¨¢s ahora que la horizontalidad de la sociedad del conocimiento ha convertido a casi todo el mundo en experto en algo a trav¨¦s de internet.
Uno de los topos escolares recurrentes est¨¢ construido en torno a la idea de que los cl¨¢sicos literarios (espa?oles, especialmente) han desaparecido de las aulas. Los lazarillos, quijotes y celestinas ya no est¨¢n, al haber sido desterrados con amargura por el aprendizaje competencial, los cambios legislativos y una sanguinaria reforma educativa que nos persigue deambulante como el alma en pena del fantasma de Canterville en el relato de Oscar Wilde.
A las lenguas cl¨¢sicas tampoco se las ve, a pesar de que las recomendaciones del Consejo de la Uni¨®n Europea sobre las competencias clave para el aprendizaje permanente indican claramente que el griego antiguo y el lat¨ªn ¡°son el origen de muchas lenguas modernas y por ello pueden facilitar el aprendizaje de lenguas en general¡±, con lo que se incluyen de forma expl¨ªcita dentro de la llamada competencia pluriling¨¹e. Pero, nada: han sido podadas de las secuencias did¨¢cticas de toda clase, cuando su escasa presencia en realidad viene determinada por una progresiva p¨¦rdida de horas de sus asignaturas ya desde hace a?os. Ubi sunt?
Dentro de estos edumitos, prol¨ªfera por ejemplo la afirmaci¨®n de que los adolescentes de hoy, que sin duda no son los que a?ora Bert¨ªn Osborne cuando opina de educaci¨®n, no leen. Sin embargo, seg¨²n datos de la Federaci¨®n de Gremios de Editores de Espa?a, lo hacen con frecuencia al menos trimestral hasta un doce por ciento m¨¢s que un lustro atr¨¢s. Todo ello reforzado por uno de los principios pedag¨®gicos clave de la Lomloe, donde se explicita que ¡°a fin de fomentar el h¨¢bito y el dominio de la lectura todos los centros educativos dedicar¨¢n un tiempo diario a la misma, en los t¨¦rminos recogidos en su proyecto educativo¡±. Leer, por lo tanto, se lee, y sigue habiendo clubes de lectura en bibliotecas escolares y tertulias. Podr¨ªamos debatir, en todo caso, sobre qu¨¦ y c¨®mo se lee, pero eso ya es harina de otro costal.
Cuadra muy bien con el pensamiento de posiciones reaccionarias, que compran el relato de la crispaci¨®n general, mantener la tesis de que el actual curr¨ªculo ¡°aniquila¡± la literatura espa?ola y olvida el canon cl¨¢sico, por lo que este sale de las aulas. Ahora se habla de constelaciones literarias, de identidad lectora y de deconstrucci¨®n del enfoque cultural hegem¨®nico (esto ¨²ltimo chirr¨ªa a muchos), pero no de pervivencia de las obras con las que crecimos. ?Es eso ¨²ltimo cierto del todo?
Antonio Monegal, Premio Nacional de Ensayo 2023 con Como el aire que respiramos, recuerda en este libro que ¡°la selecci¨®n de un canon literario propio y la elaboraci¨®n de historias de la literatura nacional son operaciones que conservan, en gran medida, las implicaciones pol¨ªticas que tuvieron en el siglo XIX¡±. Por lo tanto, al hablar de ideologizar o politizar la educaci¨®n en sentido peyorativo ¡ªcomo si la educaci¨®n dejase de ser pol¨ªtica en alg¨²n momento¡ª, ?acaso este tipo de selecciones para transmitir un corpus concreto como si de un legado se tratase quedan al margen de lo pol¨ªtico? J. W. Goethe, al introducir la idea de la Weltliteratur, lleg¨® a decir: ¡°hoy d¨ªa la literatura nacional ya no quiere decir gran cosa¡±. Esto lo puede decir el creador del Fausto, pero si esto lo mantenemos hoy en d¨ªa cualquiera de nosotros, nos crucifican.
Tal vez muchos j¨®venes de ahora salgan de la educaci¨®n obligatoria sin haber le¨ªdo El Conde Lucanor aunque nadie lo impide si el docente decide trabajarla, ya que es este quien quien concreta el curr¨ªculo. Tambi¨¦n es posible que se desaconseje un exhaustivo enfoque historicista de la literatura al no haber tiempo para ello, asunto que dar¨ªa para otro art¨ªculo donde tambi¨¦n reivindiquemos la existencia de la materia diferenciada de Literatura en alg¨²n curso de la ESO; sin embargo, se requiere conocer, por ejemplo, que ¡°el primer autor del mundo que firma un texto con su propio nombre es una mujer¡±, la sacerdotisa de la antigua Mesopotamia Enheduanna, como nos recuerda Irene Vallejo en El infinito en un junco. Porque, s¨ª: el canon occidental, las selecciones hechas por libros de texto y manuales cl¨¢sicos, ha despreciado la literatura escrita por mujeres y otros colectivos infrarrepresentados, cuando el perfil de salida (lo que tiene que saberse al acabar la ESO) del plan de estudios actual indica que deben ponerse ¡°las pr¨¢cticas comunicativas al servicio de la convivencia democr¨¢tica (...) evitando los usos discriminatorios, as¨ª como los abusos de poder¡±.
La configuraci¨®n de un canon ¨²nico, como conformaci¨®n de un conjunto de obras que se edifican en torno a una literatura de fronteras, es una cuesti¨®n de etiquetas, de artificios creados. Lo recuerda el propio Monegal cuando en este art¨ªculo dice que ¡°no hay nada de natural en las categor¨ªas nacionales y ling¨¹¨ªsticas que utilizamos para clasificar la literatura.¡± Sin embargo, asombra que a algunos nos parezca antinatural mantener esa perspectiva invisibilizadora, a la par que se olvida la dimensi¨®n no solo cultural sino moral de cada conjunto art¨ªstico como algo personal, para lo cual es clave el sesgo de la informaci¨®n que cada docente facilita al estudiante. De esta capacidad del profesor depende que se despierte en su alumnado el gusto por querer construir una identidad lectora propia.
Cuando se le pregunta al fil¨®sofo Daniel Innerarity sobre algunas caracter¨ªsticas de la sociedad contempor¨¢nea, suele responder algo as¨ª como que habitamos en un mundo donde hay muchas cosas conectadas entre s¨ª. Esta revisi¨®n de la idea de posverdad choca con el intento de homogeneizaci¨®n cultural al que sigue agarr¨¢ndose una f¨¦rrea corriente uniformadora que a?ora tiempos en lo que la parte superviviente de la escuela, la que no era excluida por raz¨®n de capacidad, origen o condici¨®n social, recitaba los versos de Espronceda de carrerilla o era capaz de identificar el Poema de Mio Cid como obra fundacional de la naci¨®n. No ten¨ªamos, sin embargo, la oportunidad en ese tiempo de incorporar a nuestro bagaje la voz de narradoras como las africanas Buchi Emecheta o Mariama B?, que cuentan con muy buenas traducciones en nuestra lengua y que por su calidad pueden ser parte de cualquier magisterio de literatura universal que se precie.
Ahora, en medio del ubi sunt que entonamos cada vez que muere una obra del canon cl¨¢sico, respira una sociedad diversa, compleja pero inclusiva, donde se aspira a que lo vivible sea aquello que es com¨²n: la defensa de una literatura y una cultura universalista que aspire a revisar toda obra para que pase a ser cl¨¢sica por su condici¨®n coral, ¨¦tica y est¨¦tica. Una idea en la que ning¨²n pensamiento art¨ªstico sea una isla escondida o un ¡°silencio amordazado¡±, si recuperamos la met¨¢fora del canario Pedro Garc¨ªa Cabrera, sino que forme parte de un todo capaz de disiparse desde cualquier rinc¨®n. Lo que nunca, en definitiva, debi¨® dejar de ser.
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