La catarsis del acta de Crawford
La rueda de prensa del pasado jueves en la Casa Blanca fue una catarsis. Despu¨¦s de las dos primeras preguntas, parec¨ªa que el acta de la reuni¨®n de Crawford entre el presidente George Bush y Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, desvelada por EL PAIS, ya quedaba sepultada debajo de doce preguntas sobre otros asuntos de la pol¨ªtica norteamericana y, mira por d¨®nde, la conversaci¨®n Aznar-Bush volvi¨® a resucitar con otros dos interrogantes.
La portavoz, Dana Perino, lo ten¨ªa f¨¢cil por dos razones. La primera es que ella lleg¨® a la Casa Blanca como portavoz adjunta en marzo de 2006 y ocup¨® su actual cargo de secretaria de Prensa a primeros de septiembre de 2007. La segunda es que la conversaci¨®n entre Aznar y Bush en Crawford, Tejas, tuvo car¨¢cter privado, seg¨²n ¨¦ste peri¨®dico ya hab¨ªa dejado constancia al presentar el texto el mi¨¦rcoles 26.
Por tanto: Dana Perino no particip¨® en la preparaci¨®n y el marketing de la guerra de Irak, en 2002 y 2003. Pero los periodistas saben a partir del acta que Bush dec¨ªa una cosa en privado y otra en p¨²blico. Y como ellos han vivido las ruedas de prensa, los viajes en el avi¨®n presidencial, y las entrevistas tanto con el presidente Bush como con sus colaboradores, ahora ten¨ªan la oportunidad de contrastar los hechos.
Hay una sana obsesi¨®n en la prensa norteamericana por pillar al presidente Bush en una mentira flagrante, en lo que podr¨ªa ser una secuela de la historia del Watergate, donde el presidente Richard Nixon qued¨® atrapado en la red de sus propias mentiras. Y es el d¨ªa de hoy que la pregunta estrella sigue siendo si el presidente Bush minti¨® en el camino hacia la guerra de Irak o, mal informado por sus servicios de inteligencia, cometi¨®, sencillamente, un error.
En otros t¨¦rminos, que con la informaci¨®n disponible sobre Irak en ese momento -lo dijo Mariano Rajoy en la entrevista con Concha Garc¨ªa Campoy en Las Ma?anas de Cuatro el pasado mi¨¦rcoles 26—se adoptaron las decisiones "oportunas".
Pero esa sana obsesi¨®n pasa por alto o en cierto modo pretende disculpar el papel de los medios de comunicaci¨®n norteamericanos como instrumento de la propaganda de Bush en la campa?a de marketing de la guerra a partir de septiembre de 2002. Algunos peri¨®dicos han hecho su mea culpa y periodistas como Bob Woodward, seg¨²n declar¨® a EL PAIS en febrero pasado, admiten que no investigaron las informaciones sobre las armas de destrucci¨®n masiva de Irak cuando ten¨ªan serios indicios de que las pruebas eran muy d¨¦biles.
Problema: Las evidencias sobre la manipulaci¨®n de los datos son mucho m¨¢s abrumadoras que en otros episodios del pasado, como, por ejemplo, la guerra de Vietnam. La decisi¨®n de provocar la guerra fue previa -Aznar ha reconocido que la guerra de Irak ha sido una "consecuencia del 11/S"— y la b¨²squeda de pruebas se reunieron con premeditaci¨®n y alevos¨ªa a posteriori para justificar esa decisi¨®n.
Tanto la Agencia Central de Inteligencia (CIA) norteamericana como el MI 6 brit¨¢nico aportaron su "inteligencia" con retroactividad a la decisi¨®n ya adoptada de invadir Irak en cierto momento. Y cuando el ¨¦nfasis de estas instituciones no resultaba suficiente, un organismo fantasma, la Oficina de Planes Especiales, creada ad hoc dentro del Departamento de Defensa norteamericano, complement¨® la informaci¨®n con datos falsos procedentes de aquellos que impulsaban la intervenci¨®n militar para sus propios fines privados.
El acta de Crawford, pues, ha tenido tanto impacto internacional porque vuelve a tocar el nervio de la mentira. Uno de los periodistas, por ejemplo, pregunta a la portavoz de la Casa Blanca lo siguiente:
-El presidente afirma en el acta que estar¨¢ en Bagdad a finales de marzo. Tres d¨ªas despu¨¦s de esa reuni¨®n, Ari Fleischer estaba en el mismo podio en esta sala y dec¨ªa: "El presidente no concluido que las inspecciones [de la ONU] han llegado a un punto muerto". Puede usted...
Aqu¨ª est¨¢ la propia experiencia del periodista que cubre la Casa Blanca el 25 de febrero de 2003 y el conocimiento que acaba de adquirir de lo que Bush dec¨ªa tres d¨ªas antes, el 22 de febrero de 2003, a Aznar en Crawford. All¨ª Busah no da un duro por los inspectores y su asesora de Seguridad Nacional Condoleezza Rice vaticina que Hans Blix va a ser, en marzo de 2003, cr¨ªtico con Sadam, todo lo contrario de lo que iba a ocurrir.
La respuesta de la portavoz es sencilla:
-Yo no estaba all¨ª en la reuni¨®n privada que el presidente Bush mantuvo con el presidente Aznar. No s¨¦ lo que Ari dijo. Lo que s¨ª s¨¦ es donde estamos ahora...
Hay otro pasaje de la rueda de prensa de gran inter¨¦s. Es cuando un periodista quiere en cierto modo ratificar que la Casa Blanca no puede desmentir la informaci¨®n publicada de manera directa o indirecta.
-Quiero preguntar sobre la noticia que ha publicado EL PAIS, el peri¨®dico espa?ol. ?Pueden informaciones como estas, que no hab¨¦is desestimado como incorrectas, tener un impacto negativo sobre las percepciones que tiene alguna gente de que ¨¦l o la Casa Blanca marchaban hacia la guerra en la primavera de 2003?
-Alguna gente piensa que nunca tuvimos que entrar en Irak para derrocar a Sadam Husein. Y no hay nada que podamos hacer para que cambien de opini¨®n... De modo que no, no puedo decirle c¨®mo se sentir¨¢ otra gente sobre ciertas cosas y ciertas informaciones, pero simplemente no voy a hacer comentarios sobre ¨¦se acta.
-?Hay alguna resistencia a volver al momento y las conversaciones sobre lo que pas¨® en el proceso que lleva a la primavera de 2003?
La portavoz lo ten¨ªa claro. Volver sobre lo que Bush dijo en 2003, eso no. Pero ingeniosamente cambi¨® de tercio.
-No, no... En lo que se refiere al Presidente su conducta ha sido muy clara, pero tambi¨¦n miren el comportamiento de Sadam Husein, alguien que tortur¨® a su propio pueblo, mat¨® a ni?os y separ¨® a las familias...
El acta de Crawford, pues, ha refrescado la memoria. Y ella no es coherente, se da de bruces, con lo que Bush dec¨ªa en p¨²blico. Es evidente a partir del acta que Bush no cre¨ªa aquello que dec¨ªa en p¨²blico.
Pero por si esto no resuelve el enigma para la prensa norteamericana, a saber, sobre si Bush cre¨ªa realmente que exist¨ªan armas de destrucci¨®n masiva, lo que seg¨²n una idea extendida le permitir¨ªa eludir la acusaci¨®n de mentiroso, la clave puede encontrarse en el teatro. En aquella pieza de Jean-Paul Sartre donde uno de los personajes, Georges, se miente a s¨ª mismo ante un espejo. Su compa?ero Sibilot le pregunta por qu¨¦ se miente a s¨ª mismo. Georges responde:
-A m¨ª en primer lugar. Tengo demasiada inclinaci¨®n por el cinismo: es indispensable que yo sea mi primer enga?ado.
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