Militantes an¨®nimos ocultaron los archivos de los partidos de izquierda el 23-F
Se tem¨ªa que el golpe de Estado desencadenara una feroz represi¨®n contra los militantes, a pesar de que se hab¨ªan legalizado cuatro a?os antes.
El destino de miles de personas fue puesto a salvo por una serie de personas, militantes de partidos pol¨ªticos de izquierda y muchas de ellas amantes del anonimato, que en la tarde del 23 de febrero de 1981 recogieron velozmente los archivos donde constaban las filiaciones de aquellas y los escondieron o retuvieron en lugares seguros, a veces pintorescos. Fue el caso de Rosa de Lima T., entonces militante y trabajadora en la sede del Comit¨¦ Provincial del Partido Comunista de Espa?a, en la calle de Campomanes, 7.
Los partidos pol¨ªticos estaban legalizados desde cuatro a?os antes pero, en aquellos momentos de incertidumbre, todo el mundo tem¨ªa que el golpe triunfara y los golpistas desencadenaran una feroz represi¨®n contra militantes de izquierda. En el fichero del PCE, con certeza inmediato blanco de la ira de los golpistas de prosperar la intentona, figuraban los domicilios, tel¨¦fonos y cuotas de varios miles de militantes comunistas m¨¢s de 12.000 entre los que se inclu¨ªan trabajadores, residentes en Madrid, de todas las ramas de la producci¨®n, desde Artes Gr¨¢ficas a la Construcci¨®n, as¨ª como estudiantes y profesionales liberales. Entre estos se hallaban registrados m¨¢s de dos mil docentes, un centenar largo de abogados, otros tantos economistas, as¨ª como periodistas, m¨¦dicos, arquitectos e ingenieros. "Hab¨ªa m¨¢s de 400 funcionarios, incluso un peque?o grupo del selecto cuerpo de Abogados del Estado, que pagaba sus cuotas tan religiosamente como los obreros de la Perkins", explica Rosa con una sonrisa.
?Qu¨¦ hizo con el fichero? "Tras unos momentos de angustiosa incertidumbre", explica la entonces militante del PCE, "cog¨ª los archivadores y los met¨ª en mi autom¨®vil, un utilitario de color bastante vistoso, por cierto". Una vez dentro de su coche, un Seat 1430 naranja, Rosa se encamin¨® hacia su casa, entonces en las inmediaciones de la glorieta de Bilbao, y lo estacion¨® en una calle pr¨®xima a la de Luchana con el archivo del PCE dentro. "Me asaltaban muchas dudas sobre qu¨¦ hacer con un material tan delicado en aquellos momentos en los cuales el destino de miles de personas peligraba y que la fatalidad hab¨ªa puesto en mis manos", dice con una mirada de agobio. "Fue entonces cuando decid¨ª que entre tanto autom¨®vil, el m¨ªo pasar¨ªa inadvertido y que quiz¨¢s el mejor lugar para ocultar aquella informaci¨°n era, precisamente, el interior de mi coche". ?Recibi¨® instrucciones de la direcci¨®n de su partido para esconder el fichero? "No, nadie me dijo entonces nada, pero era de sentido com¨²n hacer lo que hice, pues yo llevaba el fichero como responsable de organizaci¨®n de Administraci¨®n P¨²blica".
En la sede del Partido Socialista Obrero Espa?ol, en la calle de Santa Engracia 165, la consternaci¨®n recorri¨® sus cinco plantas. "La mayor parte de nuestra Ejecutiva se hallaba secuestrada por Tejero dentro del Congreso de los Diputados", explica M. P. una militante y empleada del partido, que junto con otras treinta personas, aproximadamente, se hallaba aquella tarde dentro del edificio. El ejecutivo de guardia era Jos¨¦ Mar¨ªa Maravall, ser¨ªa posteriormente ministro de Educaci¨®n y Ciencia, muy afectado entonces por la gravedad de los sucesos. "Cuando conocimos lo que hab¨ªa sucedido en las Cortes, nuestra primera preocupaci¨®n se hallaba justo enfrente de nuestras ventanas, ya que las calles de Maudes, Mar¨ªa de Guzm¨¢n y aleda?as estaban habitadas por militares". Seg¨²n explica esta militante, que entonces contaba con 24 a?os, "en mi despacho, que daba a un patio de vecinos, con el prop¨®sito de hacerme con mi fichero y sacarlo de all¨ª, entr¨¦ y sal¨ª a gatas de la habitaci¨®n, para evitar ser vista desde fuera": a media tarde del 23 de febrero de 1981, en Madrid, nadie sab¨ªa qu¨¦ militares secundaban el golpe."Recuerdo tambi¨¦n que telefoneamos a la Polic¨ªa para pedir protecci¨®n para la sede socialista y se nos dijo que no estaban en condiciones de protegernos".
Al caer la noche, la sede del PSOE en Santa Engracia se despobl¨® de la mayor parte de sus empleados. "Lo ¨²nico gracioso fue que cuando iba con mi compa?ero Castellana arriba nos cruzamos con una columna motorizada y nos dijimos: 'esto se ha acabado, van a hacer rendirse a Tejero', sin saber que se trataba del comandante Pardo Zancada que acud¨ªa al Congreso para unirse a los golpistas".
Para Luis ?lvarez Ude, hoy arquitecto, a la saz¨®n con 32 a?os y dirigente, entonces a¨²n, clandestino, de la Organizaci¨®n Revolucionaria de Trabajadores, ORT, las noticias del golpe le llegaron en un bar de la calle de Juan Bravo donde conversaba con Manuel Gued¨¢n, responsable de Relaciones Internacionales de su partido. "Desde tiempo atr¨¢s", explica ?lvarez Ude, "yo ten¨ªa a mi cargo todo el archivo estatal de la ORT", explica. ?Se hallaba oculto en un lugar imaginable o inimaginable? "En verdad resultar¨ªa imposible a cualquier persona distinta de m¨ª descubrir d¨®nde se encontraba". Por esa raz¨®n, no le fue preciso esconder el fichero m¨¢s todav¨ªa. "Eso s¨ª, un a?o despu¨¦s, con la organizaci¨®n casi disuelta, decidimos depositarlo en la Fundaci¨®n Pablo Iglesias". ?lvarez Ude no saldr¨ªa de la clandestinidad hasta meses despu¨¦s.
Jaime Pastor, responsable de la Liga Comunista Revolucionaria, asegura que su organizaci¨®n puso inmediatamente a salvo listados de militantes y simpatizantes, "si bien el material, publicaciones e informes pol¨ªticos, los dejamos en la sede, que entonces estaba en el distrito de Carabanchel". Mediante llamadas telef¨®nicas, convocaron a miembros de la Liga en las inmediaciones del Congreso. "Eso s¨ª, aquella noche, nadie durmi¨® en su domicilio y nos pusimos a editar nuestro semanario Combate" en clave antigolpista", precisa.
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