Kate sobrevivir¨¢
La vista atr¨¢s de los comentaristas hacia la boda de Lady Di y Carlos de Inglaterra ha beneficiado a los nuevos marido y mujer
Si las comparaciones son odiosas, en el caso de esta pareja, Kate y Guillermo, la recurrente vista atr¨¢s de todos los comentaristas hacia la boda de Lady Di y Carlos de Inglaterra les ha beneficiado de manera prodigiosa. Lo que se alab¨® en aquel enlace, la candidez de la novia, su permanente azoramiento, su candorosa juventud, es precisamente lo contrario de lo que se destaca de esta joven licenciada en Historia del Arte, a la que no cabe imaginar en su noche de bodas descubriendo que el novio luce unos gemelos con las iniciales de otra mujer. No. Los tiempos han cambiado. No s¨®lo porque la familia real brit¨¢nica no supo estar a la altura de la propia tradici¨®n que tan celosamente defend¨ªa sino porque son observados por un p¨²blico menos incondicional. Los hijos de la reina Isabel superan la media de divorciados del pueblo brit¨¢nico y es imposible que de la memoria de la gente se borren con facilidad los problemas psicol¨®gicos de Diana derivados por un gran enga?o, la incomunicaci¨®n evidente de la pareja y la publicaci¨®n de embarazosas conversaciones clandestinas del pr¨ªncipe de Gales con quien luego ser¨ªa su mujer, Camila. Imposible olvidar la manera torpe en que la reina gestionar¨ªa la santificaci¨®n de Lady Di tras su muerte, esa fiebre algo hist¨¦rica que despert¨® aquella que dijo querer convertirse en reina de corazones y que sab¨ªa manipular, nunca sabremos con qu¨¦ porcentaje de premeditaci¨®n o rencor, el complejo sentir popular.
Los tiempos de Lady Di pasaron. Ya nadie espera que una novia sea una virgen c¨¢ndida en manos de un pigmali¨®n distra¨ªdo, con la cabeza en la cama de una mujer madura. El mejor homenaje que puede hacerse a aquella joven esposa que se convirti¨®, a fuerza de desenga?os, en una mujer compleja, est¨¢ en manos de su primog¨¦nito Guillermo, que est¨¢ mostrando, con su actitud, los beneficios que una madre cari?osa aporta al equilibrio psicol¨®gico de un hijo que tendr¨¢ que enfrentarse a una vida llena de c¨®digos y rigideces.
Y en esto hizo su aparici¨®n Kate Middleton. Entr¨® en la vida de Guillermo de la manera m¨¢s natural: como compa?era de aulas en la universidad. No fue un noviazgo propiciado por la familia: Kate se cruz¨® con la mirada del joven o viceversa. Ya est¨¢. Y ah¨ª comenz¨® un noviazgo largo, interrumpido por alguna sonada ruptura, con poca intervenci¨®n de las familias y un deseo, expresado a la prensa por la casa real, de dejar a la pareja, en la medida de lo posible, que encontrara su camino sin presiones externas. De esta manera, han llegado al altar tras siete a?os de convivencia. Kate no es una chica en busca de su estilo: es una mujer que ya lo tiene. Parece convivir sin tensi¨®n aparente con la presencia continua de la prensa y es capaz de darse una vuelta por Londres d¨ªas antes de la boda para hacer unas compras. Sonr¨ªe con facilidad, tiene un f¨ªsico poderoso, es muy atractiva, no va vestida de inglesa cursi ni abusa de los colores pastel, es una morena rotunda, capaz de te?ir de tonos m¨¢s vivos la empecinada gen¨¦tica de la descolorida familia brit¨¢nica.
Guillermo tampoco es su padre, de lo cual parece alegrarse todo el mundo, hasta me temo que se alegra la reina. No ha habido manera de recomponer la imagen de ese hombre tieso que vio c¨®mo su intimidad era cuestionada por tabloides y prensa seria. El joven que ve¨ªamos esta ma?ana esperar a la novia en el altar de la abad¨ªa de Westminster es un hombre que sabe que despierta simpat¨ªas y que ha aprendido a navegar desde ni?o por aguas dif¨ªciles; posee m¨¢s atractivo f¨ªsico que su padre, aunque los a?os le est¨¢n monarquizando los mofletes, lo cual no es una buena noticia pero tampoco mala. Es un comentario al bies, puramente est¨¦tico.
La boda ha sido un poco sosa. Dicen. Lo he le¨ªdo en alg¨²n medio espa?ol. En Am¨¦rica, en cambio, desde donde he seguido el evento, siempre asisten fascinados a todo lo que tenga que ver con la realeza europea. Todo es gorgeous, nice, fantastic. Bueno, bueno, no tanto, pero a m¨ª en particular me ha gustado esa soser¨ªa. No est¨¢n los tiempos para la desmesura, aunque cualquier boda real lo es en s¨ª misma, pero ha sido una desmesura bajo control; tampoco ser¨ªa l¨®gico volver al kitsch de aquella otra boda, esa con la que siempre comparamos ¨¦sta. Los novios estaba significativamente tranquilos: ?c¨®mo se casa uno cuando lo est¨¢n viendo dos millones y medio de personas? La vuelta al palacio ha estado plagada de sonrisas, de miradas y de ese lenguaje com¨²n, secreto y privado, que tienen las parejas aunque est¨¦n observados por la multitud.
Yo no s¨¦ calibrar la importancia de una boda real brit¨¢nica, dejando a un lado el folklore que eso conlleva y el negocio en souvenirs y plazas hoteleras. Habr¨¢ quien afirme que esta es una noticia sin importancia. No, no lo es. No lo es por el propio arraigo de esa instituci¨®n en la historia del pa¨ªs. Parece que esta boda en particular se celebra con la esperanza de que la instituci¨®n perviva y recupere la popularidad perdida. Para seguir existiendo, comenta quien sabe, sus modos han de transformarse. Mmmmm. Me temo que cuando hablamos de monarqu¨ªa esa frase popular que de manera espont¨¢nea pronunci¨® la princesa Letizia, "las tradiciones est¨¢n para romperlas", es comprometida y discutible. Si acaban comport¨¢ndose como nosotros, si ya no hacen cosas raras y exc¨¦ntricas, fuera de ¨¦poca y por consiguiente llenas de misterio, ?por qu¨¦ no se convierten definitivamente en nosotros, en el pueblo? Pero esa es otra historia.
Hablamos de la boda, la boda. Ya se han casado. Parec¨ªan enamorados. El vestido de ella pose¨ªa algo retro que lo llenaba de encanto y su melena suelta era sin duda toda una declaraci¨®n de intenciones. Este es otro siglo y Kate una mujer de su ¨¦poca, que viene a ser lo mismo que decir: sobrevivir¨¢. Parece claro que la novia sobrevivir¨¢.
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