Este Gobierno proh¨ªbe a Sherlock Holmes
En medio de los sucesos alarmantes o catastr¨®ficos con que desayunamos todos los d¨ªas desde hace mucho, hay noticias comparativamente menores que a pocos preocupan y de las que la prensa informa durante una o dos fechas y luego, como es l¨®gico, las abandona. Apenas suscitan reacciones, los articulistas andan demasiado ocupados con las cosas graves y los pol¨ªticos de la oposici¨®n en permanente Babia, y as¨ª nuestro autoritario Gobierno toma una medida o crea una nueva ley abusiva e intolerable sin que casi nadie proteste y no muchos se enteren. Los que se enteran se olvidan pronto y todo sigue su curso hacia un Estado en teor¨ªa democr¨¢tico pero que cada vez se parece m¨¢s a una dictadura. El car¨¢cter democr¨¢tico de un Ejecutivo, lo he repetido hasta la saciedad, no se lo confiere s¨®lo la forma en que fue elegido ¨Cque es el m¨ªnimo exigible¨C, sino el modo en que ejerce su poder a diario. Si la mayor¨ªa absolut¨ªsima del PP decidiera poner a la venta los cuadros del Museo del Prado, o reformar la Constituci¨®n a su antojo, o disolver el Parlamento, o militarizar a los jueces, o ¨Clo que ya ha hecho¨C permitir la construcci¨®n de monstruos urbanos a veinte metros de la orilla del mar, estar¨ªa atentando contra el patrimonio y los intereses del pa¨ªs ¨C aquellos que est¨¢n por encima de cualquier Gobierno¨C y obrando de manera ileg¨ªtima, por facultado que estuviera legalmente para actuar as¨ª.
Y conviene prestar gran atenci¨®n a las noticias menores, s¨ªntomas del mal mortal. Siempre pongo el ejemplo de lo que cont¨® Stefan Zweig: una de las primeras decisiones nazis contra los jud¨ªos fue prohibirles tomar asiento en los bancos de los parques. Bueno, se dir¨ªan muchos alemanes, no es gran cosa ni clama al cielo, sin tal vez pararse a pensar en lo arbitrario e injusto de disposici¨®n semejante. Despu¨¦s vino lo que vino. Hace unos meses se?al¨¦ aqu¨ª una de esas noticias de eco escaso: la privatizaci¨®n o comercializaci¨®n parcial de nuestros agentes del CNI, a los que se autoriza a estar en n¨®mina de empresas privadas o p¨²blicas, nacionales o extranjeras; es decir, a no servir al Estado espa?ol en exclusiva ¨Ccomo nuestros soldados y polic¨ªas¨C, sino a obedecer tambi¨¦n ¨®rdenes de una multinacional de base rusa, saud¨ª, estadounidense o china, una locura sumamente peligrosa para nosotros. Gente que ley¨® mi columna se qued¨® at¨®nita: ¡°Pero ?esto es verdad?¡± ¡°Bueno, yo no me lo he inventado, la informaci¨®n apareci¨® en el diario¡±. Sin embargo no he visto que ning¨²n diputado haya interpelado al Ministro del Interior al respecto, ni ning¨²n otro art¨ªculo escandalizado.
La Ley de Seguridad Privada supone exactamente la desaparici¨®n y prohibici¨®n de los investigadores privados
Ahora este Ministro, Fern¨¢ndez D¨ªaz, desde mi punto de vista ¨Cy bajo su apariencia suavona y beata¨C uno de los miembros del gabinete que menos entiende en qu¨¦ consiste la democracia (y cuenta con rivales muy serios), suelta otra de esas noticias menores. El anteproyecto de la nueva Ley de Seguridad Privada estipula que los investigadores deber¨¢n firmar un contrato con cada cliente particular que les haga un encargo, del que inmediatamente tendr¨¢n que dar cuenta a la polic¨ªa. Y no s¨®lo eso, sino que tanto ¨¦sta como la Guardia Civil podr¨¢n acceder a los informes elaborados por los detectives a efectos de control e inspecci¨®n. Las imposiciones no acaban ah¨ª. Uno podr¨ªa pensar: ¡°Bueno, pues que los detectives no escriban informes, que lo tengan todo en la cabeza o en notas sueltas¡±. Para evitarlo, la nueva ley establece que ¡°por cada servicio que les sea contratado, los detectives privados deber¨¢n elaborar un ¨²nico informe en el que reflejar¨¢n el n¨²mero de registro asignado, los datos de la persona que encarga y contrata el servicio, el objeto de la contrataci¨®n, los medios usados, los resultados, los detectives intervinientes y las actuaciones realizadas¡±. Es decir, todo, y se a?ade que tal dossier ¡°estar¨¢ a disposici¨®n de las autoridades policiales competentes para su inspecci¨®n¡±. Por ¨²ltimo, los detectives estar¨¢n obligados a comunicar a la polic¨ªa ¡°cualesquiera circunstancias e informaciones relevantes para la prevenci¨®n, el mantenimiento y restablecimiento de la seguridad ciudadana¡±. Esto es tan amplio y ambiguo que nada escapar¨ªa a su control.
Ni la dictadura franquista fue tan lejos. Esta ley supone exactamente la desaparici¨®n y prohibici¨®n de los investigadores privados, porque ya nada ser¨¢ privado. La polic¨ªa sabr¨¢ al instante si usted sospecha la infidelidad de su c¨®nyuge, si quiere comprobar la insolvencia de quien le debe dinero, si indaga sobre sus or¨ªgenes o sobre el ni?o que le robaron nada m¨¢s parirlo. La discreci¨®n, el secreto, la reserva, el pudor, la intimidad y la privacidad quedar¨¢n abolidos. De todo tendr¨¢n conocimiento inmediato las autoridades, con el inquisidor Fern¨¢ndez D¨ªaz a la cabeza. El actual Gobierno ha decidido suprimir esa actividad cuyos representantes m¨¢s antiguos ¨Cal menos con fama¨C fueron los investigadores de la Agencia Pinkerton, que ya operaban en 1850 en Chicago. Si por este Gobierno fuera ¨Ctan autoritario que ya es casi totalitario y policial, le falta poco¨C, no habr¨ªan existido Sherlock Holmes ni Philip Marlowe ni Sam Spade ni Poirot ni Lew Archer, por mencionar s¨®lo a cl¨¢sicos. Todos le habr¨ªan soplado a la polic¨ªa en seguida las cuitas de sus clientes. Sin confidencialidad posible, sin silencio garantizado, sin ¨¦tica, ?qui¨¦n contratar¨¢ a ning¨²n detective (el adjetivo ¡°privado¡± pasar¨¢ a ser una burla)? Esta ley se limita a prohibirlos, en la pr¨¢ctica. No me digan que no es un derecho m¨¢s ¨Cy bien importante¨C del que se nos desposee.
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