La excelencia de la purria
Lo que uno ve desde que nace le parece ¡°lo normal¡± durante a?os, o por lo menos normal, hasta que se asoma al mundo y comprueba su variedad infinita, lo que se ha perdido u otros se pierden, las pautas tan diferentes por las que se rigen los individuos. Ser¨ªa ingenuo o fan¨¢tico dar por bueno cuanto aprendi¨® uno en su casa, pero hay conductas que, sometidas a la comparaci¨®n m¨¢s tarde, y sopesadas con la raz¨®n ¨Cno con la mera costumbre¨C, sigue encontrando recomendables o incluso obligadas. Una de ellas es la de no favorecer a un hijo, a un progenitor, a un hermano, a un cu?ado o a un c¨®nyuge si se ejerce un cargo p¨²blico ¨Cy por tanto se maneja dinero de los contribuyentes¨C o si se goza de una posici¨®n de poder o influencia en un campo determinado, o de una tribuna en prensa como la de esta p¨¢gina. O por lo menos debe uno advertir, en este ¨²ltimo caso, de la vinculaci¨®n existente. Las veces en que he hablado aqu¨ª, o en otro sitio, del libro o la pel¨ªcu?la de un amigo, creo haber confesado de antemano lo que nos un¨ªa, para que el lector tuviera todos los datos y supiera que mi opini¨®n pod¨ªa ser parcial, aunque fuera sincera o as¨ª yo lo creyera. Cuando he hablado de mi padre, he solido disculparme por ello y casi siempre me he limitado a hablar de la persona y de su biograf¨ªa, no del escritor que fue, sobre el cual dif¨ªcilmente podr¨ªa ser objetivo. Mientras vivi¨®, los dos procuramos evitar al m¨¢ximo opinar p¨²blicamente sobre la obra del otro, aunque, ante la insistencia de periodistas, quiz¨¢ no siempre lo conseguimos. Nos resultaba empalagoso que un padre elogiara a un hijo o un hijo a un padre: no como individuos particu?lares, lo cual es m¨¢s o menos aceptable, sino como ¡°profesionales¡±, ya que eso nos pod¨ªa reportar ¡°beneficios¡±. Pero no era s¨®lo una cuesti¨®n de buen o mal gusto: tambi¨¦n nos parec¨ªa que no era algo muy recto, y que era mejor abstenerse.
Lo he recordado recientemente en una entrevista: hace casi veinte a?os una de mis novelas fue candidata al Premio Fastenrath, que otorgaba la Real Academia Espa?ola. En la sesi¨®n deliberatoria, mi padre se ausent¨® del pleno para que sus compa?eros opinaran con entera libertad, y no particip¨® en la votaci¨®n, como es l¨®gico. En su d¨ªa expliqu¨¦ que durante doce a?os ¨Cdesde la primera vez que se me ¡°tante¨®¡±¨C no quise ni o¨ªr hablar de mi posible candidatura a esa misma instituci¨®n: mientras mi padre viviera y perteneciera a ella, lo juzgaba improcedente. Nada m¨¢s ser nombrado mi hermano Miguel Director General de Cinematograf¨ªa, bajo el Ministro Sempr¨²n, entreg¨® un escrito en el que m¨¢s o menos dec¨ªa: ¡°El director de cine Jes¨²s Franco es t¨ªo m¨ªo; el tambi¨¦n cineasta Ricardo Franco es primo m¨ªo; el novelista Javier Mar¨ªas es hermano m¨ªo. Ante cualquier proyecto en el que est¨¦n involucrados cualquiera de ellos, me abstendr¨¦ de opinar y de influir a favor o en contra de posibles ayudas del Ministerio¡±.
La costumbre de escribir o hablar sobre alguien conocido est¨¢ distorsionada. Uno debe, al menos, advertir la vinculaci¨®n existente
Nada de esto me parec¨ªa digno de elogio ni de m¨¦rito, sino algo de caj¨®n, obligado. Por eso me cuesta comprender que en Espa?a la norma sea m¨¢s bien la contraria. Da lo mismo que mi cu?ado sea un profesional competent¨ªsimo, e id¨®neo para tal puesto que de m¨ª o de mi partido depende: precisamente por ser mi cu?ado, no puede ocuparlo. ?Salimos perjudicados? Muy posible. Pero as¨ª deber¨ªan ser las reglas: a veces se ha de ser perjudicado para que no quepa duda de que no se ha sido favorecido. Desde los tiempos del hermano de Alfonso Guerra hasta hoy, la tendencia de nuestros pol¨ªticos ha sido la opuesta: colocan a sus c¨®nyuges, a sus v¨¢stagos y a la parentela al completo. Privatizan empresas p¨²blicas y se las entregan a sus compa?eros de colegio, cuando no a s¨ª mismos mediante la ¡°puerta giratoria¡±: quien fue consejero de Sanidad y privatiz¨® hospitales pasa, al cabo de un rid¨ªculo lapso de tiempo que la ley exige, a tener un importante cargo en la empresa que los explota ahora. S¨®lo siete a?os despu¨¦s de ser nadie en pol¨ªtica, la mujer de Aznar ya fue alcaldesa de Madrid (no elegida como tal por los votantes). Un tal Baltar, cacique gallego, ha colocado a decenas de personas con las que ten¨ªa parentesco o amistad y ha dejado de delf¨ªn a su hijo, como Pujol casi al suyo. La familia de Carlos Fabra lleva generaciones reparti¨¦ndose o pas¨¢ndose cargos, no es raro que su hija Andrea les gritara ¡°?Que se jodan!¡± a los parados, en el mism¨ªsimo Parlamento. Y as¨ª hasta la n¨¢usea.
Hace poco vi c¨®mo tres periodistas opinaban, en la televisi¨®n p¨²blica, sobre la pol¨ªtica de becas del Ministro Wert, calificada por casi todo el mundo de injusta, discriminatoria y clasista. Una de esas periodistas era su actual pareja o c¨®nyuge o lo que sea. Para mi sorpresa ¨Cs¨ª, a¨²n me sorprendo por estas cosas¨C, no se retir¨® de la mesa, ni se excus¨® de hacer su comentario (favorable al Ministro, claro est¨¢); que yo sepa (no vi todo el programa), ni siquiera advirti¨® a los espectadores de que su visi¨®n del asunto pod¨ªa estar comprensiblemente sesgada. No: con entero ?desahogo habl¨® de ¡°cr¨ªticas demag¨®gicas¡± y de ¡°aversi¨®n al m¨¦rito y a la excelencia¡± (cito de memoria). A los pol¨ªticos del PP y periodistas afines se les llena la boca con esta ¨²ltima palabra. No se miran. No ven lo mediocres e ineptos que son la mayor¨ªa, ni su falta de m¨¦rito para desempe?ar sus cargos. Ni su corrupci¨®n de nepotismo y amiguismo. No ven que en demasiados de ellos la palabra ¡°excelencia¡± suena a chiste cruel. Como si se la aplicara a s¨ª misma la purria que retrata en sus novelas Eduardo Mendoza. Que, dicho sea de paso, es amigo m¨ªo.
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