Los dos soles de Europa
Es posible desarrollar en el Sur europeo econom¨ªas basadas en el conocimiento
Todo gira en torno al sol. O mejor, de los soles. La imagen de Europa est¨¢ partida en dos. Por una parte, est¨¢n las calles ba?adas por el sol de Madrid, Lisboa, Atenas y Roma; por otra, las sombr¨ªas avenidas de Berl¨ªn, Londres y ?msterdam, iluminadas por otra clase de luz: la del conocimiento y la Ilustraci¨®n.
Para los europeos del norte, la Europa del sur simboliza el ocio y la pereza. Es un lugar que se vende (y se compra) como un c¨®modo destino vacacional en el que, durante como m¨¢ximo dos semanas al a?o, los norte?os pueden participar de un sesteante modo de vida. En las playas del Algarve o en las islas griegas pueden olvidarse de sus preocupaciones y perder temporalmente lo que Nietzsche gustaba de llamar la ¡°seriedad del oso¡±. La Europa del sur dista de ser la hom¨¦rica isla de Circe, donde los visitantes olvidaban su patria. Los Odiseos de hoy, en cuanto se ponen un poco morenos o se queman por falta de costumbre, quieren volver a la rutina de sus pa¨ªses, con energ¨ªas renovadas para afrontar otro a?o de trabajo y entrega a toda clase de empresas racionales.
No cabe duda de que esta caricatura, que tiene ciertos elementos tangibles, mezclados con la arena y la sal que se enredan en el pelo de quienes toman el sol en las playas de Alicante, no es una representaci¨®n ver¨ªdica de la Europa meridional, sino de la t¨ªpica actitud que esta suscita en otras zonas del continente.
La misma lente ideol¨®gica se aplica para observar y explicar la severidad de la crisis actual en Espa?a, Portugal, Grecia, Chipre e Italia. Las poblaciones de los pa¨ªses ¡°perif¨¦ricos¡± son perezosas, despreocupadas y se niegan a trabajar con ah¨ªnco, prefiriendo m¨¢s bien deleitarse bajo un sol totalmente real, de cuya abundancia disfrutan. Seg¨²n la diatriba m¨¢s corriente, como ya llevan demasiado tiempo viviendo del dinero del contribuyente alem¨¢n, ahora deben sufrir las consecuencias de su cortedad de miras econ¨®mica.
Poco importa que los portugueses soporten jornadas laborales mucho m¨¢s largas que las alemanas
Poco importa a quienes as¨ª piensan que los portugueses deban soportar jornadas laborales mucho m¨¢s largas que las alemanas, o que los pa¨ªses del sur de Europa hayan proporcionado un f¨¢cil acceso a los bienes de consumo fabricados en el centro de la UE. En el contexto europeo, importa todav¨ªa menos que fuera en Grecia donde el sol de la filosof¨ªa se alz¨® primero antes de emigrar a Roma. El prejuicio est¨¢ ya muy arraigado: el sol f¨ªsico brilla en el sur, mientras que el del conocimiento ilumina al norte.
No podemos dejar de mencionar el trasfondo filos¨®fico sobre el que lucen los dos soles de Europa. En su Filosof¨ªa de la naturaleza, Hegel llega incluso a comparar la formaci¨®n del sujeto entre los sure?os con la de las plantas, que tambi¨¦n se afanan por avanzar hacia la luz y la calidez del sol. ¡°La externalidad de la unidad subjetiva o individual de la planta¡±, se?alaba, ¡°es objetiva en su relaci¨®n con la luz. [¡]El hombre se conforma de manera m¨¢s interior, aunque en las latitudes meridionales tampoco alcanza el estado en el que su yo, su libertad, quedan objetivamente garantizados¡±.[1]
En lenguaje coloquial, la afirmaci¨®n de Hegel significa que lo que mueve a las plantas es algo ajeno a ellas, es decir, se trata de la luz, y de ella surge su identidad. Por su parte, los seres humanos se construyen desde dentro, en tanto que seres con memoria, que conscientes de su entorno y de s¨ª son capaces de tomar decisiones, etc¨¦tera. Pero, y aqu¨ª reside el remate racista de Hegel, en las ¡°latitudes meridionales¡± la subjetividad humana es m¨¢s vegetal y el yo de la persona no es ni tan libre ni se desarrolla tan plenamente como en las septentrionales. Nietzsche, aun oponi¨¦ndose con frecuencia a Hegel, estar¨ªa de acuerdo en que la sobreabundancia de luz no deja tiempo suficiente para la divagaci¨®n sombr¨ªa ni para adentrarse en la interioridad del alma (y a?adir¨ªa que esta falta de tiempo es positiva). La cantidad de luz del sol metaf¨ªsico del conocimiento y la intensidad del sol material son inversamente proporcionales: cuanto m¨¢s recibimos del segundo, menos nos beneficiamos del primero.
Evidentemente, el turismo es un sector crucial para Europa del sur, raz¨®n por la cual esta zona ha estado encantada de confirmar su condici¨®n de ¡°destino de sol¡±. La campa?a realizada en 1982 por Espa?a, en la que aparec¨ªa un dibujo de Mir¨® junto al lema Todo bajo el sol, ha consolidado la t¨®pica vinculaci¨®n entre el conjunto del pa¨ªs y la playa y la diversi¨®n. Recientemente, otra campa?a portuguesa, con el lema Reforma ao sol (Jubilaci¨®n al sol), ha tratado de atraer a los jubilados del norte de Europa (y sobre todo a sus fondos de pensiones) a un entorno propicio al descanso despu¨¦s de una vida de trabajo.
Mientras las diversas zonas de Europa sigan iluminadas por dos soles diferentes, la idea de una Europa de dos velocidades seguir¨¢ en la agenda pol¨ªtica. No entra en lo posible evitar que llueva en los pa¨ªses del Benelux o en las islas Brit¨¢nicas, pero s¨ª est¨¢ a nuestro alcance desarrollar en el sur de Europa econom¨ªas basadas en el conocimiento. Hasta que llegue ese momento, la ¡°integraci¨®n¡± europea ser¨¢ una palabra carente de contenido.
Michael Marder es profesor e investigador del programa Ikerbasque en la Universidad del Pa¨ªs Vasco, Vitoria-Gasteiz. Es autor de The Event of the Thing: Derrida¡¯s Post-Deconstructive Realism (2009), Groundless Existence: The Political Ontology of Carl Schmitt? y de numerosos art¨ªculos sobre fenomenolog¨ªa, filosof¨ªa pol¨ªtica y pensamiento medioambiental. Su libro m¨¢s reciente es Plant-Thinking: A Philosophy of Vegetal Life. Su p¨¢gina web es: www.michaelmarder.org
Traducci¨®n de Jes¨²s Cu¨¦llar Menezo.
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