Los ¨²ltimos rom¨¢nticos del mar
El ¡®Eilean¡¯ es un velero m¨ªtico. Botado en 1937, fue dise?ado por?William Fife, el Enzo Ferrari de los yates cl¨¢sicos Una traves¨ªa entre Sicilia y Barcelona a bordo de un barco de leyenda
Todo est¨¢ previsto antes de que embarquemos en una cala perdida al sur de Sicilia. Al menos sobre el papel. La cita este viernes sin luna de julio es en la bah¨ªa de Verdura. Trepamos al Eilean. Parec¨ªa m¨¢s grande en foto. Nos descalzamos. Se mece dulcemente. Cenamos espaguetis con marisco en el sal¨®n forrado de caoba decorado con un par de viejos retratos del velero en blanco y negro. En el de 1939 se distingue a los marineros de blanco y con chaqueta. En el de 1970, con Lacoste y melena. Los de ahora, fornidos como atletas de triatl¨®n, llevan id¨¦nticas camisetas y bermudas de dise?o italiano. Zarpamos. Tenemos Internet a bordo, radar, anem¨®metro, localizador por sat¨¦lite, montones de cartas de navegaci¨®n y una extensa bibliograf¨ªa de libros escritos por marinos que cruzaron antes que nosotros estas aguas; sabemos descifrar el lenguaje de las nubes y la luna; contamos con el control de la profundidad, la precisi¨®n del bar¨®metro, el an¨¢lisis de navegar cerca o lejos de tierra, el puntual pron¨®stico meteorol¨®gico y la experiencia de la tripulaci¨®n, que ha recorrido miles de millas por todos los mares. Pero a la hora de la verdad, como sentencia el capit¨¢n, Andrew Cully, de 36 a?os, con su ingl¨¦s de clase alta, ¡°el viento es el rey¡±. ¡°Una vez que subes a un velero est¨¢s sujeto al azar. Arrojas los dados. El viento intenta llevarte por donde quiere y t¨² debes domarlo. En eso se resume este oficio. Y esa realidad hace que, por encima de la tecnolog¨ªa, tengamos algo de griegos o fenicios. Navegar siempre es una aventura. Pasar¨¢ lo que tenga que pasar. La gran virtud del navegante es la paciencia¡±.
Todo estaba previsto. En teor¨ªa. Porque 24 horas despu¨¦s de zarpar, siguiendo la infinita costa de Sicilia, nada m¨¢s dejar atr¨¢s Marsala y surcar las islas de Favignana, Marettimo y Levanzo para internarnos en mar abierto, con T¨²nez en el horizonte y Cerde?a a 200 millas, el viento comienza a soplar en contra. ¡°De todos los puntos de donde podr¨ªa venir, lo hace del peor. Es la ley de Murphy de la mar¡±, explica Stefano D¡¯Oria, de 34 a?os, cocinero, marinero e italiano de Tur¨ªn. Es s¨¢bado. Estamos obligados a llegar a Barcelona el martes, donde el Eilean competir¨¢ en una regata de barcos de ¨¦poca. All¨ª estar¨¢n los grandes del vintage n¨¢utico. Veleros m¨ªticos botados antes de 1950. Desde el Manitou de JFK hasta el Creole, en su tiempo de Niarchos y ahora de los Gucci, donde pasaron su viaje de novios, en 1962, los pr¨ªncipes Juan Carlos y Sof¨ªa; el Moombeam IV, en el que pasearon su amor Rainiero y Grace Kelly; el imbatible Mariette, de 1915, o el Mariquita, de 1911, propiedad de los armadores griegos Livanos. Todos han sido restaurados con un esfuerzo combinado de arqueolog¨ªa industrial, ingenier¨ªa gen¨¦tica, artesan¨ªa y alta costura. Sus aparejos son originales o una r¨¦plica perfecta. Su precio supera en algunos casos los 10 millones de euros. El Eilean es un miembro distinguido de ese club de no m¨¢s de 500 barcos. Es de los ¨²ltimos que han regresado de la tumba. Y no puede faltar al encuentro.
Los tripulantes del velero no hablan de miedo, sino de adrenalina
A bordo, los cuatro miembros de la tripulaci¨®n (Andy Cully, Stefano D¡¯Oria, Stefano Valente y Gaja Zanobini) y dos periodistas. Por delante, m¨¢s de 600 millas; 150 diarias. El tiempo se ha conjurado para evitarlo. Una retah¨ªla de peque?as, desor??denadas y machaconas olas del Mediterr¨¢neo, que cambian continuamente de ritmo y direcci¨®n, golpean nuestro casco sin piedad. Son el resto de una marejada. Oleadas de agua pulverizada barren la bella cubierta de madera de teca: dura, oleosa, el¨¢stica e incorruptible. El agua salada es su mejor tratamiento de belleza. El velero, un ketch bermudiano, construido en 1936, de 22 metros de eslora y 4,5 de manga, y con dos m¨¢stiles de 18 y 28 metros, hunde su proa en el mar con estruendo, cabecea, rebota de proa a popa y vuelta a empezar. Su casco, brillante, esbelto y aerodin¨¢mico, parece surfear sobre la cresta de las olas. Navegamos en zigzag para conseguir un ¨¢ngulo ¨®ptimo de las velas respecto al viento. La maniobra consiste en avanzar en una direcci¨®n para, a continuaci¨®n, cambiar la posici¨®n de las velas y virar en un ¨¢ngulo de 90 grados. Y as¨ª sucesivamente. Lo que supone que, en algunos momentos, nos desplacemos en el sentido contrario al de nuestro destino. Un paso adelante y dos atr¨¢s. Un ejercicio agotador para la tripulaci¨®n, que no cesa de reorientar las velas con un enjambre de cabos que maneja a fuerza de m¨²sculos con poleas y cabrestantes. Manejar la manivela de los winch unos pocos minutos equivale a 30 de gimnasio. As¨ª vamos a estar 17 horas.
A la hora de la comida, risotto con setas servido en un taz¨®n en cubierta. ¡°Navegar tantas horas con el viento en contra es lo m¨¢s duro y pesado que le puede pasar a un marino¡±, me explica Stefano Valente, de 44 a?os, mec¨¢nico del barco. ¡°Haces el doble de distancia, a la mitad de velocidad y con un tercio de la comodidad¡±.
El Eilean se escora en un ¨¢ngulo de casi 45 grados sobre la superficie del mar. Navegamos de costado. Ci?endo. Imposible mantenerse en pie. La cubierta se transforma en un tobog¨¢n por el que los tripulantes se deslizan con maestr¨ªa. Nunca hablan de miedo, sino de adrenalina. El reci¨¦n llegado tiene que agarrarse a lo primero que encuentra. A las viejas piezas de bronce y lat¨®n. A los cabos, cables y poleas. Al m¨¢stil de 800 kilos. El equilibrio no existe. Caer al mar es m¨¢s que posible. Y no llevamos chaleco. El extremo de la cubierta, limitada por una m¨ªnima barandilla de un palmo barnizada como un espejo, roza la superficie del Mediterr¨¢neo. El agua la rebasa. Todo cruje: los 300 metros cuadrados de velas; las 45 cuadernas (las costillas del casco del velero); las jarcias y vergas. Para el novato es un purgatorio permanecer en el interior del barco, en el camarote de dos metros cuadrados con dos peque?as literas empotradas y un armario. El est¨®mago sube y baja al comp¨¢s de las olas. Si no tuvieras una red de seguridad en torno a la cama, rodar¨ªas en segundos. Alcanzar el retrete es una heroicidad.
Entre 1890 y 1940, los millonarios se rifaron los veleros de Astilleros Fife
En mitad de ese carrusel, el chef, Stefano D¡¯Oria (apodado Ch¨¦fano), de 34 a?os, prepara los solomillos con patatas de nuestra cena en la diminuta cocina. El capit¨¢n me conf¨ªa que nunca ha escuchado una queja de su boca: ¡°Nunca falla. Sea cual sea el estado del mar, prepara la comida y la cena sin rechistar. Por ejemplo, durante los 23 d¨ªas que dur¨® nuestra traves¨ªa del Atl¨¢ntico, entre marzo y abril de 2012¡±. Stefano, que empez¨® a navegar a los 20 a?os, cuando trabajaba de camarero entre Ibiza y Formentera, y pasa la mitad del a?o en las islas menores del Caribe como marinero de fortuna, lo confirma: ¡°Cocinar me relaja y me entretiene. A bordo hay un lado t¨¦cnico, que es navegar. Pura precisi¨®n y ejercicio f¨ªsico (as¨ª no echas barriga). Pero adem¨¢s cocinar me permite desarrollar mi parte creativa. Y no darle vueltas a la cabeza. Sin mis cazuelas, no s¨¦ qu¨¦ har¨ªa con tantos tiempos muertos¡±.
No hay demasiados. A bordo no se pierde un segundo. Siempre hay algo que ordenar, limpiar, reparar, bru?ir. Durante el d¨ªa, los tripulantes se reparten (en equipos de dos) en turnos de guardia de cuatro horas. Por la noche, las guardias duran una hora menos. La que va de las dos a las cinco de la madrugada se hace cuesta arriba. Bajo la luz de las estrellas, con un caf¨¦ como alquitr¨¢n en la mano y su silueta de surfero californiano recortada contra la l¨ªnea del horizonte, Andy Cully, marinero desde los 5 a?os, profesional desde los 20, skipper del Eilean desde finales de 2009, casado y con dos hijas, con toda su carrera desarrollada en yates cl¨¢sicos entre Mallorca, Birmania e Italia, nos habla de su experiencia de cuatro a?os comandando el Eilean: ¡°Este barco es distinto; tiene alma; est¨¢ vivo, porque alberga la memoria de los que han navegado en ¨¦l durante 80 a?os. Almacena en un espacio muy reducido las penas y alegr¨ªas de los que lo poseyeron. Es como un cuadro, que cuenta los avatares de sus due?os. Ser capit¨¢n de este velero supone entrar a formar parte de su leyenda. Es sin¨®nimo de libertad¡±.
Entre los fantasmas del Eilean est¨¢n en primera fila los hermanos James y Robert Fulton, industriales de ¨¦xito, que lo encargaron a mediados de 1936 a los Astilleros Fife, perdidos en Fairlie, un villorrio clavado en el fiordo de Clyde, en la costa occidental de Escocia. De aquella factor¨ªa con siglo y medio de tradici¨®n y la genialidad como dise?ador de yates de William Fife III saldr¨ªan los veleros m¨¢s r¨¢pidos, bellos y prestigiosos de la historia. Estructura met¨¢lica y cubierta de teca. Dragones chinos labrados a cada lado de la proa como marca de f¨¢brica. Droga dura para un adicto a la vela. Se los rifaron los arist¨®cratas y millonarios de la revoluci¨®n industrial. Para entender la maestr¨ªa de William Fife, su repercusi¨®n y herencia, la comparaci¨®n con Enzo Ferrari puede ser una buena referencia. No m¨¢s de un millar de veleros salieron de sus gradas entre 1890 y 1940. Sobrevive un centenar. Al comenzar la II Guerra Mundial, en septiembre de 1939, Fife, que contaba 83 a?os y no hab¨ªa tenido hijos, suspendi¨® la producci¨®n. Morir¨ªa en 1944. El astillero, en manos de un sobrino, no iba a sobrevivir. Sus instalaciones se convertir¨ªan en una base de desarrollo de armas secretas de la Royal Navy. Durante la guerra morir¨ªan en acto de servicio los hermanos Fulton. Apenas disfrutaron dos a?os de su velero. ¡°Tras la guerra, estos barcos dejaron de estar de moda¡±, explica Cully. ¡°Eran grandes para regatear, caros de mantener y no demasiado c¨®modos para las grandes traves¨ªas. Los nuevos ricos prefer¨ªan otro tipo de barcos, m¨¢s peque?os para competir y m¨¢s modernos y ostentosos para navegar¡±. Y los barcos de William Fife, y sus grandes rivales a ambos lados del Atl¨¢ntico (nombres m¨ªticos de los que salieron los cl¨¢sicos, por ejemplo, de la Copa Am¨¦rica), Herreshoff, Watson, Nicholson y Stephens, pasaron al olvido. Algunos fueron desguazados durante la guerra; otros, dedicados al alquiler en el Mediterr¨¢neo y el Caribe, y algunos se emplearon como humildes viviendas flotantes al finalizar la contienda. Muchos desaparecieron sin dejar rastro.
Ser capit¨¢n de este velero supone formar parte de su leyenda¡±
Stefano Valente encadena esta madrugada un cigarrillo tras otro escudado en su iPod. Es toscano, s¨®lido como un tenista de la ATP y antiguo marino de guerra de la Armada italiana, donde obtuvo el t¨ªtulo de mec¨¢nico. Cuando se licenci¨®, estudi¨® y trabaj¨® como aparejador. ¡°Hasta que decid¨ª que echaba de menos el mar, que no aguantaba estar en una oficina; quer¨ªa ser libre y segu¨ª mi vocaci¨®n. En abril de 2010 me ficharon para el Eilean¡±. Valente es el encargado de solucionar sobre la marcha cualquier incidencia mec¨¢nica del barco; desde una aver¨ªa en los motores o la desaladora hasta los equipos el¨¦ctricos, de radio o sanitario. ¡°Mi herramienta es el sentido com¨²n; analizar la situaci¨®n y sacar r¨¢pidamente una conclusi¨®n de lo que puede haber pasado. Y actuar. No hay tiempo para m¨¢s¡±. Imp¨¢vido, Valente solo parece emocionarse cuando su hijo peque?o le manda este mensaje por mail desde su hogar en Viareggio, donde el barco tiene su base: ¡°?Cu¨¢ndo vuelves, pap¨¢?¡±.
Arroz con calabaza y queso fresco. Divisamos las islas del Toro y la Vaca, dos peque?os pe?ones volc¨¢nicos; ascendemos la costa oeste de Cerde?a. El tiempo contin¨²a revuelto. Lo mejor es permanecer tumbado en la cubierta de popa. Tiempo de lectura. El Eilean atesora en su biblioteca algunos textos interesantes sobre la historia de los wizard (hechiceros) de la vela cl¨¢sica. Escarbando entre ellos, uno se entera de que la fiebre de las regatas lleg¨® a Espa?a a comienzos del siglo XX de la mano de Alfonso XIII, que encarg¨® en 1909 a William Fife un velero de madera de 30 metros de eslora, copia exacta de otro barco que Fife hab¨ªa realizado en 1908 dentro de la categor¨ªa 15 metros internacional, el Mariska (que a¨²n navega). El Rey bautizar¨ªa a su velero Hispania y pagar¨ªa por ¨¦l 100.000 pesetas. Fue el ¨²ltimo barco que divis¨® al Titanic, el 10 de abril de 1912, al comienzo de su traves¨ªa inaugural, en aguas de la isla de Wight. Cuatro d¨ªas m¨¢s tarde, el gigante se iba a pique.
En 1909, uno de los mejores amigos del Monarca (aunque su declarado rival en pompa, sofisticaci¨®n y como cazador en ?frica), Luis Fern¨¢ndez de C¨®rdoba, XVII duque de Medinaceli, encargaba a William Fife un modelo gemelo al del Rey. Lo bautizar¨ªa Tuiga (jirafa en suajili). Con ¨¦l competir¨ªa a su lado en las regatas de Cowes, San Sebasti¨¢n y el Mediterr¨¢neo. Las cr¨®nicas cuentan que siempre dej¨® ganar al Monarca. El nombre de Alfonso XIII estuvo tambi¨¦n relacionado con otro barco de Fife, el Tonino, construido en 1911. A estos barcos m¨ªticos se les perder¨ªa la pista tras la II Guerra Mundial y ser¨ªan rescatados en penosas condiciones en la d¨¦cada de los noventa. El Tuiga es hoy el barco de Alberto de M¨®naco, y el Hispania, declarado bien de inter¨¦s cultural, pertenece a la Fundaci¨®n Isla Ebusitana. Hay un cuarto velero gemelo al Hispania, el Tuiga y el Mariska que a¨²n navega y compite, el Lady Anne, restaurado a comienzos de 2000 y propiedad del banquero Jaime Bot¨ªn, que tambi¨¦n posee el Adix, una r¨¦plica perfecta de un barco de ¨¦poca, de 64 metros de eslora, y que tiene el r¨¦cord de la traves¨ªa a vela entre Estados Unidos y Reino Unido.
Otro barco emblem¨¢tico de Fife unido a Espa?a es el Madrigal, propiedad de un arquitecto y construido en 1938. Sin embargo, carece de la leyenda del Altair, de 1931, el velero m¨¢s grande dise?ado por los astilleros de William Fairlie y durante 40 a?os propiedad del industrial textil catal¨¢n Miguel Sans Mora. Ese barco llegar¨ªa a ser posteriormente, en los a?os noventa, propiedad del financiero Alberto Cortina. El rival de Sans Mora en las primeras regatas despu¨¦s de la guerra ser¨ªa el Orion, del tambi¨¦n empresario textil Manuel Bertrand, dise?ado en 1910 por el eterno rival de William Fife, Charles E. Nicholson.
Con la bah¨ªa de Oristano a la vista, virando hacia el oeste, la ruta se transforma en una perfecta l¨ªnea recta de 300 millas desde la costa sarda hasta Barcelona. Disfrutamos durante siete horas de buen viento. Es el momento m¨¢s excitante del viaje. Velocidad y ni un ruido, solo el murmullo del aire y el mar. Stefano Valente ata su ca?a de pescar a un extremo del barco y arroja el anzuelo. Refulgen los saltos de los peces espada. Cenamos arroz germinado con pisto antes de que caiga el sol como una sanguina sobre el Mediterr¨¢neo. Hablo con Andy Cully sobre los propietarios que tuvo el Eilean despu¨¦s de la guerra. De media docena, nos quedamos con dos. El primero, entre 1964 y 1968, Hartley Shawcross, un pol¨ªtico laborista que ha pasado a la historia por haber sido el fiscal brit¨¢nico en el juicio de N¨²remberg. En su discurso de apertura de la vista, lord Shawcross defini¨® c¨®mo deb¨ªa desarrollarse el proceso contra los jerarcas del nazismo: no pod¨ªa ser de modo alguno un elemento de venganza, sino una ocasi¨®n de administrar con justicia las reglas del derecho internacional.
Alfonso XIII encarg¨® en 1909 a Fife un velero de 30 metros, el ¡®Hispania¡¯
El segundo propietario que nos interesa vive, se llama John Shearer y es un peculiar septuagenario. En 1974 era un arquitecto anglo-keniata, alto, melenudo, vividor y amante del mar, que se hizo con el Eilean con el objetivo de vivir a bordo y alquilarlo a los ricos turistas de la caribe?a isla de Antigua. Hizo del velero su casa y su trabajo. Como lord Shawcross, era un tipo guapo y de buena familia, pero Shearer era adem¨¢s un hippy; un navegante intr¨¦pido que cruz¨® el Atl¨¢ntico (alguna vez en solitario) 36 veces, hasta que, en 1984, el velero se estrell¨® con un ferri en aguas de Gibraltar y el barco inici¨® su imparable decadencia. Shearer a¨²n tuvo fuerzas para navegar con ¨¦l una ¨²ltima vez a trav¨¦s del Atl¨¢ntico, hasta el English Harbour de Antigua, y amarrar el Eilean entre los manglares esperando tiempos mejores. No llegaron. Nunca consigui¨® el dinero suficiente para repararlo. Los m¨¢stiles ten¨ªan termitas; el casco, v¨ªas de agua, y la cubierta se estaba pudriendo. Sin embargo, la estructura del barco y su forma original se salvaron. Los barcos de Fife eran duros de roer. Hab¨ªa que poner sobre la mesa tres millones de euros para resucitarlo. Y nadie los ten¨ªa.
Angelo Bonati es un peculiar empresario italiano cuya existencia oscila entre la presidencia de una firma de relojes de lujo, Panerai (perteneciente al Grupo Richemont, el tercer holding del lujo mundial), y la pasi¨®n por el mar. El 13 de abril de 2006 se top¨® en Antigua con el moribundo ?Eilean. Se dio cuenta en el acto de que estaba ante un hijo pr¨®digo de William Fife. Lo compr¨®. Su sue?o era dedicarlo a embajador flotante de la firma. En febrero de 2007, el velero era introducido en un contenedor con destino a Italia. Unas semanas m¨¢s tarde llegaba al astillero de Francesco Del Carlo, en Viareggio, a una hora de Florencia. Treinta meses m¨¢s tarde era relanzado al mar. Tal como William Fife lo hab¨ªa tra¨ªdo al mundo 70 a?os antes.
Ni un barco en el horizonte. El viento se cae a 100 millas de Menorca. Entran en funcionamiento los motores. Es como tener un helic¨®ptero en la cabeza. Empiezan las horas de tedio. No corre la m¨ªnima brisa. Las velas se desploman. Hay poco que hacer. Andy se sumerge en la Enciclopedia Oxford de N¨¢utica. Ch¨¦fano cocina y congela. Stefano alterna la ca?a y el saxo. Y Gaja, una romana de 32 a?os, marinera desde adolescente, antigua estudiante de Derecho y en el negocio del mar desde hace cuatro a?os, saca brillo a la bit¨¢cora de lat¨®n que encierra la vieja br¨²jula hasta que lanza destellos mientras baila inmersa en su iPod. Almorzamos macarrones con tomate y ensalada. Pica un at¨²n de 15 kilos en cuya captura colabora con regocijo toda la tripulaci¨®n. Andy lo limpia sobre la cubierta, que se ti?e de sangre. Lo cenaremos esta noche con salsa de jengibre.
En 1984, el ¡®Eilean¡¯ se estrell¨® con un ferri e inici¨® su decadencia
Mientras lo despieza con la destreza de un maestro del sushi, hablamos de la nueva era de los yates cl¨¢sicos; de la fiebre inopinada que se inici¨® a mediados de los ochenta, cuando Albert Obrist, un millonario suizo, coleccionista de coches Ferrari y empresario de energ¨ªas renovables, cre¨® un astillero en Inglaterra, cerca de Southampton, junto al r¨ªo Hamble, especializado en restaurar los viejos barcos de William Fife III, al que puso por nombre Fairlie Restorations, en honor de la aldea natal de los Fife. El primero que pasar¨ªa por su cura de belleza ser¨ªa el Altair, en 1987, seguido por el Tuiga, Madrigal, Hispania y Lady Anne. A partir de ese momento, los ricos muy ricos del planeta ya no quer¨ªan un barco moderno. Quer¨ªan un cl¨¢sico. Los Fife hab¨ªan regresado. William Fife volv¨ªa a cabalgar medio siglo despu¨¦s de haber muerto.
?ltima comida a bordo. Pollo con curri. Y la primera cerveza de la traves¨ªa. Martes 16 de julio. Los tripulantes se han afeitado. Gaja toma el sol. Est¨¢n nerviosos. Olfatean la tierra. Se consumen los cigarrillos. Las ¨²ltimas horas de traves¨ªa se hacen eternas. Andy y Stefano lijan y barnizan. Divisamos el chorro y el lomo gris de una ballena. A 40 millas se empieza a distinguir la costa de Girona. A 20, con prism¨¢ticos, el perfil de Barcelona, coronado por la torre de Collserola y el Tibidabo. Cuando enfilamos el puerto, tras cuatro largos d¨ªas lejos de la civilizaci¨®n, envuelto en una atm¨®sfera de bochorno y humedad, todo tiene un tono irreal. Los turistas fotograf¨ªan esta joya de William Fife. Los tripulantes sacan pecho. La despedida es r¨¢pida. Solo le deseo al capit¨¢n que se cumpla el apunte que hizo en el cuaderno de bit¨¢cora del Eilean el 23 de octubre de 2010, durante su primera traves¨ªa: ¡°En esta primera singladura nos acompa?an los delfines, que, como manda la tradici¨®n, bendicen a todos los que naveguen en este barco con buenos vientos y mares en calma en los a?os venideros¡±. As¨ª sea.
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