Vidas hipot¨¦ticas
As¨ª funcionan las novelas, son caminos que nuestra existencia pudo seguir y no sigui¨®
Como siempre he sido muy pedante y muy elitista (o como no se puede leer todo), nunca me anim¨¦ a leer a Stephen King, quiz¨¢ el novelista vivo m¨¢s popular del mundo; pero, despu¨¦s de devorar la entrevista que semanas atr¨¢s le hizo en este suplemento Miguel Mora, pienso corregir ese error. Ley¨¦ndola, record¨¦ el titular que un peri¨®dico gratuito colombiano public¨® al d¨ªa siguiente de la elecci¨®n del papa Bergoglio: ¡°Argentino, pero modesto¡±. A diferencia de la mayor¨ªa de los escritores, que apenas publicamos nuestro primer relato tendemos a sentir que entre Cervantes y nosotros se abre un vac¨ªo dram¨¢tico en la literatura universal, King se considera un escritor de segunda. Sorprendido por su humildad, Mora le pregunta por qu¨¦ se quita importancia; la respuesta de King es contundente: ¡°Lo contrario de eso ser¨ªa llamarme Il Grande, que ser¨ªa lo mismo que llamarme El Gran Gilipollas. No quiero ser eso. Quiero ser tratado como una persona normal¡±. Muchas de las respuestas de King est¨¢n llenas del mismo buen sentido (¡°La popularidad no siempre significa que algo sea malo¡±) y en conjunto delatan a un escritor de verdad, que es aquel a quien lo que le importa es escribir, no posar de escritor. De hecho, quiz¨¢ lo ¨²nico sospechoso de King, o del King de la entrevista, es su considerable brillantez: mi impresi¨®n es que, por regla general, en las entrevistas los grandes escritores suelen parecer un poco grises, porque un escritor de verdad, a menos que sea Oscar Wilde, es quien pone su genio en sus libros y s¨®lo su talento en su vida, lo que explica que su vida siempre est¨¦ por debajo de sus libros y que ¨¦l mismo sea a menudo, en persona, un poco decepcionante. Aunque quiz¨¢ digo lo que digo porque a¨²n no he le¨ªdo ning¨²n libro de King.
Pero no es de eso de lo que yo quer¨ªa hablar. En un momento de la entrevista cuenta King: ¡°Esta ma?ana ¨ªbamos en el coche, nos paramos al lado de un autob¨²s donde iba una mujer sentada y pens¨¦: ¡®?Y si ahora sube un tipo y le corta el cuello?¡¯ (¡). Lo importante es esa pregunta: ?qu¨¦ pasar¨ªa si¡? Ese es el motor de mis historias¡±. Falso: ese no es el motor de las historias de King, sino el de todas o casi todas las historias, el de todas o casi todas las novelas, desde la mejor hasta la peor. Tomemos la mejor. Un d¨ªa cualquiera Cervantes se dice: ¡°?Qu¨¦ pasar¨ªa si, en vez de haber sido yo alumno de L¨®pez de Hoyos y haber vivido en Italia y haber combatido en Lepanto y haber sido cautivo en Argel y ser un poeta fracasado, un dramaturgo fracasado y un novelista fracasado, me hubiera pasado la vida sin salir de un poblach¨®n de La Mancha y leyendo libros de caballer¨ªa?¡±. Esa es la pregunta inicial del Quijote, en ese punto exacto empieza la novela. ?Significa esto que Cervantes es don Quijote y que todo lo que dice don Quijote lo dice Cervantes? S¨ª y no: todo lo que dice don Quijote lo dice Cervantes, pero tambi¨¦n todo lo que dicen Sancho Panza y el cura y el barbero y los dem¨¢s personajes de la novela, porque lo que dice la novela es el resultado poli¨¦drico, complej¨ªsimo y contradictorio del di¨¢logo entre todos sus personajes, empezando por el narrador; del mismo modo, Cervantes es don Quijote y Sancho Panza y los dem¨¢s personajes de la novela, todos ellos carne de su carne y sangre de su sangre, todos ellos ¨Cpor usar la expresi¨®n de Milan Kundera¨C ¡°yoes hipot¨¦ticos¡± suyos, posibilidades no realizadas de su vida, caminos que hubiera podido seguir y no sigui¨®, igual que King hubiera podido bajarse del coche en el que aquella ma?ana circulaba y se hubiera podido subir al autob¨²s en el que estaba sentada la se?ora y le hubiera podido cortar el cuello. No lo hizo, por fortuna. Pero alg¨²n d¨ªa quiz¨¢ escribir¨¢ una novela donde ¨¦l ser¨¢ a la vez el asesino y la v¨ªctima y donde, si le sale bien, expresar¨¢ a la vez su furia y su miedo, su apetencia de muerte y su terror a la muerte.
As¨ª funcionan las novelas; tanto para quienes las escriben como para quienes las leen, eso son: vidas hipot¨¦ticas, caminos que nuestra existencia pudo seguir y no sigui¨® o a¨²n no ha seguido. Y para eso necesitamos las novelas: para vivir de mentira lo que no pudimos o no quisimos vivir de verdad, para enriquecer nuestras vidas, para ensayar el futuro y prepararnos para ¨¦l o protegernos de ¨¦l, para vivir del todo.
elpaissemanal@elpais.es
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