Poeta, p¨ªcaro e inventor del futbol¨ªn
El querido futbol¨ªn surgi¨® de las carencias de una guerra, de la imaginaci¨®n de un gallego salido de una pieza quevedesca
Cuando el f¨²tbol se termine, nos queda el refugio del futbol¨ªn. As¨ª, m¨¢s o menos, empez¨® este juego que permite ganar y saber perder.
Un poco antes de la sublevaci¨®n franquista del 18 de julio, el joven Alejandro Campos Ram¨ªrez, hijo de zapatero gallego arruinado, superviviente en varios trabajos en un Madrid de d¨ªas convulsos, crea con 16 a?os, en compa?¨ªa de otros j¨®venes, una revista de corta vida que pretend¨ªa ser ¡°grito de rebeld¨ªa de valores an¨®nimos. Peri¨®dico iconoclasta y reuni¨®n de idealistas pr¨¢cticos¡±. Todo un poco confuso como tantas cosas en su vida.
El joven ha conocido a Le¨®n Felipe con el que organiza su ¡°presentaci¨®n¡± madrile?a en el Teatro de la Comedia. Herido en un bombardeo es evacuado a Valencia y despu¨¦s al hospital de sangre de la Colonia Puig, en Montserrat. El juego m¨¢s popular ya era el f¨²tbol y en aquella colonia hab¨ªa muchachos mutilados que, imposibilitados de jugar, miraban con tristeza el juego de sus compa?eros. Es entonces cuando Alejandro, con Javier Altuna, un compa?ero carpintero, inventa el primer f¨²tbol de mesa espa?ol.
El querido futbol¨ªn surgi¨® de las carencias de una guerra, de la imaginaci¨®n de un joven gallego que parec¨ªa salido de una pieza quevedesca. Un superviviente que vivi¨® burl¨¢ndose de toda adversidad. No fue el ¨²nico invento de este aventurero de renovadas artes picarescas. En sus tiempos de convaleciente tambi¨¦n invent¨®, dicen que por amor a una cantante, el pasahojas de partituras accionado con el pie. Rocambolescas historias de p¨¦rdidas, tormentas y otras aventuras hacen que no conserve las patentes de sus inventos, pero por su arte, entre caballeresco y truhanesco, en saber reivindicar sus ¡°derechos¡±, los que en Francia estaban explotando el pasahojas, terminan por darle un dinero con el que lleg¨® a Am¨¦rica. Antes sufre cuatro a?os de cautiverio en Marruecos. Liberado se dedic¨® a recorrer la Espa?a franquista como juglar ya con el nombre de Alejandro Finisterre.
Inventor de su propio personaje hay que seguir su historia como un relato de ficci¨®n entre la realidad y la fantasmada. En Par¨ªs trabaja con Bacarisse en la radio y con Gasset en la redacci¨®n de Espa?a Republicana. Su esp¨ªritu le empuja a vivir la aventura americana. En Ecuador funda una revista de ¡°poes¨ªa universal¡±. Al cabo de unos a?os lo encontramos en la Guatemala democr¨¢tica de principios de los cincuenta. Con las excelentes maderas guatemaltecas patenta el baloncesto de mesa y reinventa un futbol¨ªn muy diferente a aquel primero y rudimentario. Su pen¨²ltimo destino ser¨ªa M¨¦xico, donde le acogi¨® Le¨®n Felipe.
En los setenta volvi¨® a Espa?a, vivi¨® entre Aranda de Duero, El Escorial, Madrid y Zamora. El editor Chus Visor lo recuerda paseando elegante y en compa?¨ªa de las cenizas de su mujer en una urna que siempre llevaba consigo. Deber¨ªan ser de su primera mujer porque recordamos a su mujer viva y rotunda, mexicana y cantante de ¨®pera. Los jugadores de futbol¨ªn seguiremos agradecidos a este hombre contradictorio que supo vivir como si la vida fuera un juego muy serio y la rivalidad un entretenimiento. Meti¨® muchos goles.
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