Comprar arte como quien va al s¨²per
La Feria del Mill¨® agrupa a artistas j¨®venes para que vendieran sus trabajos con un l¨ªmite de precio: unos cuatrocientos euros
Actividad espec¨ªficamente humana, decisiva en la identidad de las culturas, el arte vive un romance con el mercado. Hoy, su m¨¢xima expresi¨®n son las galer¨ªas, los museos, las subastas y las ferias internacionales, esa especie de gran bazar de contratos, adquisiciones y ojos cr¨ªticos. No todas venden con el mismo esp¨ªritu. El a?o pasado, en Bogot¨¢, a la poderosa ARTBO le sali¨® un peque?o competidor que en octubre de 2014 repetir¨¢ abordaje.
Hablamos de la Feria del Mill¨®n, arriesgado proyecto del arquitecto Juan Ricardo Rinc¨®n y del periodista y cr¨ªtico de arte Diego Garz¨®n, quien, en una terraza del parque de la 93, explica que al escuchar la exposici¨®n de las tesis de fin de carrera de los estudiantes de artes pl¨¢sticas de la Universidad de los Andes en una antigua f¨¢brica textil, Puente Aranda, not¨® que los asistentes preguntaban precios ¡°y los chavales no sab¨ªan qu¨¦ responder¡±. ¡°Entendimos ah¨ª la necesidad de crear una feria que agrupara a artistas j¨®venes, sin galerista, para que vendieran sus trabajos con un l¨ªmite de precio: un mill¨®n de pesos colombianos¡±. Alrededor de unos cuatrocientos euros.
Si por algo se critica el arte es por la inflaci¨®n. Cuesta creer que el objetivo de la feria sea vender sin comisiones y que el artista no pague por exponer. Ante semejante reclamo, hace un a?o 365 artistas presentaron sus portafolios. Los 42 seleccionados por el comit¨¦ de comisarios Textura expusieron un promedio de diez obras cada uno. Se vendi¨® el 92% de lo exhibido. Cuatro mil visitantes en dos d¨ªas, durante la misma semana de ARTBO, la feria oficial.
?El artista beneficiario? Como esto parece el mundo al rev¨¦s, llamo a Alejandra Quintero, participante del a?o pasado. ¡°Es lo mejor que me ha pasado nunca. Me identifico con la voluntad de hacer asequible el arte a todo el mundo; era emocionante ver a familias comprando piezas como si fueran al mercado. Un a?o despu¨¦s la serie que exhib¨ª y vend¨ª por completo todav¨ªa tiene repercusi¨®n, siguen llegando encargos. Jam¨¢s lo pod¨ªa imaginar antes de la feria¡±.
Catalina Moreno, artista visual que tambi¨¦n particip¨®, destaca la iniciativa como ¡°plataforma para dar a conocer un trabajo, interactuar con coleccionistas y galeristas y saber de otros. Hay eventos similares, pero ninguno como este porque en los otros tienes que pagar por el espacio. Este es ¨²nico porque es, de verdad, para artistas¡±.
En ese proyecto subyace la idea de educar en el coleccionismo baj¨¢ndolo a la calle. Garz¨®n cree que ¡°en las casas de subastas y en las principales ferias se habla de precios absurdos. El arte no es un bien barato. Pero la idea es formar nuevos coleccionistas que por primera vez se animen a comprar una obra a precio de un televisor o de un tel¨¦fono¡±.
El arte en Colombia atraviesa un buen momento. Ser¨¢ el pa¨ªs invitado en el pr¨®ximo Arco, principal feria de arte de Madrid, y en Bogot¨¢ burbujean las galer¨ªas. La Feria del Mill¨®n lanza nuevos artistas esquivando palabras como mecenas o empresa y pretende que el creador participe de los apretones de manos y de las sonrisas de caja registradora. En este universo acaudalado, de superproducci¨®n de bienes, la incitante oferta de esta feria le echa un pulso a la econom¨ªa de mercado y se afianza para destronar mecanismos estructurales que perpet¨²an lo que Freud defin¨ªa como ¡°remanente arcaico¡±.
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