Yves Saint Laurent al cuadrado
En apenas dos a?os, en Francia, se han rodado dos pel¨ªculas sobre el dise?ador: un 'biopic' convencional y otro film m¨¢s histri¨®nico
Hoy d¨ªa, decir que la fama es una c¨¢rcel suena a t¨®pico. Sin embargo, la celebridad, entendida como fen¨®meno medi¨¢tico, nos parece una dolencia de nuestro tiempo que gracias a Internet, la televisi¨®n y dem¨¢s avances tecnol¨®gicos puede airear las miserias de supuesta gente famosa.
En apenas dos a?os, en Francia, se han rodado dos pel¨ªculas sobre la misma persona: Yves Saint Laurent. La primera, YSL, es un biopic convencional dirigido por Jalil Lespert que recrea la figura del personaje, su mete¨®rico despegue en el mundo de la moda y su tortuosa relaci¨®n con las drogas y con Pierre Berg¨¦, protector de la vida privada del genio. La segunda, SL, de Bertrand Bonello, histri¨®nica, l¨ªrica, macabra y menos cronol¨®gica, ha sido considerada por la cr¨ªtica culta como ¡°fascinante de principio a fin¡±. En ¨¦poca de storytelling en que la sociedad fabrica estrellas ef¨ªmeras, ambos casos se centran m¨¢s en el hombre que en la ropa que crea, m¨¢s en los excesos que en su brillante universo art¨ªstico, como si pretendieran traspasarnos a su vida privada, ese objeto de deseo colectivo, la excitaci¨®n ante el rid¨ªculo ajeno, eso que hace que el famoso se acerque m¨¢s a nosotros mismos.
Las dos pel¨ªculas coinciden con la publicaci¨®n del ensayo de Antoine Lilti Figures publiques. L¡¯invention de la c¨¦l¨¦brit¨¦, 1750-1850 (Fayard). El autor sostiene que la celebridad, como la publicidad, es un sue?o con un objetivo: vender. Aconseja diferenciar entre gloria, notoriedad y reputaci¨®n. El individuo c¨¦lebre no es solo conocido entre sus colegas, sino entre gente que no lo ha visto ni lo ver¨¢ jam¨¢s, pero que est¨¢ unido a las im¨¢genes y discursos asociados a su nombre, y necesita de la contemporaneidad, de la relaci¨®n con su p¨²blico. En cambio, la gloria tiene que ver con la posteridad, concierne a los hombres ilustres, mientras que la reputaci¨®n depende de mecanismos de juicio social y de honor.
Lilti cuenta que la celebridad ya trajo de cabeza a Voltaire, cuyas im¨¢genes pict¨®ricas circulaban como si navegaran por Internet y cuyo retrato de Jean Huber El despertar de Voltaire (1772), en el que sal¨ªa poni¨¦ndose los calzoncillos, se pirate¨® como nunca. Para el escritor fue calvario y traici¨®n. Para el p¨²blico y los marchantes de estampitas, trending topic, entusiastas por pillar (oh, qu¨¦ risa) casi desnudo al pensador. Tambi¨¦n Rousseau, Liszt o Maria Antonieta sufrieron la fama, su grandeza y su servidumbre.
Mientras veo SL en Les Halles pienso que es curioso que la intenci¨®n sea cazar desnudo al creador de una marca de ropa que ya es mito. Salgo del cine con mi amiga Estefan¨ªa, que vive por el barrio del difunto dise?ador. Despu¨¦s de reprochar a la pel¨ªcula tanta histeria y tan poca ropa, me dice: ¡°Yo una vez iba corriendo por la Avenue Montaigne y lo vi. All¨ª estaba con su perrito Mouijk, era incre¨ªble: todo el mundo se detuvo para mirarlo, era como un dios¡±. Pero a su vez me recuerda a lo que le dijo Picasso a H¨¦l¨¨ne Permelin: ¡°T¨² vives la vida de un poeta, yo la de un presidiario¡±.
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