La memoria reciclada
El caso m¨¢s singular es el del aeropuerto berlin¨¦s de Tempelhof, construido por Hitler y utilizado hoy como parque p¨²blico.
?Qu¨¦ hacer con las calles, los monumentos y todo aquello que recuerda a reg¨ªmenes oscuros de ingrata memoria? Algunas sociedades destruyen cualquier rastro del pasado que desean abolir, mientras que otras se conforman con cambiar los nombres de todo aquello que no pueden retirar, como si el ¡°hombre nuevo¡± basara su novedad en estrenarlo todo. Por eso Berl¨ªn es una de las ciudades m¨¢s interesantes para analizar c¨®mo mirar hacia el futuro a pesar de los restos visibles de un pasado que remite al nazismo y al comunismo.
Del inefable Muro ¨Cpor ejemplo¨C quedan numerosos fragmentos, porque, pasada la euforia de la ca¨ªda y acometidas las imprescindibles obras que conllev¨® la unificaci¨®n, los berlineses han sabido convivir con aquellos siniestros ladrillos. Por supuesto, dedic¨¢ndole recordatorios como el Museo del Muro del Checkpoint Charlie o conservando entornos inquietantes como el de la estaci¨®n de Nord?bahnhof, aunque quienes de verdad se han encargado de arrebatarle toda solemnidad han sido los artistas espont¨¢neos que lo han convertido en una floresta de vi?etas.
En realidad, el nuevo talante de Berl¨ªn como metr¨®poli alternativa y contracultural le debe mucho a la frescura e irreverencia de una ciudad donde los abalorios, uniformes y cualquier quincaller¨ªa del pasado m¨¢s indignante se venden entreverados con antig¨¹edades, c¨®mics, art¨ªculos vintage, discos de vinilo y souvenirs caducados. ?Habr¨¢ algo m¨¢s retro que un casco prusiano o un gab¨¢n sovi¨¦tico? Por eso se compran en Mauerpark, entre disfraces de Spiderman, trajes de novia usados y camisetas del Real Madrid. De ah¨ª que los berlineses se opusieran al retiro de las estatuas de Marx y Engels de Alexanderplatz, donde ahora son un reclamo tur¨ªstico m¨¢s y especialmente en Navidad, porque Marx da mucho juego tocado de Santa Claus y a los ni?os les encanta fotografiarse sobre sus rodillas.
¡°Los berlineses no podemos permitirnos olvidar¡±, sentencia Erik Lindner, mientras muestra conmovido los memoriales de las v¨ªctimas jud¨ªas
Sin embargo, el caso m¨¢s singular de reciclaje de la memoria hist¨®rica es el del antiguo aeropuerto de Tempelhof, cuya terminal construida por Hitler, despu¨¦s de haber sido uno de los s¨ªmbolos del nazismo, fue base a¨¦rea americana, aer¨®dromo bloqueado por los rusos y aeropuerto comercial hasta la reunificaci¨®n alemana. Entonces se decidi¨® su clausura porque era un peligro para la ciudad y su funcionamiento provocaba p¨¦rdidas de 10 millones de euros anuales. Cerr¨® sus puertas en 2008, pero gracias a una votaci¨®n popular se convirti¨® en Tempelhofer Feld, el mayor parque p¨²blico de Berl¨ªn.
All¨ª las familias hacen p¨ªcnics, los ni?os vuelan cometas, los perros pasean a sus anchas y miles de aficionados practican deportes que van desde el aeromodelismo hasta el wind-skate, pasando por el trote cochinero de toda la vida. ?Y la gigantesca terminal? Gestionada por el Ayuntamiento, cualquiera puede solicitar sus espacios para celebrar conciertos, exposiciones, desfiles de moda o lo que se tercie.
El escritor Erik Lindner considera que el uso l¨²dico del Tempelhofer Feld le ha escamoteado a Berl¨ªn la posibilidad de construir viviendas econ¨®micas en el centro, pero encaja con deportividad la decisi¨®n. Lindner tambi¨¦n es un estudioso de la memoria, y su nuevo libro ¨CAuf der Suche nach dem Nudossi-?quator¨C trata ¡°sobre las marcas comerciales de la antigua RDA, que durante el comunismo imitaban los logos y hasta la imagen de los productos occidentales y que ahora son atesorados por nost¨¢lgicos y cachivacheros¡±. ¡°Los berlineses no podemos permitirnos olvidar¡±, sentencia Erik Lindner, mientras me muestra conmovido los memoriales de las v¨ªctimas jud¨ªas del barrio de Hackeschermarkt.
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