Una huerta en Par¨ªs
La capital francesa quiere fomentar una econom¨ªa ecol¨®gica para acabar con la idea de que las ciudades solo generan problemas
La alcald¨ªa de Par¨ªs ha anunciado la puesta en marcha de una nueva econom¨ªa circular con el objeto de proteger jardines y promover medidas ecol¨®gicas. Se trata de fomentar un ecosistema donde nada se pierda y todo se transforme y acabar as¨ª con la idea de que las ciudades generan problemas en lugar de soluciones.
Antoinette Guhl, responsable de econom¨ªa e innovaci¨®n social en la alcald¨ªa, sostiene en una entrevista en Lib¨¦ration que ni siquiera otras ciudades punteras en materia de reducci¨®n de desechos como Mil¨¢n o San Francisco han puesto en marcha una pol¨ªtica global semejante de econom¨ªa circular, el nuevo paradigma econ¨®mico basado en la reutilizaci¨®n y el reciclaje.
Se pretende favorecer la ecoconcepci¨®n (productos cuyo ciclo de vida tenga el menor impacto medioambiental), la ecolog¨ªa industrial (que la energ¨ªa de una empresa sea fuente de otras) y la econom¨ªa de la funcionalidad (priorizar el servicio prestado de un bien a su posesi¨®n). Ocho millones de euros ser¨¢n invertidos para potenciar la agricultura urbana, cien espacios suplementarios se ver¨¢n equipados con dep¨®sitos colectivos de desechos org¨¢nicos, 150 lugares municipales (mercados, comedores, etc¨¦tera) ser¨¢n dotados de una selectiva red de recolecci¨®n de residuos bio y se instalar¨¢n contenedores para productos textiles con el objetivo de reciclarlos.
En una ¨¦poca en que la industria del lujo vive su m¨¢ximo esplendor es parad¨®jico que se reclamen jardines y huertos
Todo ello viene a demostrar, una vez m¨¢s, la sensibilidad francesa con el espacio. Ante esta nueva exhibici¨®n de emotividad territorial me pongo a contar los jardins partag¨¦s (huertos compartidos) que tiene la ciudad de Par¨ªs y llego a 102. Ciento dos espacios verdes cultivados y cuidados por habitantes que desean mantener en su barrio un espacio vital, un lugar de encuentro p¨²blico que favorezca la avenencia de generaciones y culturas, gestionado por vecinos agrupados en asociaciones y que, a fin de cuentas, facilite las relaciones de las personas con el entorno (residencias, hospitales, escuelas) y active el intercambio de bienes.
En una ¨¦poca en que los jardines se reivindican hasta en las novelas (Blitz, la ¨²ltima de David Trueba, es buen ejemplo, pues Beto, su protagonista, es un paisajista con el oficio en la cuerda floja), en que proliferan incipientes huertos ecol¨®gicos comunitarios y en la que la cultura bio no ha hecho m¨¢s que despegar, notamos que en Espa?a se le sigue dando la espalda a la jardiner¨ªa.
Para hacerme una mejor composici¨®n de lugar llamo a Beth Gal¨ª, arquitecta y paisajista, referencia del urbanismo y del uso del espacio p¨²blico, y me recuerda que ¡°la diferencia entre nosotros y los franceses est¨¢ en la palabra asociaci¨®n. El truco es que all¨ª participan los vecinos. La clave es unirse para fomentar la cohesi¨®n social con el objetivo com¨²n de creer en la colectividad. En Par¨ªs, el Ayuntamiento estimula estos proyectos; aqu¨ª no. Un claro ejemplo lo encontramos en Barcelona, donde se desaprovecha la infinita cantidad de terreno llano que hay en todos los interiores de las manzanas del Eixample y que bien podr¨ªa dedicarse para huertos y jardines. Pero claro, no todo lo tiene que hacer la Administraci¨®n. Lo tenemos que hacer nosotros, mediante asociaciones de vecinos¡±.
No deja de ser parad¨®jico que en una ¨¦poca en que la industria del lujo vive su m¨¢ximo esplendor proponiendo la autenticidad como principal reclamo, desde el polo de abajo se reclamen jardines verdaderos y huertos para volver a creer en conceptos como ¡°proceso participativo¡±, y en palabras como ¡°contemplaci¨®n¡±, o la francesa ¡°encourager¡±, que tan bien les define.
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