El ¨²ltimo suspiro del ¡®dhow¡¯
En una playa de Sur, la ciudad m¨¢s oriental del sultanato de Om¨¢n, el propietario de un astillero presume de ser el ¨²ltimo superviviente de la que otrora fuera una boyante industria
Durante siglos, los dhow dominaron el oc¨¦ano ?ndico y el mar Rojo. Estos elegantes nav¨ªos de casco ovalado y vela triangular cuentan con una identidad mestiza, testimonio de una era de fronteras difusas y porosas. Hechos con madera tropical de los bosques del sur de Asia, eran ensamblados por artesanos ¨¢rabes, pero su nombre proviene del swahili. Adem¨¢s de su sugerente silueta, su encanto reside en su construcci¨®n tradicional, que consiste en tejer listones con cuerdas y fibras. Sin embargo, este arte se encuentra en peligro de extinci¨®n a causa de la globalizaci¨®n y el boom petrol¨ªfero del golfo P¨¦rsico.
En una playa de Sur, la ciudad m¨¢s oriental del sultanato de Om¨¢n, el propietario de un astillero presume de ser el ¨²ltimo superviviente de la que otrora fuera una boyante industria. Una quincena de obreros, todos originarios del subcontinente indio, trabajan en torno a un enorme esqueleto de madera de teca. Unos sierran los listones, otros los ensamblan. ¡°Solemos tardar entre nueve meses y dos a?os en terminar uno de estos barcos. Todo depende de su tama?o¡±, comenta uno de los trabajadores. La mayor¨ªa de las embarcaciones que venden se usan como pesqueros. Al preguntarle por el precio, se encoge de hombros y se?ala una oficina adyacente.
All¨ª se encuentra el amo, Jumaa Bin Jasim al Areimi, un anciano de mirada esquiva que se cubre la cabeza con una kufiya verdiblanca y que luce una barba rojiza. ¡°Hace 46 a?os que trabajo en este taller, desde que era un adolescente¡±, explica. No hay manera de sonsacarle el precio de una de sus embarcaciones, ni tan siquiera aproximado. ¡°Lo siento, no puedo d¨¢rselo. No quiero facilitar ninguna ventaja a la competencia¡±, repite una y otra vez.
Desde tiempos inmemoriales, los dhow han surcado los mares del golfo P¨¦rsico. Al viajero Marco Polo no le impresionaron, pues desconfiaba de su capacidad para soportar las tormentas. ¡°Los veleros construidos en Ormuz son del peor tipo, peligrosos para la navegaci¨®n al exponer a los mercaderes a un gran peligro¡±, dej¨® escrito. Sin embargo, los dhow no tuvieron rival en la zona hasta la llegada del colonialismo europeo del siglo XIX, acompa?ado del barco de vapor. La demanda de los veleros empez¨® a caer de forma progresiva. Ahora bien, en los a?os setenta a¨²n se dedicaban a elaborarlos ocho talleres en los astilleros de Sur, los de mejor reputaci¨®n de la regi¨®n.
¡°La desaparici¨®n de los otros talleres no se debe solo a la competencia de Dub¨¢i y de la producci¨®n industrial. Este es un trabajo duro, y los herederos no quisieron continuar el oficio de sus padres. Prefieren otros trabajos¡±, asegura Al Areimi, que se?ala orgulloso que sus tres hijos trabajan en los astilleros. ¡°Nuestra continuidad est¨¢ garantizada¡±, remacha.
Hasta el boom petrol¨ªfero de los setenta, Om¨¢n era un pa¨ªs pobre y atrasado, donde estaban prohibidos algunos utensilios b¨¢sicos de la vida moderna, como los transistores de radio. Hoy su renta per capita se acerca a la media europea y su tasa de penetraci¨®n de Internet es del 70%. El sult¨¢n Qab¨²s, aut¨¦ntico padre del Om¨¢n moderno, pretende conjugar el desarrollo con el mantenimiento de la identidad del pa¨ªs. Por eso, a diferencia de las otras petromonarqu¨ªas del Golfo, en Mascate, la capital, no ha crecido ning¨²n rascacielos.
Seg¨²n Mohamed, el hijo mayor del veterano empresario, el sult¨¢n est¨¢ comprometido con el mantenimiento del m¨¦todo de construcci¨®n tradicional de los dhow. De hecho, para echar un capote, hace unos a?os hizo un generoso pedido. Sur no puede quedarse sin astilleros. Por algo esta era ciudad del legendario Simbad el Marino. O, al menos, eso sostienen algunos oman¨ªes.
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