El dinero o la vida
En un lugar de Madrid se est¨¢ cociendo una econom¨ªa paralela sustentada en canicas
Hace poco me enter¨¦ de que en un lugar de Madrid se estaba cociendo una econom¨ªa paralela sustentada en canicas. Acud¨ª a una de las reuniones convocadas, no como periodista, sino como ciudadana interesada en sacar la cabeza por encima del sistema productivo tradicional y con la esperanza de insertarme en un circuito de intercambio m¨¢s real. Con canicas. Y por un momento imagin¨¦ a un mont¨®n de antisistemas con bolsas repletas de bolitas de cristal y so?ando con Utop¨ªa. Lo que me encontr¨¦ fue muy diferente. Y aleccionador. La reuni¨®n hab¨ªa convocado a una gran variedad de nodos y colectivos que llevaban meses trabajando en una herramienta de comercio justo que funcionaba tambi¨¦n ¨Cesto no lo dijo nadie, lo pens¨¦ yo¨C como una forma de sabotaje cultural. Porque la ¡°canica¡± no es un elemento material ni una ¡°moneda¡±. Si hubiera que definirla, la palabra ser¨ªa m¨¢s bien ¡°antimoneda¡±. Es una unidad de medida, un ¡°saldo¡±, dicen ellos, ¡°que existe desde el momento en que personas o colectivos aceptan libremente el intercambio¡±. No se crean que la cosa es simple. Pero derrumbar un concepto como el de ¡°dinero¡± nunca lo es.
A diferencia de lo que algunos pudieran pensar, el dinero no siempre fue un instrumento del capitalismo o la usura. El intercambio de grano o de ganado, incluso el de metales como el cobre o la plata, surgi¨® como alternativa al trueque, ya que este conllevaba una serie de dificultades pr¨¢cticas: la principal, la insalvable diferencia entre las necesidades de unos y otros que hac¨ªa imposible el intercambio equitativo. De ah¨ª que surgiera la moneda como una unidad de valor que homogeneizara los bienes que canjear. Un intercambio justo. Hagamos ahora una elipsis hasta lo que sucede, por ejemplo, en la pel¨ªcula El lobo de Wall Street. O en los bolsillos de Rato. O en la caja B del partido de gobierno. O en las cuentas de los agiotistas. O en las indemnizaciones millonarias que se dan unos a costa de otros que no tienen para llegar a fin de mes. El elemento que ha llevado de una cosa a la otra se llama codicia. Tambi¨¦n podr¨ªamos decir que es la abolici¨®n total de un instinto tan profundamente humano como el de la solidaridad. La codicia ha convertido el trueque en especulaci¨®n, el intercambio en lucro.
Pero de todo eso no se habla en la reuni¨®n a la que asisto. Todo eso ya se sabe. Est¨¢ internalizado. Hacemos un alto para tomar unos garbanzos y unas cervezas que se distribuyen a precio libre ¨Ctodav¨ªa en euros, la canica a¨²n es una parte m¨ªnima del intercambio diario que conocemos como econom¨ªa dom¨¦stica¨C y me pregunto por qu¨¦ ser¨ªa mejor el paso de la moneda a la ¡°antimoneda¡±. Entonces me explican que la canica no solo es una unidad que mide el valor de las cosas, sino que busca colectivizar el tiempo y el conocimiento. En este sistema yo podr¨ªa preparar potes de aj¨ª peruano y obtener canicas (me parecen bien tres por pote) de parte de otro miembro de esta econom¨ªa; con esas canicas podr¨ªa tomar lecciones de ingl¨¦s que ofrece otro colega a quien a su vez ceder¨ªa un n¨²mero determinado de mis canicas (me parecen bien 10 por hora). Podr¨ªa aprender y ense?ar sin hacer transacci¨®n monetaria alguna. Podr¨ªa comer (pan, cerveza, pasta, mermelada) al margen del Banco de Espa?a. Los movimientos de las canicas que acumulo y cedo solo quedan registrados en la web de la comunidad. Si solo consumiera en canicas, ser¨ªa ¡°consumidora¡±, y si tambi¨¦n ofreciera mis cosas, ser¨ªa ¡°prosumidora¡±.
Termina la reuni¨®n y me quedo con la sensaci¨®n de que hay otros mundos, pero est¨¢n en este.
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